Cambia, todo cambia

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Cambia, todo cambia

Si hay alguna letra de una canción que recuerdo ahora es la de una famosa cantautora porteña de Buenos Aires, o más bien “cantora” como ella mismo se definía.

Nacida en el ’35, llena de vida y canciones, fallece en el 2009 dejando un legado de canciones tales como “Gracias a la vida”, “Canción con todos”, “Solo le pido a Dios”, “Cambia todo cambia”, entre otras. Y sobre la última es a la que me refiero con su repetitivo pero no menos reflexivo coro que dice una y otra vez “…cambia, todo cambia…”

¿Ha sufrido grandes cambios en su vida?  Todos los días sobrellevamos pequeños cambios que nos “desacomodan” temporalmente hasta que, finalmente nos acomodamos y ya no son cambios como tal. Un hábito, por ejemplo, según entendidos puede crearse en nuestra mente después de haberlo repetido unas 8 semanas. Pero el hábito puede ser algo bueno o algo malo. Y entonces cito al refrán que muchos nos han dicho cuando ocurre un cambio y nos intentan animar: “Todo cambio es bueno”.

Pero ¿será realmente todo cambio bueno? Mi pensamiento querido lector es que no, ya que un cambio o hábito en nuestras vidas puede tornarse negativo y muy perjudicial también. Por lo tanto, todos los cambios que sufrimos y que son circunstanciales, deberíamos como corredores de esta vida, hacer el esfuerzo para que se tome como un desafío, un reto. En este plano no podemos cambiar las circunstancias, pero sí podemos cambiar el cómo vemos el cambio.

Como dice la canción: “todo cambia” y el mundo no es una excepción, lo hace sin poder nosotros hacer mucho para evitarlo. Ha cambiado drásticamente en estos últimos 100 años, mucho más que los cientos de años antes de éstos. Pero eso es harina de otro costal.

¿Cuál fue el último cambio que se acuerde que ha vivido? Un cambio de zapatos, cambio de recorrido a su trabajo, cambio de peinado, cambio de relación con un vecino, cambio del aire en la ciudad donde vive… Si, todo cambia todo el tiempo y muy pocas veces podemos evitarlo.

¿Y qué cosas no cambian o más bien, qué cosas no tendrían que cambiar? Me acostumbré tanto a unos zapatos tan cómodos que después de usarlos varios años, tomé la decisión de comprarme los mismos modelos nuevamente porque son tremendamente cómodos. Todo cambia, pero en mi caso no mis zapatos (al menos hasta que sean descontinuados de fábrica).

Pero más allá de zapatos y de cosas físicas y palpables, sí debiéramos hacer siempre el esfuerzo por mantener un pensamiento que deja de ser un simple pensamiento cuando ya no se piensa, cuando ya forma parte de nuestra estructura espiritual y nos conduce a mirar el mundo de otra manera. Hablamos de la convicción que todos compartimos y que debería ser la que no se transa, no se permuta, no se cambia. Esta convicción es la que vuelve cada año en colores intensos y profundos, y que nos consuela, nos prepara y nos recuerda que somos parte de algo más grande que un simple cambio de zapatos. La Pascua nos recuerda el gran cambio que hicimos en nuestras vidas. Aquel cambio ya se ha vuelto una convicción transversal y perdura año tras año.

En Romanos 8:37-38 nos habla de que nada hará cambiar nuestras convicciones, así mismo lo termina cantando Mercedes Sosa después de haber recitado tantas cosas que cambian una y otra vez: “…pero no cambia mi amor…”

De una manera breve en Mateo 13 se nos habla de dos parábolas, las de “El tesoro escondido” y “La perla de gran precio”. Ambas describe el cómo una persona se encuentra con la verdad y el cómo una persona la ha estado buscando y finalmente la encuentra. Si bien es cierto son distintas, lo que las une es el valor que significa para el hombre del tesoro del campo y para el mercader de perlas. Un valor que los hace vender todo para tener ese tesoro o esa perla. ¡Qué gran cambio!

Seamos conscientes del cambio que hemos vivido, cambio que ha sido el mejor de los cambios y que ha significado mantenernos firmes a pesar de los tiempos violentos que vivimos. Mantengamos la profesión que se nos ha ofrecido y que hemos realizado sin fluctuar para que vivamos una vida de pruebas, pero con ricas y desbordantes bendiciones por ser parte de la familia Dios.