Fidelidad
Descargar

Descargar
Fidelidad
Descargar


Cuando el mundo piensa en Dios, normalmente hay un enfoque preeminente en sus cualidades que nos afectan directamente. Se piensa por ejemplo en su misericordia, en su perdón y su castigo. También en su amor -aunque a veces se malentienda-, y muchas veces en su ira.
El mundo asume que conoce a Dios. Pero lo cierto es que muchas veces hay puntos ciegos importantes en la visión que tenemos de él.
¿Qué hay de la fidelidad de Dios? Se ha preguntado el mundo ¿a qué le es fiel Dios? ¿se lo ha preguntado usted?
Lo cierto es que hay, bíblicamente, evidencia de que la fidelidad es una característica inherente de Dios el Padre y de su Verbo.
En primer lugar tenemos que es fiel a su palabra, como vemos en Números 23:19. Hizo abundantes promesas a su pueblo físico, con la condición de que éste le obedeciera. Sin embargo, no siempre hubo correspondencia en esa relación entre el Creador y su obra. Mientras que el primero no se contuvo de prometer abundancia, paz y seguridad en ningún momento; el pueblo no respondió entregando su corazón, sus manos y pensamientos a él.
Pese a eso, Dios fue fiel en cumplir sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob, aunque estos no lo llegaran a ver.
En segundo lugar, Dios es fiel a sí mismo. En los últimos versículos de Timoteo 2, leemos que la palabra de Dios, su pacto hecho con el hombre, es inalterable. Y en Timoteo 2:13 leemos: Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo. Es decir que, así como no puede traicionar su palabra, no puede traicionarse a sí mismo. Su palabra es inamovible. Y su esencia igual.
El hecho de que se llamase a sí mismo YO SOY, nos revela su carácter absoluto e inalterable. No cambia con el tiempo. No cambia con las relaciones. No cambia con la experiencia. Es quien es, sin importar quiénes seamos nosotros.
En estos momentos muchas personas piensan en Dios. Otras muchas no lo hacen para nada. Y nosotros deberíamos estar en el primer grupo. Pero no solo pensando, sino haciendo cosas.
Quizá la parte más dura de estos meses de confinamiento es que se ha abierto una ventana de oportunidad que puede ser una espada de dos filos. Tenemos el sábado “libre”, y podemos aprovecharlo para bien o para mal.
Recuerdo que cuando era niño no me gustaba asistir a servicios. Me molestaba levantarme temprano, me costaba trabajo socializar con los otros niños, y me irritaba el largo camino de regreso a casa. Di por sentado el sábado muchos años de mi vida. Y quizá de algún modo desperdicié ese valioso tiempo de descanso. Y ahora, siento que el descanso ya no es lo que era antes. Y extraño mucho convivir con ustedes, mis hermanos en la fe.
Dios, mediante Moisés, nos dio en Éxodo 31:12-17 el sábado por señal de ser su pueblo. Es un pacto entre él y nosotros. Y últimamente he pensado si he aprovechado ese pacto para identificarme con él, para fortalecer mi relación con él o si he estado perdiendo el tiempo, si he sido infiel con su sábado.
Y creo, mis hermanos, que es una pregunta válida para todos. Preguntarnos sobre nuestra fidelidad a ese pacto personal con Dios. ¡Y no hablemos del bautismo, que es un compromiso aún mayor!
Y esa pregunta, esa gran pregunta es una que debemos hablar directamente con Dios. Pedirle que nos evalúe, que nos hable a través de su palabra. Y mañana a la puesta de sol, Dios, el gran Creador, todopoderoso, omnisciente, amoroso y fiel, estará esperando a su pueblo siendo fiel a su palabra, para que una semana más haga ese pequeño pacto con él.