Cuando nos volvamos a abrazar

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Cuando nos volvamos a abrazar

Muchos países han cerrado sus fronteras y decretado medidas extremas para evitar la propagación del coronavirus. Se han clausurado las escuelas y cancelado los eventos multitudinarios. Se ha suspendido el transporte colectivo y muchas personas no están yendo a sus oficinas, fábricas y lugares de trabajo.

Aparte de la muerte de más de 30,000 personas en el mundo (al momento de escribir este artículo) la recesión económica provocará efectos impredecibles. No tenemos contacto físico con nuestros seres queridos, especialmente con los mayores y no estamos asistiendo a los servicios de la Iglesia.

Algunas reflexiones

Posiblemente ha llegado el momento de pensar más en el bien común que en nosotros mismos. Poner más atención en nuestros hábitos de higiene y en la contaminación que provocamos, poniendo en riesgo a otros.

Algunas ciudades están vacías, aunque la desolación ha reducido la contaminación. El Covid-19 ha alterado la movilidad, limitando o prohibiendo los viajes. Aquellos sospechosos de contagio enfrentan serias restricciones.

Algunos cambios vienen en forma repentina, desembocando a veces en crisis, pero debemos ver las oportunidades.

Pareciera que se ha impuesto una disminución forzada a nuestra acelerada sociedad. Para reducir los contagios, se ha ordenado resguardarnos en nuestros hogares en cuarentena.

Una epidemia del pasado

Debido a la peste bubónica en Gran Bretaña en 1665, que mató aproximadamente 100,000 personas (un cuarto de la población de Londres) en solo 18 meses, se ordenó una cuarentena. Ese año, los estudiantes de la Universidad de Cambridge fueron obligados a retornar a sus hogares.

Entre ellos estaba Isaac Newton un joven que, durante la cuarentena, se dedicó a construir una librera y acondicionar sus libros en su propia oficina. Luego, empezó a llenar una libreta en blanco con sus ideas y cálculos.  

Apartado de su vida estudiantil, floreció su creatividad.  En este tiempo descubrió el cálculo diferencial e integral y formuló la teoría de la gravitación universal. Además, exploró la óptica y condujo experimentos con prismas.

Como lo anotan sus biógrafos, “solitario y en cuarentena, se convirtió en un gran matemático”. Cuando pasó la epidemia, regresó a terminar sus estudios y fue un connotado catedrático. Los descubrimientos que hizo, lejos de la Universidad, lo transformaron en un gran científico.

Hablando del aprovechamiento del tiempo, la Biblia nos dice: “mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:15-16).

Ciertamente afrontamos un período de prueba, nuestra rutina se ha interrumpido y podemos desesperarnos. Pero a la vez, puede ser un tiempo de reflexión y descubrimiento. El cambio repentino y el aislamiento puede despertar nuestra imaginación e ingenio, que no se consigue bajo circunstancias ordinarias.

En lugar de ser un punto bajo, este aislamiento social puede ser el pico de nuestra productividad. Puede ser el momento para formular nuestras ideas y hacer lo mejor. Un tiempo de reflexión y entrega a los caminos de Dios, especialmente ahora que se acerca La Pascua.

Planes a futuro

En el año 587 A.C. Jerusalén estaba sitiada por el ejército del rey de Babilonia y la ciudad quedó en cuarentena. Jeremías fue apresado por Sedequías y puesto en prisión, hasta la caída de Jerusalén.

Entonces vino palabra de Dios, indicándole que llegaría un primo a ofrecerle una propiedad. Jeremías 32:9 dice: “Cómprame mi heredad que está en Anatot; porque tú tienes derecho a ella para comprarla”. ¿Por qué comprar una propiedad en tiempo de crisis? Dios le instruyó a comprar la propiedad y guardar el documento de compra en una vasija de barro (Jeremías 32:14).

Algunos cambios vienen en forma repentina, desembocando a veces en crisis, pero debemos ver las oportunidades. Como la expresara el filósofo griego Heráclito de Éfeso, “nada es permanente, a excepción del cambio”.

Cuando la pandemia termine, retomemos el sentido de pertenencia y de ayuda al prójimo. Adquiramos nuevas responsabilidades, retos y obligaciones.

Como cristianos, debemos seguir el ejemplo del profeta Jeremías, viendo hacia el futuro, confiando en Dios y en sus planes, a pesar de la crisis. Dios siempre nos ofrece una esperanza, un tiempo cuando volveremos a abrazarnos.