Los frutos del Evangelio

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Conocer las Buenas Noticias del Reino de Dios tiene un efecto positivo en la vida del cristiano converso. Pero también nos confiere una enorme responsabilidad, pues Dios espera que hagamos algo con eso. Mensaje entregado el 23 de abril de 2022.

Transcripción

Buenas tardes, queridos hermanos. Familia en la fe.

Gracias a Dios estamos volviendo, poco a poco, a retomar nuestras actividades con normalidad. Casi todos hemos vuelto a nuestros trabajos con normalidad, muchos ya están estudiando en sus planteles o en modalidad híbrida, y también hemos vuelto a los servicios presenciales. Este año, si Dios no dispone otra cosa, estaremos guardando la Fiesta de Tabernáculos en Puerto Vallarta por décima ocasión. Estamos siendo grandemente bendecidos. Porque pese a todo, Dios nos mantiene aquí.

Sin embargo, el mundo continúa convulsionado por multitud de problemas.

Tenemos una guerra en Ucrania, estamos pasando por una crisis financiera bastante fuerte en todos los rincones del mundo; hay un cambio cultural muy profundo que está distorsionando la perspectiva de la vida de millones de personas. El deterioro ambiental se vuelve una preocupación cada vez mayor y hay una sensación de incertidumbre terrible que agobia a la humanidad entera.

Y estoy seguro de que muchos nos preguntamos ¿Qué va a pasar? ¿Qué sigue? ¿Qué nos espera?

Quienes tenemos la dicha de conocer la Palabra de Dios, nos acercamos a ella y a la profecía que contiene para encontrar consuelo.

Porque la profecía no es solamente el suceso de eventos que están por venir, sino sobre todo, el desenlace glorioso que significa la llegada del Reino de Dios a la Tierra.

Encontramos consuelo en las escrituras. Encontramos respuestas en las escrituras. Pero… ¿qué hacemos con ello?

¿Nos quedamos acaso con esa parte confortable que nos ha regalado nuestro Dios? ¿O hacemos algo más?

Hoy quisiera hermanos que reflexionaramos sobre esta pregunta: ¿Qué hacemos con el Evangelio que hemos recibido?

Es importante tocar este tema porque justamente estamos siendo bendecidos con el Evangelio. Es una gran riqueza que Dios ha puesto en nuestras manos. Y como en la parábola de los talentos, esa riqueza debería producir más riqueza.

El Evangelio es respuestas, es consuelo. Igual que un Talento es plata. Y así como con el Talento se producía riqueza, con el Evangelio debería producirse algo más.

Hoy vamos a explorar estos tipos de riqueza que vienen del Evangelio. Del apropiado manejo del evangelio.

El título de este mensaje, si desean anotarlo es:

Los Frutos del Evangelio.

Comencemos como siempre con lo más básico y es qué es el Evangelio del que hablamos. Bueno, Evangelio proviene de la palabra griega Evengelion, que es literalmente Buenas Noticias. Cristo fue el mensajero de estas buenas noticias, y fue uno de los propósitos principales por los que vino.

Acompáñenme por favor a Marcos 1:14-15, en donde Jesucristo nos lo expresa claramente.

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Cristo nos dice mucho con muy muy pocas palabras. Desmenucemos estos dos versículos.

Jesús anunciaba que el Reino de Dios vendría a la Tierra y se había acercado, y eso trae consigo muchos hechos tras de sí.

1. En primer lugar, cuando decimos que el Reino de Dios vendrá, implica en principio que hay un Dios de quién será ese Reino en un futuro y que este mundo actual en el que vivimos esta bajo un Reinado NO Divino. 

El apóstol Pablo nos explica que este conocimiento tan básico está oculto a la mayoría de las personas, pese a que el mensaje ha sido llevado a prácticamente cada rincón de la Tierra.

1 Corintios 4:3-4 nos lo explica:

3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

Satanás, el adversario de Dios y por ende nuestro adversario es quien gobierna este mundo. Pero no por siempre.

