Cómo adaptarnos a nuestra vida cristiana
Siendo la tercera persona en la fila de una tienda de artículos usados observé un curioso incidente. La primera persona, una joven, tenía dos grandes bolsas plásticas llenas de productos recién comprados; trataba de hacer caber una de ellas en su carrito de compras. La segunda persona en la fila hizo pasar su brazo sobre la otra bolsa de la joven que estaba aún sobre el mostrador con lo que deseaba comprar. El cajero se rehusó al tomar el producto de la dama y dijo con voz metálica: ¡No!, ¡Espere! Al escuchar estas palabras, la mujer bajó su cabeza, molesta y dejó de tener contacto visual con el cajero quien le explicó: Lo lamento, pero no puedo tomar su producto hasta que el cliente anterior se haya ido; es grosero no hacerlo. La mujer no levantó la cabeza, sino que murmuró, enojada, algo con respecto al tiempo que se le había hecho esperar. Terminada la transacción, la mujer salió, indignada, sin dirigirle la mirada.
Los cristianos deben aprender cómo vivir y trabajar con personas que no tienen tiempo para Dios y sus caminos ni para las personas que tratan de seguirlo a él. Debemos distinguirnos de ellos.
A simple vista, uno podría pensar que el cajero actuó de manera abusiva y que provocó un clima tenso innecesario con sus palabras; sin embargo, me había percatado de algo: Cuando el cajero le hablaba a la mujer, noté que su voz era apenas entrecortada y que, aunque sus ojos miraban en dirección de la mujer, no la veía directamente, sino que su vista parecía concentrarse en la distancia. Pensé que probablemente el cajero padecía de un autismo altamente funcional (quizás Asperger). Lo que siguió terminó de confirmar mis sospechas.
Mientras el cajero se ocupaba en escanear mis productos, una cajera se acercó y tomó una bolsa de su estación. Pude observar que esto le molestó; la cajera se disculpó en el acto por haberse acercado a su espacio de trabajo. Era evidente que ella sabía que lo que había hecho constituía una invasión de su área y que era algo que le hacía sentirse muy incómodo. Generalmente, a los autistas les gusta tener todo dispuesto y les desagradan los cambios o las actividades improvisadas. Un foro en el Internet confirma esto; un hombre que padece de autismo escribe: “No soy muy hábil para evitar prestar atención a lo que ocurre a mi alrededor o para hacer varias cosas a la vez. De ahí que debo atender a todo lo que ocurre y prestar atención a dos cosas que ocurren simultáneamente hace que me sienta como la cuerda en el juego de estira y encoje. (“¿Por qué para una persona con autismo es tan difícil el cambio? 10 de abril, 2005. Quora.com [Sólo en Inglés]).
En ocasiones, la vida cristiana puede hacernos sentir de la misma manera. Tratamos de vivir en paz con todas las personas y caminar en la senda que Dios nos ha mostrado; sin embargo, los obstáculos constantemente nos estorban. A medida que la sociedad cambia y decide qué es aceptable y qué no lo es, nosotros debemos tomar nuestras propias decisiones y ser políticamente correcto no siempre está en sintonía con el camino de Dios. Ya que no podemos aislarnos del mundo, ¿qué podemos hacer? (Marcos 16:15).
Así como el cajero, debemos aprender a sobrevivir en un mundo que nos es extraño y que está lleno de desafíos. Debemos enseñarnos a nosotros mismos cómo lidiar con personas y situaciones que nos ponen incómodos. Las Escrituras nos advierten a prestar atención con quién nos asociamos y a no seguir a quienes no siguen a Dios, sino que siguen sus propias sendas (Jeremías 9:3-6).
Se nos dice que no es poco común ser tentados si vivimos como Dios nos lo ordena y que él nos ayudará (1 Corintios 10:13). La segunda mujer en el episodio que conté arriba no quiso dirigirle la mirada al cajero; no lo quería ver. Si lo hubiese hecho, se hubiera percatado de que era un poco diferente y que actuaba en la única forma que podía para salir adelante. Nosotros también debemos alzar la mirada. Debemos percatarnos del Dios que nos ama. Dios ama la justicia y desea que sigamos esa línea de pensamiento incluso cuando el mundo parece estarnos atacando. El salmo 11 nos dice que seremos puestos a prueba y que Dios no tiene tiempo para el impío (Salmos 11:1-7).
Por lo general, a los autistas les cuesta tener amigos cercanos o trabajar bien con los demás debido a la dificultad que tienen para funcionar de acuerdo con las reglas de la sociedad y toda la conmoción que los rodea. Los caminos de Dios tampoco son populares. Los cristianos deben aprender cómo vivir y trabajar con personas que no tienen tiempo para Dios y sus caminos ni para las personas que tratan de seguirlo a él. Debemos permanecer apartados (Juan 15:19; 1 Juan 2:15).
La cajera en la anécdota andaba ocupada en sus quehaceres, pero era consciente de lo que ocurría a su alrededor. Sabía que su compañero de trabajo era sensible, pero estaba resuelta en hacer bien su trabajo. Ajustó sus acciones al acercarse a la estación de su compañero: se disculpó. Luego siguió ocupándose en sus quehaceres. Nosotros también debemos tener presente la senda cristiana por la que caminamos mientras avanzamos por este mundo. Debemos asegurarnos de no apartarnos del camino estrecho; sin embargo, al mismo tiempo, debemos evitar no afectar negativamente a los demás al concentrarnos firmemente en nuestra meta cristiana.