¿Son bíblicos los sistemas económicos de hoy en día?

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¿Son bíblicos los sistemas económicos de hoy en día?

Actualmente, muchos miembros de la comunidad cristiana se identifican con partidos políticos de izquierda o de derecha. Algunos son más conservadores, prefiriendo un gobierno menos intervencionista y más libertad social y económica. Otros, más progresivos y liberales, son partidarios del control gubernamental de los asuntos sociales y económicos. Algunos creen que la Biblia enseña la igualdad económica socialista y usan como ejemplo lo que Cristo le dijo a un joven en Mateo 19. Algunos incluso concluyen que Hechos 2 y 4 promueven un sistema económico comunal o socialista.

¿Son correctas tales ideas? ¿Cuál es la posición de la Biblia en cuanto a los conceptos y metodologías socioeconómicas básicas? Antes de examinar estos y otros pasajes, analicemos las definiciones en Dictionary.com (traducidas al español) de tres de los principales sistemas económicos de los siglos xx y xxi: comunismo, socialismo y capitalismo, los que también incluyen alguna forma de gobierno.

Comunismo: “Un sistema de organización social en el cual toda actividad económica y social es controlada por un Estado totalitario, dominado por un partido político que se autoperpetúa”.

Socialismo: “Una teoría o sistema de organización social que propugna la propiedad y la administración de los medios de producción y distribución, del capital, tierras, etc., por parte de todas las personas”.

Capitalismo: “Un sistema económico en el cual la propiedad e  inversión en los medios de producción y la distribución e intercambio de la riqueza se realizan y son mantenidos principalmente por individuos o corporaciones privados”.

Fallas en los sistemas gubernamentales y económicos

En sus primeros escritos, el fundador del comunismo Karl Marx postuló la teoría de que el estilo de gobierno comunista y su estructura económica se desarrollarían hasta convertirse en un sistema avanzado de socialismo. Sin embargo, a lo largo de los últimos cien años este experimento de gobierno ha probado ser un terrible fracaso. Y a pesar de que el comunismo aún existe hoy en día en Corea del Norte y Cuba, y es casi igual al comunismo soviético original, otros gobiernos comunistas anteriores, como China y Vietnam, se han convertido en híbridos que incorporan elementos del socialismo y el capitalismo.

El comunismo ha sido denunciado como un sistema autoritario y ateo que no permite la libertad personal y en el cual se impone la vigilancia secreta de la policía, la propaganda de gobierno, la censura, y una economía centralmente controlada que no logra satisfacer las necesidades de su gente.

El socialismo es criticado a menudo porque habla en contra del concepto de la propiedad privada, exige la redistribución de las riquezas a través de la represión gubernamental, impide la innovación, restringe la libertad individual y deja la puerta abierta al gobierno dictatorial.

El capitalismo, según la forma en que generalmente se practica, es considerado por muchos como un fracaso por ser un sistema elitista, de privilegios económicos y gobiernos basados en clases sociales, que fomenta los intereses particulares a costa de los ciudadanos promedio. La corrupción y el favoritismo entre las corporaciones y el gobierno, junto con la manipulación de la moneda –una de las principales operaciones de fraude y robo en la historia– interfieren con la libre empresa y el libre intercambio, que supuestamente son la base del capitalismo.

No obstante, debemos ser cautelosos y no apresurarnos a concluir que hay un tipo de equivalencia moral entre el capitalismo corrupto y el socialismo y el comunismo estatales. El primero, a pesar de presentar serios problemas en la manera que ha sido practicado, ha logrado crear riquezas a larga escala y mejorar la vida de innumerables personas gracias a los principios fundamentales del libre mercado.

En contraste, el socialismo y el comunismo no han creado nuevas riquezas a larga escala y han mantenido a pueblos completos bajo la pobreza, y quienes han ejercido el poder han roto las promesas de una distribución justa adquiriendo ellos mismos porciones más grandes. Aún peor, los gobiernos que practican el socialismo y el comunismo han estado detrás de los peores asesinatos en masa que el mundo haya experimentado, ya sea por medio de guerras de conquista o la matanza de sus propios ciudadanos.

El hecho es que todos los sistemas políticos y económicos creados e implementados por el hombre en muchos aspectos no concuerdan con lo que Dios presenta en la Biblia.

