¿Ofender o no ofender?
Nuestras palabras y lo políticamente correcto
De todos los temas altamente debatidos de los últimos años, ¿hay un tema más controversial que lo políticamente correcto?
En los Estados Unidos, los conservadores ven el ser políticamente correcto como una herramienta que la izquierda usa para silenciarlos, parar un diálogo honesto y esconder detalles importantes sobre temas públicos. Los inhibe de decir la verdad.
La Biblia dice que los demás se ofenderán y serán divididos por el mensaje de Cristo. ¿Debemos entonces nosotros buscar -es decir, esforzarnos- en ofender aún más a las personas al hablar de manera brusca e irrespetuosa?
Otros dirán que ser políticamente correcto es sobre esforzarse para no ofender a los demás, no silenciarlos. Es sobre compasión, no coerción. Los liberales afirman que los conservadores la usan como una calumnia sin sentido contra ellos.
¿Deberíamos los cristianos ser políticamente correctos (o “PC”) todo el tiempo? ¿O Dios nos da licencia para decir lo que quisiéramos decir, esperando que nuestro mensaje se transmita? ¿Cómo Dios dice que debemos compartir su verdad?
¿Qué hay de ofender a otros con nuestro discurso? ¿Qué dice la Biblia sobre ofender a las personas? ¿Está bien, o debemos evitarlo de cualquier manera?
La verdad
Dios espera que seamos honestos (Éxodo 20:16). Este estándar es repetido a lo largo de las Escrituras y se extiende en todo lo que hacemos. La integridad debe ser una forma de vida, no un lema.
Como cristianos, hay cosas que creemos o decimos que la sociedad alrededor nuestro va a hallar ofensivo y nos va a pedir que nos retractemos. No podemos comprometernos y ser “PC” cuando esto interfiere con reportar la verdad o explicar la Palabra de Dios. Dios nos instruye a obedecerle sin vergüenza sobre todas las autoridades (Hechos 5:29; Lucas 9:26).
Dios nos ofrece instrucciones sobre cómo hablar la verdad. En 1 Pedro 3:15, él nos dice que respondamos a preguntas sobre nuestra fe “con mansedumbre y reverencia”. Debemos compartir la verdad de Dios con humildad, respeto y amor (Efesios 4:15). Si hablamos con arrogancia, condescendencia o desprecio, estamos fallando estas instrucciones. Al observar estas escrituras, usted puede tener “una buena conciencia” cuando los demás encuentren ofensivo lo que usted dice.
Un llamado a mayor responsabilidad
Dios nos hace responsables a usted y a mí por lo que decimos. “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36-37). Dios no quiere que seamos descuidados o desconsiderados con nuestras palabras. Debemos ser intencionales, mesurados y edificantes.
¿Por qué? Dios da a su Iglesia varias grandes responsabilidades. Los cristianos deben proclamar el evangelio del reino a todos (Marco 16:15). Nuestro hablar es un área importante en la cual podemos ser ejemplo a otros (1 Timoteo 4:12). Adicionalmente, la Iglesia de Dios debe servir de atalaya al mundo, alertándolo cuando haya peligros proféticos en el horizonte y las consecuencias de su mal obrar (Ezequiel 33:1-11). Estas misiones deben ser conducidas con compasión y exactitud. Dios nos llama a ser audaces sin ser precipitados.
La Biblia dice que los demás se ofenderán y serán divididos por el mensaje de Cristo (Mateo 10:34-36). ¿Debemos entonces nosotros buscar -es decir, esforzarnos- en ofender aún más a las personas al hablar de manera brusca e irrespetuosa?
Dios nos ordena que debemos evitar esto. En 1 Corintios 8:9, Pablo enseña que debemos evitar ser de tropiezo para los demás. Esto significa que debemos evitar el poner a otras personas en situaciones comprometedoras que puedan profanar su conciencia y ofenderlas. Pablo repite este principio a los Corintios a lo largo de su correspondencia con ellos (2 Corintios 6:3; 1 Corintios 10:31-33, también vea Romanos 14:13). Jesucristo proclamó un “ay” sobre aquellos por quienes vienen ofensas (Lucas 17:1-2).
