El idioma, don de Dios, nos permite predicar el evangelio y comunicar su plan de salvación. Esa es la clave del milagro que leemos en el libro de Hechos.
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[Gary Petty] Comunicación. ¿Por medio de qué nos comunicamos tú y yo con los demás todo el tiempo? Por medio del lenguaje. Sin el lenguaje estaríamos muy limitados en la manera de comunicarnos o en la forma que podríamos compartir la vida con los demás. Hay ocasiones en las que el idioma puede ser un obstáculo. Trata de tener una conversación con alguien que hable un idioma diferente, podrías ser capaz de comunicarte un poco, tratar de hacerte entender, pero nunca vas a tener una comprensión profunda y significativa.
Al comienzo hubo un momento en que el lenguaje era una barrera para la predicación del evangelio, debido a que el mundo estaba lleno de diferentes idiomas. Lo que llamamos el Antiguo Testamento de la Biblia estaba escrito básicamente en hebreo y en el primer siglo, la mayor parte de los primeros seguidores de Jesucristo hablaban arameo. Sin embargo, él les ordenó predicar a todo el mundo.
En el capítulo 2 del libro de Hechos, tenemos el acontecimiento del día de Pentecostés, donde Dios derramó sobre ellos el don de los idiomas o el don de lenguas (Hechos 2: 1 -12). La escritura expresa que gente de todas las naciones escuchó las maravillosas palabras de Dios en su propio idioma.
Ahora, muchas personas examinan este pasaje y efectivamente centran su atención en, oh, el don de lenguas y cómo ese don es precisamente el poder de Dios. Pero, Dios no hace milagros solo para presumir. Cuando Dios hace las cosas tiene una razón. La parte realmente sobresaliente de este pasaje es por qué Dios les dio el don de lenguas. Se lo dio con el fin de que pudieran creer en su palabra, su mensaje, y que pudieran llevarlo a las naciones en los diferentes idiomas.
Actualmente, tú y yo gozamos del privilegio de aquel momento, y es muy fácil no reconocer lo que Dios está haciendo. Podemos tomar este libro, leerlo en casi todos los idiomas que existen sobre la faz de la tierra. Podemos hablar unos con otros y encontrar a alguien, en algún lugar que sepa hablar nuestro idioma y pueda traducir. Estamos en condiciones de compartir el evangelio porque en el pasado hubo un momento en que éste se vio dificultado debido a la barrera idiomática, por lo que el Dios Todopoderoso intervino y otorgó el don de lenguas.
