No todo lo que brilla es oro
Un refrán es una expresión popular que transmite un consejo, una enseñanza o una verdad en forma breve y concisa. Los refranes se han transmitido de una generación a otra por medio de la tradición oral y, por su lenguaje sencillo, son fáciles de recordar.
Este refrán apareció en el año 1596 en la obra “El mercader de Venecia”, de William Shakespeare. En esta historia, el príncipe de Marruecos encuentra un cofre la inscripción: “quien me seleccione obtendrá lo que muchos desean”, pero al abrirlo, apareció ante sus ojos una calavera con otro mensaje: “no todo lo que reluce es oro”.
Las apariencias pueden engañar y las cosas que tienen un valor real no siempre son evidentes a simple vista. Es decir, que no todo lo que parece valioso lo es en realidad.
La búsqueda de la riqueza
Durante la época de “la fiebre del oro” en California en 1848, hubo un éxodo impresionante de gente atraída por la posibilidad de encontrar oro y convertirse en ricos de la noche a la mañana. Mas de 300,000 personas dentro de los Estados Unidos y de otras partes del mundo, incluyendo América Latina, Europa, Australia y China llegaron en busca de fortuna.
Pero no más de un 5% de los buscadores de oro lograron encontrar la riqueza, el resto no obtuvo ningún valor significativo. Muchos gastaron más en ese viaje tan arriesgado que lo que encontraron. Pero otros, aunque no encontraron oro, prosperaron al establecer negocios que proveían bienes y servicios para los mineros. Esto resultó en un crecimiento y un desarrollo en ciertas ciudades como San Francisco, Los Ángeles, San Diego, Sacramento, Long Beach, Oakland y otras. En esa época, San Francisco era una pequeña aldea que, por los efectos de la migración, se transformó en una gran ciudad. Con el descubrimiento del oro, el Estado se conoció con el sobrenombre de “El Estado Dorado”.
La pirita de hierro está compuesta por sulfuro de hierro; es un metal que llegó a conocerse como el “oro de los tontos" porque engañó a muchos ya que, a pesar de su color dorado, no tenía el valor ni la pureza del oro.
El brillo espiritual
Algunos preceptos espirituales relucen, pero carecen de valor genuino. Analicemos profundamente las apariencias y las trampas en las que podemos caer en nuestra búsqueda de la verdad. Algunas ideologías promueven la búsqueda desenfrenada del éxito material.
Busquemos el oro de la sabiduría y la verdad y no nos dejemos atraer por aquello que parece valioso. La Biblia nos advierte sobre los falsos maestros y doctrinas atractivas pero erróneas. Mateo 7:15-17 “Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, más el árbol malo da malo”
Algunas personas aparentan ser muy religiosas y piadosas, pero su comportamiento no refleja el verdadero carácter y enseñanza de Jesucristo. 2 Timoteo 3:5 nos advierte sobre aquellos con apariencia de piedad pero que niegan la eficiencia de ella. Actuarán como religiosos, pero rechazarán el único poder para obedecer a Dios.
Algunos mensajes parecen atractivos, pero son superficiales y carentes de sustento espiritual. Por esta razón, es importante profundizar en la Escritura y en nuestra relación personal con Dios.
Lo verdadero prevalece con el tiempo, sin importar las circunstancias. Si algo brilla temporalmente, es muy probable que no sea auténtico. En 1 de Corintios 2:14-15 se habla del discernimiento que solo da el Espíritu Santo. “El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura. Y tampoco las puede entender, porque son cosas que tienen que juzgarse espiritualmente”.
La Biblia es nuestro parámetro para medir los frutos genuinos: gozo, paz, paciencia, bondad… si la vida de una persona refleja estos frutos, es una señal inequívoca de que camina conforme el Espíritu de Dios.
Los frutos verdaderos no son temporales ni dependen de factores externos. Aún en tiempos de dificultad la persona muestra constancia en su carácter, en comparación con aquellas superficialidades que se desvanecen ante la adversidad.
Para no caer en el engaño con aquello que reluce superficialmente, busquemos la verdad en lo que perdura y reflexionemos sobre nuestras decisiones, confiando en el discernimiento que Dios nos da a través de su palabra. Cuando llegue el momento de adoptar un precepto o una verdad, apliquemos el discernimiento, teniendo presente que “no todo lo que brilla es oro”.