El dulce fruto de la adversidad

Usted está aquí

El dulce fruto de la adversidad

Usted querido lector, posiblemente se esté preguntando: ¿Cómo podríamos cosechar algún fruto del infortunio? La verdad es que cuando estos eventos llegan, nos obligan a buscar en nuestro interior capacidades que ignorábamos poseer. Cada experiencia puede verse en forma positiva o negativa, dependiendo de cómo la percibimos y la forma en que reaccionamos ante dichos eventos.

Cuando nos enfrentamos a un desafío, este nos empuja a salir de nuestra zona de confort y buscar soluciones creativas. Por ejemplo, cuando una persona pierde su empleo, puede sentirse devastada. Sin embargo, esto puede conducirlo a reevaluar su carrera, descubrir nuevas pasiones y habilidades y, eventualmente, encontrar una ocupación más gratificante y alineada a sus intereses.

Las experiencias adversas, aunque dolorosas, nos enseñan a ser pacientes y a perseverar. Aprendemos además que, cuando las cosas no salen como las planeamos, existen formas para adaptarnos y salir adelante. Aunque no lo advertimos a primera vista, estas abren posibilidades que no habíamos considerado antes y que pueden conducirnos por rutas más fructíferas y satisfactorias.

Empezar de nuevo

Thomas Alba Edison había iniciado una serie de experimentos, pero en un accidente su laboratorio se incendió, convirtiéndo en cenizas todos sus proyectos y esperanzas y años de investigación. Pero, en lugar de rendirse, decidió convertir la adversidad en una oportunidad para mejorar sus inventos. Este percance, aunque devastador, lo condujo a innovaciones y avances en su carrera como inventor. El fruto de esta desgracia lo condujo a la invención de la bombilla eléctrica, que marcó el inicio de una era de progreso tecnológico para la humanidad, permitiendo trabajar y realizar actividades durante la noche, desarrollando la industria, la educación y la cultura.

En la Biblia existen numerosos ejemplos de personajes que, a través del sufrimiento, alcanzaron grandes logros y bendiciones. Todos hemos leído la historia de José, uno de los hijos de Jacob, que fue vendido como esclavo por los celos de sus hermanos. Terminó en Egipto, donde inicialmente prosperó en la casa de Potifar, pero luego fue encarcelado cuando la esposa de Potifar lo acusó falsamente de intentar abusar de ella.

Una luz al final del túnel

A pesar de todas sus dificultades, José mantuvo su fe en Dios; interpretó los sueños de los compañeros de prisión y, eventualmente los sueños del propio faraón, prediciendo siete años de abundancia seguidos de siete años de hambruna. Gracias a esto, fue liberado de prisión y se convirtió en el segundo al mando en Egipto. Génesis 41:38-40. “Entonces el faraón preguntó a sus servidores: —¿Podremos encontrar una persona así en quien repose el Espíritu de Dios? Luego dijo a José: —Puesto que Dios te ha revelado todo esto, no hay nadie más competente y sabio que tú. Quedarás a cargo de mi palacio y todo mi pueblo cumplirá tus órdenes. Solo respecto al trono yo tendré más autoridad que tú”. Esta posición le permitió salvar a su propia familia y ayudar a su pueblo; este fue el fruto que cosechó luego de una larga cadena de eventos desdichados.

La maravilla de nuestro cerebro

Dios nos dotó de un mecanismo de defensa en nuestro cerebro para superar los problemas y las dificultades. El procesamiento de los eventos adversos es complejo e involucra ciertas áreas y tipos de neuronas. La amígdala es una estructura neuronal localizada en el lóbulo temporal que desempeña una función crucial para superar el estrés y el miedo. Las neuronas en nuestro cerebro liberan neurotransmisores como la norepinefrina, la dopamina y la serotonina, para incrementar la alerta y la concentración.

Cuando nos toque enfrentar adversidades, tratemos de mantener la calma y la perspectiva para tomar decisiones más sabias. También es importante que identifiquemos líneas de acción para abordar el problema y hacer los ajustes necesarios de acuerdo a las circunstancias. Pero, sobre todo, tomemos en cuenta que necesitamos una fuerza superior a nosotros para superar las dificultades. Acudamos a Dios y mantengamos la fe y la esperanza. Proverbios 3:5-6. “Confía en el Eterno de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas”.

Para cosechar el precioso fruto de la adversidad, procuremos transformar los desafíos y dificultades en oportunidades para nuestro crecimiento y desarrollo personal. Seamos agradecidos y enfoquémonos en lo que tenemos y no en lo que hemos perdido.