La isla feliz
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La isla feliz
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Hay bellos lugares en este vasto y variado planeta azul. Puedes elegir uno. No importa que no lo hayas visitado. Imagina un lugar pacífico, con buen clima, silencioso y que todo lo que necesites se encuentre ahí.
Imagínalo.
Incluso, para los que desean verlo con sus propios ojos, hay una posibilidad de hacerlo de manera virtual utilizando un dispositivo inteligente. Videos y fotografías de estos lugares sobreabundan en Internet.
Elige uno, el que sea. Puede ser uno urbano, como la Torre Eiffel de París, la Plaza Roja de Rusia, el Canal italiano de Venecia, o la Estatua de la Libertad de Nueva York… o quizá algo menos poblado y más conectado con la naturaleza, como las Cataratas del Iguazú, el blanco salar de Uyuni en Bolivia, la multinacional Selva Amazónica de Sudamérica; el Kilimanjaro de Tanzania, los acantilados irlandeses de Moher… o una isla: La isla de Pascua, la isla Maui, (o la isla bonita de Madonna?)... creo que a todos nos gustaría irnos a otro lugar a pasar esta interminable y agónica cuarentena, cincuentena, ochentena… infinitena.
Bueno, mantén tu recuerdo en esa isla perfecta. Digamos que tenemos una posibilidad de no ir a esta isla, sino a ir a una mejor. Y está mucho más cerca de lo que imaginas.
Hay una isla en la cuenca oriental del mar Mediterráneo, que queda a sólo 64 km al sur de Asia Menor. Por este lado occidental es poco lo que conocemos de ella. Resulta que hace unos dos mil años atrás estaba anexada al gran Imperio Romano y mantenía una fuerte relación comercial con sus minas de cobre.
Para los romanos, el concepto de felicidad estaba vinculado a la circunstancia y a la arbitrariedad. Era un simple “favor de los dioses” y no importaba tanto el esfuerzo para lograrlo. En contraposición, la cultura hebrea es diferente, ya que postula que para ser bendecido por Dios debe existir una relación con él.
La isla de Chipre era vista como un lugar muy especial. No todos podían viajar hasta allí, y creían que era tan bella, tan llena de frutos y árboles, rica en minerales y diferentes recursos naturales, con un clima privilegiado, con playas de incansable contemplación al ojo humano. La isla de Chipre, era considerada un lugar perfecto.
Chipre significa “cobre”. Pero ellos le llamaban de otra manera: Le decían “Hé makaria”. Algo que en griego significa “La isla feliz”. Hé makaria es la forma femenina del adjetivo griego “makarios”. Y aquí viene una interesante conexión.
Creo que todos hemos escuchado hablar de las “bienaventuranzas”. Aquellas registradas por Cristo en el monte, palabras que han servido como alicientes para atiborrar las esperanzas del cristiano que padece duras pruebas en la vida actual.
Es tan interesante la estructura de cada una de ellas, porque sugiere una felicidad inmediata, no futura: “Bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los hambrientos y sedientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacificadores, los perseguidos, los acusados…”.
Estas personas son ahora, en tiempo presente, bienaventurados. Es decir son hoy bendecidos, favorecidos, felices, “makarios”. Como que estuvieran hoy espiritualmente viviendo en aquella isla feliz del mediterráneo. ¡Es una felicidad que podemos sentir hoy! Es una afirmación llena de júbilo, una seguridad y confianza que muchas veces nos hace falta y que olvidamos recordar.
No sería entonces una mala idea pensar en estar en aquella isla mientras pasan cosas a nuestro alrededor.
Bienaventurados y felices somos entonces todos los que necesitamos de Dios: los que lloramos, los mansos, los hambrientos y sedientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacificadores, los perseguidos, los acusados; porque vivimos en la isla más hermosa y pacífica de todas, donde recibiremos el reino de Dios, la tierra por heredad, la justicia divina, la misericordia, la presencia de Dios y la adopción para ser parte de la familia Dios.
Bienvenidos a esta isla feliz.