La felicidad como fuente de riqueza

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La felicidad como fuente de riqueza

Generalmente, cuando pensamos en un país donde sus habitantes son felices, vienen a nuestra mente las urbes, las autopistas, los rascacielos, ciudades con todos sus servicios y con mucha diversión. Pero el progreso real de una nación no siempre se mide por estos parámetros. Existen muchas cosas sencillas que proporcionan felicidad a sus ciudadanos.

Un país diferente

Intrincado en la cordillera del Himalaya, sin salida al mar, existe un país donde su gente es verdaderamente feliz. Desde sus majestuosas montañas caen ríos cristalinos y el aire se siente limpio e impregnado del aroma de árboles exóticos, hierbas y flores. Además, hay fuentes de trabajo para todos sus habitantes; los niños son respetuosos y no se conoce la delincuencia.

Bután es uno de los países más pequeños del sur de Asia y con menos población del mundo. Limita al norte con la República Popular China y al sur con la India. Durante siglos fue un lugar casi inaccesible en lo alto de las montañas. No fue sino, hasta hace poco, que abrió sus puertas a los extranjeros, aunque con cierta cautela. Algunos visitantes opinan que la visita a este pueblo es un viaje al pasado… o quizá al futuro.

Hasta el año 1983, la única vía de acceso era una carretera que serpenteaba hacia arriba, desde los llanos de la India. Ahora, el viaje vía aérea es más rápido y espectacular. En avioneta, desde la ciudad de Calcuta en la India, el vuelo tarda menos de dos horas. Sobrevolando Bangladesh, sobre las majestuosas laderas de los Himalaya, se observa uno de los países más montañosos del mundo.

El único aeropuerto de Bután está en el valle de Paro, abriéndose paso entre las montañas. Desde arriba se divisan las casitas sobre los bordes montañosos, rodeadas de terrazas de arroz. El valle es un mosaico de pequeñas granjas con ganado, siembras de trigo, maíz y hortalizas.

Refugiado durante siglos en los Himalaya, Bután firmó un tratado de paz con el imperio británico y lo renovó en 1949 con la India. Los ingleses aprendieron a respetar a los butaneses como un pueblo fuerte e independiente. Henry Bogle, un aventurero escocés que viajó a Bután en 1774, los describió así: “Son gente simpática, práctica y muy honrada. Su sencillez, su escaso trato con los extranjeros y el fuerte sentido religioso los mantiene alejados de los vicios de las sociedades más avanzadas”.

Una visión del mañana

Los profetas hebreos advirtieron que la civilización llegaría a un tiempo de tribulación nunca visto. Pero después, también profetizaron el establecimiento de un reino de mil años de paz y prosperidad. Las sociedades inhumanas y materialistas basadas en la codicia no existirán más.                   

En el libro de Apocalipsis se menciona este período en el cual los habitantes de la tierra serán prósperos y verdaderamente felices. Isaías 2:4 “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”

Según el relato bíblico, el Eterno plantó un huerto y puso al hombre allí para que lo labrara y lo cuidara. Vemos en Génesis 2:8-15: “Y el Eterno Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y el Eterno hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Tomó Dios al hombre y lo puso en el huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase”.

Seguramente Dios tenía un plan de conservación, pero luego que el hombre fue expulsado del Edén, ha venido degradando el medio ambiente al punto de poner en peligro la existencia de la vida en este planeta. La deforestación en los bosques del mundo ha avanzado de manera implacable, animada por el apetito voraz de la ganadería, la agricultura, la tala y la minería, entre otras actividades productivas.

Dios ha dotado a la naturaleza de un gran poder de recuperación, pero algunos cambios drásticos son irreversibles, por ejemplo, el avance de la desertificación. Pero según la Biblia, llegará el tiempo cuando los desiertos reverdecerán. Isaías 35:1-2 explica: “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del Eterno, la hermosura del Dios nuestro”.

Si nuestro futuro dependiera del ser humano, no tendríamos esperanza, porque el hombre tiene serias limitaciones para establecer pueblos donde podamos vivir felices. Como bien lo expresara el profeta Jeremías: “Conozco, oh Eterno, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” Jeremías 10:23.