La perspectiva de Jesucristo con respecto al gobierno humano y las riquezas

¿Cuál fue la perspectiva de Jesucristo en cuanto a las estructuras gubernamentales, las cuales tienen un significativo impacto en la economía? Cuando estaba siendo juzgado, Jesús le dijo a Poncio Pilato, el prefecto romano de Judea: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). En otras palabras, su reino no estaba basado en las ideologías o sistemas de gobierno de esta era de mal gobierno humano, pero en un tiempo futuro, comenzando con su segunda venida, el perfecto gobierno de Dios sería establecido sobre la Tierra para liderar y guiar a todas las naciones.

Antes de examinar esto más profundamente, notemos algunos incidentes descritos en las Escrituras, incluyendo los dos mencionados anteriormente, que refutan la idea de que la Biblia respalda varios de los tipos de gobierno creados por el hombre.

Por ejemplo, algunos creen que Jesús enseñó que los cristianos debían apoyar una redistribución socialista de las ganancias. Para validar este argumento señalan las palabras que Cristo le dijo a un joven rico: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21). Después de este encuentro, el joven “se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (v. 22).

La peculiar reacción del joven expresa la esencia misma del relato. Debido a que él apreciaba su riqueza por encima de Dios, Jesús le dijo que se deshiciera de todo. Las palabras de Cristo no son una instrucción que fomenta la distribución socialista de las ganancias, sino más bien una lección vital acerca de cómo, al darles más importancia a nuestras posesiones físicas que a servir y someternos a Dios, podemos obstruir nuestro crecimiento y desarrollo espiritual.

En ninguna parte de la Biblia encontramos que Dios condena las riquezas o la adquisición de estas. De hecho, varios personajes bíblicos famosos eran muy ricos y exitosos económicamente. Por ejemplo, Génesis 13:2 nos dice que Abram, luego nombrado Abraham, “era riquísimo en ganado, en plata y en oro”. El rey David, por otro lado, era rico, y su hijo Salomón también llegó a ser sumamente próspero (1 Reyes 4:20-28). Algunos cristianos del Nuevo Testamento, como Filemón, eran muy pudientes.

Para ilustrar una importante lección espiritual, Jesús utilizó el concepto de aumentar las riquezas por medio de inversiones apropiadas en su parábola de los talentos. En Mateo 25:14-30, Cristo relató la historia de un hombre rico que estaba preparándose para partir de viaje a un país lejano. Antes de irse entregó algunos de sus bienes a cada uno de sus tres siervos, con la instrucción de que trabajaran para incrementar sus inversiones mediante un diligente esfuerzo y la sabia administración del dinero.

Mientras que dos de los siervos prudentemente duplicaron su dinero, el tercero lo escondió en la tierra. Al regresar a casa, el hombre rico alabó la conducta de los dos primeros siervos, pero quedó muy descontento con las acciones del tercero (Mateo 25:27). Como se dijo anteriormente, la lección fundamental de esta parábola es que los cristianos deben esforzarse diligentemente para desarrollar sus aptitudes espirituales.

¿Respaldan las Escrituras el comunismo?

Algunos creen que la Iglesia primitiva promovía un sistema económico socialista practicando cierta forma de comunismo. Como se mencionó anteriormente, quienes así piensan basan esta idea en ciertas descripciones en el libro de Hechos. Una de ellas dice: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:44-45; compare con Hechos 4:32-35).

¿Enseña esto que los cristianos deben practicar estilos de vida y sistemas económicos colectivos y comunales? La respuesta es no. Muchos de estos conversos eran visitantes de áreas fuera de Jerusalén y de tierras extranjeras. Como deseaban aprender más acerca de Jesucristo y el Reino de Dios, habían optado por quedarse temporalmente en Jerusalén. Al contrario del comunismo, que exige y ordena la participación ciudadana y confisca las riquezas de quienes producen más, esta gente compartió los recursos descritos en este pasaje de manera completamente voluntaria. Además, en ninguna parte del Nuevo Testamento existen indicaciones de que una economía comunal se haya convertido en la norma.

Durante el ministerio de Jesús, él no les enseñó a sus discípulos a vender lo que tenían y redistribuirlo entre aquellos que tenían menos. Sin embargo, él dio el ejemplo de lo que debían hacer. Cuando se encontraba con personas pobres, hambrientas y que sufrían, hacía todo lo posible para ayudarlas con los medios que tenía a su alcance. Desde luego, en su caso, siendo el Hijo de Dios, esos medios eran frecuentemente sobrenaturales y poderosos.

