¿Existe el azar?

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¿Existe el azar?

¿Has escuchado alguna vez la palabra “serendipia”? Esta se refiere a un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que ocurre por accidente. El término proviene del inglés serendipity, que fue acuñado en 1754 por Horace Walpole, a partir de un cuento persa llamado “Los tres príncipes de Serendip” donde los protagonistas solucionaban todos sus problemas con increíbles casualidades.

Muchos descubrimientos de la ciencia se han logrado gracias a la serendipia. Posiblemente uno de los más mencionados sea la historia de Alexander Fleming, que estaba trabajando con un cultivo de bacterias que se le contaminó. El científico observó que alrededor de un hongo desconocido no crecían las bacterias, por lo que dedujo que había algo que inhibía su crecimiento. Este hallazgo resultó en el descubrimiento del hongo Penicillium, del cual se obtuvo y procesó la penicilina en 1942. Desde entonces este antibiótico ha salvado la vida de millones de personas.

Dos pensamientos

 Muchas personas creen que nuestras vidas son el resultado de una serie de millones de causas y que todo lo que nos ocurre está escrito. Por su parte, otros creen que los seres humanos tenemos un libre albedrío y que los eventos que nos ocurren se generan por nuestra propia forma de actuar.

Este mes de septiembre, hace 20 años, una persona entró en una tienda de Manhattan y el dependiente le dio a escoger entre varios pares de zapatos. Él seleccionó un par y se los llevó a casa. Al día siguiente se arregló para ir a su trabajo y se calzó sus zapatos nuevos. Unas cuadras antes de llegar a su oficina, los zapatos le lastimaban tanto que decidió entrar a una farmacia a comprar unas vendas. En ese preciso momento se escuchó un gran estruendo que sacudió violentamente el suelo. Un avión se había estrellado contra una de las torres del edificio del “World Trade Center” en New York, donde perdieron la vida cerca de 3,000 personas. Como esta experiencia, existen cientos de historias en donde el “azar” salvó la vida de cientos de personas que no estuvieron “en el lugar equivocado a la hora equivocada”.

En la Biblia se menciona un accidente donde la torre de Siloé cayó matando a un grupo de personas. Cuando le preguntaron a Jesucristo sí las 18 personas que habían perecido eran más culpables que los habitantes de Jerusalén, él respondió: “¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan” (Lucas 13:5 NVI).

¿Juega Dios a los dados?

Jesucristo validó lo que había escrito el rey Salomón unos mil años antes: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos” (Eclesiastés 9:11).

En el antiguo Testamento, el Urim y Tumin eran los instrumentos para descubrir la voluntad de Dios sobre un determinado evento. En hebreo, estas palabras significan luces y perfecciones. Se colocaban en el pectoral del sumo sacerdote que, frente al velo del lugar Santísimo, consultaba la voluntad divina. Dependiendo del objeto, la respuesta era afirmativa o negativa. “Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante del Eterno” (Éxodo 28:30).

Entonces, cuando nos subimos a un autobús, un tren o un avión, no podemos predecir una tragedia, porque únicamente Dios conoce el futuro. Los seres humanos solo podemos vivir el momento presente; lo único que podemos hacer es pedir su protección.

No tenemos la capacidad de predecir los sucesos que afectan nuestras vidas y las de las personas que nos rodean. Pero, dejando la discusión filosófica sobre el azar, debemos concentrarnos en aquellos aspectos que podemos aplicar en nuestra vida diaria. Dios tiene un plan para restaurar todas las cosas y devolver a la humanidad la paz y la tranquilidad que siempre ha anhelado.