El poder curativo del apoyo emocional
Antes de intentar ayudar a otros, debemos aprender a escuchar y practicar la empatía, es decir, ponernos en el lugar de los demás y comprender sus sentimientos. Sólo así podremos entender cómo se sienten, piensan y actúan.
Una forma de saber que estamos escuchando atentamente es parafrasear lo que la persona dice cuando nos comparte su problema. Es muy fácil que, sin darnos cuenta, externemos nuestra opinión. Recordemos que a veces con solo escuchar atentamente podemos entender a nuestro prójimo.
Una buena compañía
Todos pasamos por momentos difíciles en el transcurso de la vida. Por lo tanto, es mejor sentir el apoyo de alguien que pasar esos momentos solos. El sufrimiento en sí ya conlleva introspección y una sensación de soledad. Cuando alguien nos acompaña, podemos obtener un apoyo emocional que nos reconforta, nos levanta el ánimo e, incluso, nos hace olvidar por un tiempo nuestros problemas.
Recibir apoyo emocional en momentos difíciles nos puede proporcionar alivio, esperanza y tranquilidad. Es importante comprender que no tenemos por qué superar estos momentos de vulnerabilidad solos. En estos casos, es posible que necesitemos el apoyo de alguien de confianza para desahogarnos.
Compartir nuestros sentimientos con otras personas nos puede ayudar a fortalecer nuestro sistema inmunológico y, además, situarnos en una posición de entender que no somos los únicos que afrontamos problemas.
El simple hecho de contar nuestros problemas tiene un efecto terapéutico. Por un lado, conseguimos un desahogo psicológico y emocional al escuchar nuestra propia versión. Además, cuando contamos un problema a un ministro, un maestro, un amigo o un consejero, nos damos cuenta de que quizá hemos levantado una montaña a partir de un grano de arena. Además, el apoyo recibido nos puede mostrar un punto de vista que no habíamos considerado.
La experiencia de Job
El patriarca Job experimentó la terrible experiencia de perderlo todo, incluyendo su familia, quedando únicamente su esposa que, para colmar su amargura, le arengaba pidiéndole que maldijera a Dios y se muriera, pues de nada le había servido ser fiel a sus principios “Entonces le dijo su mujer: ¿aún retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas has hablado. ¿Qué? ¿recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios. Job 2:9-10.
Esta historia nos enseña la perseverancia de un hombre íntegro que se mantuvo firme, pese a la adversidad y las acusaciones de quienes fueron a visitarlo, diciéndole que merecía el castigo divino por sus faltas; por ello su respuesta fue: “el Señor dio y el Señor quitó”, demostrando su sumisión a la voluntad divina. Al final le llegó el apoyo emocional de Dios: “Y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron. La vida te será más clara que el medio día, aunque oscureciere, será como la mañana” Job 11:16-17.
Lo cierto es que una vida recta no garantiza recompensas materiales, ni salud, ni felicidad, ni prestigio. Sin embargo, es común creer que recibimos recompensas como pago de un buen comportamiento, ignorando que los mismos eventos pueden suceder al justo y al injusto, y que ni un solo cabello cae de nuestra cabeza sin que Dios lo permita.
Nuestra salud mental
Prestemos atención a nuestras necesidades y sentimientos y no permitamos que las emociones negativas y el estrés se acumulen en nuestra mente. Tratemos de mantener un equilibrio entre nuestras responsabilidades diarias y aquellas cosas en las que encontramos deleite. Por ejemplo, salir al campo, visitar un museo, aprender un nuevo idioma, viajar para conocer otras culturas y descubrir cosas nuevas.
Realicemos actividades que nos ayuden a liberar endorfinas − las hormonas que produce el cerebro en momentos de esfuerzo físico, emoción o dolor intenso y que producen bienestar. De igual forma, cuando apoyamos emocionalmente a los demás, podemos sentirnos mejor. Pero, ante todo, recordemos que nuestro Padre es nuestro apoyo emocional incondicional.