Los evangelios registran múltiples sanaciones milagrosas que Jesús llevó a cabo, especialmente en individuos pobres y necesitados. El propósito de ellas era expresar su intenso amor, y por extensión el de su Padre, por su creación suprema: los seres humanos. El ejemplo de amor, servicio y sacrificio por otros que dio Cristo a sus discípulos dejó en ellos una gran impresión. Dentro de los límites de sus habilidades y recursos ellos también sirvieron a otros generosamente, y al hacerlo verdaderamente honraron a Dios (Mateo 25:40; Hechos 3:6).

Note que no había ningún edicto administrativo, ni coerción o exigencia para que la gente se sometiera, como es el caso de los sistemas comunista y socialista. En el ejemplo de Cristo vemos solo una gran disposición personal para servir y ayudar a otros de todo corazón, motivada por el amor de Dios y su Espíritu (Juan 13:34).

Y ese es el mensaje para los cristianos en la actualidad. Las acciones de Jesús fueron tan extraordinarias y significativas, que pueden trascender el tiempo a través de las páginas de la Biblia e influenciarnos — siempre que nuestras mentes y corazones estén abiertos y dispuestos.

El sistema social y económico que nos revela la Biblia

Como se dijo anteriormente, la Biblia no condena la riqueza ni la prosperidad, especialmente si son utilizadas apropiadamente y con justicia para servir a nuestra familia, nuestro prójimo y la obra de Dios. La producción de riquezas crea trabajo, lo que permite que otros provean para sí mismos adecuadamente. La producción de riquezas hace posible que uno adquiera los medios para ayudar y asistir a otros, lo cual Dios fomenta reiteradamente en su Palabra. Lucas 8:3 elogia a varias mujeres pudientes que contribuyeron económicamente para apoyar el ministerio de Jesús.

La Biblia no auspicia la redistribución de las riquezas ni la reducción o eliminación de la libertad personal de la gente, como en los sistemas comunista y socialista. La redistribución forzada de las riquezas –mediante la cual el gobierno le quita a una persona para darle a otra– es en realidad una forma de robo y una violación del octavo mandamiento.

Sin embargo, la Biblia tampoco aboga por ningún tipo de capitalismo basado en el engaño, la codicia y el robo, ni dominado (como es frecuentemente el caso) por la influencia de los intereses particulares y el favoritismo. Estas también son violaciones a los mandamientos de Dios.

Lo que la Biblia promueve es una sociedad y una economía basadas en la propiedad privada, la libertad de elección, la iniciativa personal, la libre empresa y, especialmente,enla solidaridad, generosidad y compasión.

Y aunque ese tipo de sistema aún no ha sido completamente probado,¡está por venir! Su iniciación tendrá lugar a la segunda venida de Cristo, y será implementado en todo el mundo desde su centro internacional de operaciones en Jerusalén.

La Biblia contiene múltiples referencias describiendo ese tiempo, que será absolutamente magnífico. Abarcará un período de mil años, un Milenio, de espléndida paz y prosperidad para toda la gente, como nunca antes se ha visto en la historia.

Dios utilizará a los descendientes físicos de Israel como una nación modelo para mostrarle al mundo cómo enseñará, trabajará y bendecirá él a todo el mundo. El Eterno le ofrecerá a cada persona el conocimiento completo y divino de sí mismo y sus generosos y amorosos caminos a través de su incomparable obsequio del Espíritu Santo (Ezequiel 36:26-27).

Las Escrituras nos dan varias indicaciones acerca de la estructura económica del Reino de Dios venidero que será establecido en la Tierra. El pilar de su economía estará basado en la propiedad privada, tal como lo fue en el antiguo Israel (1 Reyes 4:25).

Esta nueva economía milenaria valorará y preservará la propiedad privada, ya que “se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente” (Miqueas 4:4). Todas las familias tendrán la oportunidad de mejorar y preservar su tierra, tal como Dios instruyó a Adán y Eva para que cuidaran el huerto de Edén (Génesis 2:15). Muchas granjas pertenecientes a grupos familiares rendirán cosechas increíblemente abundantes (Amós 9:13; Joel 2:24; 3:18).

Las bendiciones de trabajar, diezmar y compartir

Otro criterio económico divino que será enseñado en el Milenio es muy simple: trabajar para vivir. Veamos el trasfondo de este punto vital. Dios le entregó al antiguo Israel, su nación física, los principios de ayuda a quienes eran pobres. A fin de proveer un medio para que los más necesitados se pudiesen alimentar, se les instruía a los dueños de los campos que cuando cosecharan, dejaran las esquinas sin tocar para que los menos privilegiados pudiesen espigarlas (Levítico 19:9-10).