Ofender a propósito a otras personas no predica el mensaje del evangelio o el plan de Dios. El único propósito que sirve es uno egoísta. Puede ser que nosotros estemos ventilando nuestra opinión, tratando de tentar, provocar o irritar a alguien, o que nosotros intentemos hacer entender nuestro punto de vista, o cualquier otra razón. Pero esa razón nunca es servir o respetar al prójimo, o amar y honrar a Dios. La instrucción de Dios es de “estar en paz” lo más que podamos (Romanos 12:18; Romanos 14:19). Buscar ofender a otros intencionalmente falla en crear paz. Es dañino y erróneo.
En situaciones difíciles
Claro que nunca debemos censurar o neutralizar la verdad de Dios. Use la oración para pedir a Dios que le enseñe la mejor manera de compartirla, guiándolo en sabiduría y dominio propio. Que su meta sea usar un enfoque amable y cortés, uno que usted quisiera que otros tomen con usted (Lucas 6:31). Dios ve una diferencia entre compartir su verdad y alguien ofendiéndose por ello, versus decir deliberadamente algo inflamatorio para irritarlos (Proverbios 15:1-4).
Le puede sorprender a usted aprender que Jesús mismo ofendió a otros durante su ministerio. Veamos lo que dijo cuando sus discípulos fueron atribulados por esto. “Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15:12:14). Hay tres puntos clave que podemos recoger de esto:
1. En el gran y vasto esquema del plan de Dios, todo lo que no es de Dios se desvanecerá. Recuerde, a la larga, la verdad de Dios siempre gana y sólo su verdad se encontrará en su reino, donde estos individuos podrán tener una oportunidad de personalmente conocer a Dios y caminar en su camino.
2. No hay sentido en explicar la verdad de Dios a otros una y otra vez cuando ya la ha compartido (Mateo 7:6). En el tiempo de los discípulos, esto podría haber sido un tema de vida o muerte. Hoy en día todavía puede llevar a sentimientos heridos, alteraciones físicas y una vida de amargura. No se afane.
3. Si están actuando o apoyando acciones contrarias al camino de Dios, las consecuencias negativas de su comportamiento eventualmente les traerá sus frutos (Oseas 8:7, Gálatas 6:7).
Un asunto del corazón
“Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas” (Mateo 12:34-35).
Las palabras que usted y yo decimos reflejan tanto lo que somos como lo que queremos ser. Piense sobre este versículo ya que tiene que ver con ser tanto políticamente correcto en extremo como extremadamente brusco y sin filtro.
¿Qué dicen sus palabras de usted? ¿Qué quiere usted que digan sus palabras sobre usted? Considere la mente y corazón que Dios quiere y trabaja para que tengamos y desarrollemos dentro de nosotros. Por medio de su Espíritu, Dios quiere cuidar y crecer en nosotros los frutos del amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23). ¿Nuestras palabras dan evidencia de este crecimiento?
Dios tiene un precioso y vital estándar para lo que decimos, que gobierna a los cristianos tanto como individuos como a la Iglesia entera. Dios no nos está llamando a ser débiles y “PC”, pero él no nos está llamando a ser intimidantes u ofensivos tampoco. Necesitamos ser balanceados y escoger sabiamente cuáles palabras decir y nunca sacrificar la verdad. A pesar de que se nos dice que lo evitemos lo más que se pueda, algunas veces ofender a otros puede ser requerido para compartir apropiadamente la verdad de Dios. Dios nos llama a hablar con compasión, humildad y respeto en todo momento. “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6).
A medida que termine de leer este blog, imagine un pintor famoso mundialmente conocido y que ha comenzando su trabajo. Él juiciosamente prepara su lienzo antes de seleccionar y mezclar sus pinturas. Hay una imagen en su cabeza de exactamente qué es lo que quiere contar a su audiencia y cómo quiere comunicar ese mensaje. Meticulosamente comienza a pintar. Al pintar, él está creando su obra de arte, nunca pinta con pinceles muy grandes o anchos o con un pincel muy pequeño para dejar su marca. Él encuentra el pincel correcto.
Así mismo debemos hablar, usando sólo las palabras correctas. Una palabra dicha como conviene es como una manzana de oro (Proverbios 25:11).
Fuente: UCG.org