Era responsabilidad de aquellos individuos pobres, siempre que fuesen físicamente capaces, ir a los campos y reunir el grano, en vez de depender simplemente de otros para que les proveyeran el sustento, sin ningún esfuerzo de su parte.

El apóstol Pablo les explicó este mismo modelo básico a los miembros de la Iglesia cuando escribió:“Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10, énfasis nuestro en todo este artículo). Además, Pablo amonestó a los hermanos en Éfeso a trabajar “haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga[n] qué compartir con el que padece necesidad ” (Efesios 4:28). Dios espera que trabajemos para generar ganancias, pero también que seamos generosos con otros que realmente necesitan ayuda.

Otro principio económico que será enseñado en la era futura de prosperidad de nuestro Creador es el diezmo, que simplemente significa devolverle a Dios un 10% de nuestras ganancias (Levítico 27:30; Deuteronomio 14:22). Debido a que las operaciones de gobierno implican gastos (incluso en la sociedad venidera de Dios), el diezmo tendrá un rol en este aspecto. Todos disfrutarán de inmensas bendiciones cuando le paguen a Dios su diezmo; de hecho, cuando la gente le ofrece lo mejor de sí a Dios, tal como debe ser, él la recompensa con creces.

Proverbios 3:9-10 explica, “Honra al Eterno con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”. En contraste con los opresivos impuestos de hoy en día, el diezmo opera más como un impuesto fijo equitativo que de hecho fomenta la iniciativa. Esto es porque a diferencia del sistema humano actual donde la gente es esencialmente penalizada por ser productiva –algunos pagando la mitad o más de lo que ganan en impuestos– esto no ocurrirá en el Reino de Dios.

No obstante, aún en el Milenio habrá gente que en raras ocasiones experimentará dificultades económicas. Para ellos, Dios ha provisto un maravilloso y confiable sistema de apoyo económico diseñado para prevenir que caigan en la pobreza extrema.

Dios dice en Deuteronomio 15:7-8 qué hacer en tales situaciones: “Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que el Eterno tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite”.

El gobierno de Dios funcionará para todos

Aquellos que tengan que pedir préstamos por necesidad no se verán abrumados con pagos de intereses, lo que significa que la gente no se aprovechará de las adversidades de otros. Además, cada séptimo año habrá una condonación de la deuda pendiente, lo que le dará a la gente un nuevo comienzo sin deudas (Deuteronomio 15:1-2).

Bajo el justo gobierno de Dios, las personas que hagan préstamos a otras que tengan necesidades sabrán de antemano que posiblemente no recibirán su dinero de vuelta. Y, sin embargo, hay una gran bendición en la disposición a ayudar a otros. Deuteronomio 15:10 nos dice: “Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá el Eterno tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas”.

De la misma manera, Jesús dijo “prestad, no esperando de ello nada” (Lucas 6:35). Quienes prestan dinero a otros que lo necesitan serán recompensados, ya que toda ayuda económica que extiendan a los pobres será vista como si se la estuviesen dando a Dios. Proverbios 19:17 explica: “Al Eterno presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”.

Las políticas sociales y económicas que Jesucristo establecerá al comienzo del Milenio serán cruciales para enseñarle a la gente cómo comportarse y cooperar con otros. Este periodo se iniciará con un impresionante cambio en los corazones y mentes de la gente mediante el poder del Espíritu Santo de Dios: el egoísmo se transformará en preocupación genuina y en una profunda generosidad y empatía hacia otros (Ezequiel 11:19-20).

La gente comprenderá por primera vez los métodos ordenados por Dios, que no solo producirán una maravillosa seguridad económica para sí mismos y sus familias, sino también para toda la humanidad en todas partes. Por tanto, a diferencia de los sistemas económicos y gubernamentales de hoy, el camino de Dios funcionará perfectamente para toda persona en todo momento.

Permanezcamos alerta en cuanto a los asuntos de los gobiernos humanos actuales, pero no permitamos que la preocupación nos consuma. Más bien concentremos nuestra atención en el maravilloso futuro que Dios tiene planeado para nosotros y toda la humanidad y que está por venir. ¿Se está preparando para su llegada?