2. En segundo lugar, tenemos que este Reino en el que vivimos, y que es gobernado por Satanás, nos permite obrar de modo que no deberíamos sentirnos orgullosos, sino arrepentidos. Es decir, que en nuestra forma de vivir y actuar hay algo pecaminoso, contrario a Dios. Y que por eso debemos arrepentirnos. Y para distinguir eso contrario a Dios, requerimos de la Ley de Dios.

También el apóstol Pablo nos explica esto en Romanos 3:19-20

19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley [no a quienes están fuera de ella, que no la conocen], para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios [es decir, que sin la ley y gente bajo ella, estaríamos completamente perdidos]; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

La ley nos muestra el pecado que nos enemista con Dios.

3. En tercer lugar, Cristo nos dice que, para formar parte de ese Reino de Dios, debemos arrepentirnos (detectar nuestros errores y cambiar esa forma de vivir) y creer, es decir, tener fe, en que ese Reino habrá de venir. Ese es el motor que nos propulsa al cambio.

 4. El Reino de Dios se ha acercado. No está aquí, aun. Pero está cerca. Y esa cercanía al Reino, vino con Cristo. Porque Cristo es nuestra entrada al Reino. Creer en el Evangelio, es creer lo que Cristo nos trajo. Y no solo nos trajo esta buena noticia, sino también Redención al ser nuestro Cordero Pascual, rasgando el velo del templo para que TODOS tengamos acceso al lugar santísimo. Y creer que seremos resucitados en espíritu, como él fue resucitado, en nuestro tiempo.

Como leímos en 1 Corintios, el evangelio de la Gloria de Cristo, no es otra cosa sino la buena noticia de que Cristo fue Glorificado junto con el Padre, y que nosotros también tendremos acceso a ello

Todo esto se nos dice entre líneas con apenas dos versículos.

Y Cristo le hablaba a la descendencia del Pueblo de Israel. No a gente que desconociera la Ley, o las promesas de Dios; sino a personas que conocían esa Ley, y que esperaban la llegada de un Mesías que reestableciera la Nación que Salomón y David gobernaron con tanta paz y prosperidad. Una nación fundada y elegida por Dios. Que fue gobernada por Dios.

Sin embargo, esta descendencia del Pueblo de Israel esperaba un líder militar. Y Jesús, el Cristo, no fue lo que esperaban.

De hecho, el mensaje de Cristo fue un llamado de atención para ellos, una especie de regaño, a quienes creían que tenían ganado el Reino de Dios y estaban enfocados en lo terrenal. Los judíos esperaban ansiosos un Reino Terrenal, guardaban la ley en lo terrenal, pero poco había de lo espiritual.

Aún así, el llamado no fue solo para ellos, fue al mismo tiempo una invitación para el resto de la humanidad a formar parte de ese mismo Reino que les estaba prometido al pueblo de Israel.

¡Esas son las mejores noticias que podrían haber venido a este mundo!

Y ahora sí, veamos cuáles son los frutos que podemos producir nosotros en lo individual con ese Evangelio que trajo Cristo.

  1. SALVACIÓN

El Evangelio trae, antes que nada, Salvación. Cristo lo entregó a la humanidad para ofrecer salvación.

Todos podemos formar parte del Reino de Dios si él nos invita, si nosotros aceptamos la invitación y dirigimos nuestras vidas a la manera de Dios hasta nuestra muerte física. Ese es el requisito.

Cristo lo explicó al hablar del tiempo del fin con la famosa frase de el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Nuevamente Pablo, nos extiende este requisito de la perseverancia para alcanzar la salvación en Filipenses, y quisiera que me acompañaran allá:

Filipenses 3:12-14

12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Estas buenas noticias que trajo Cristo, que podemos ser parte del Reino de Dios que vendrá a la Tierra, es lo que le da sentido a nuestra existencia, a nuestra fe y al perseverar cada día siendo el mejor cristiano posible. Porque si el Reino de Dios ya estuviera en esta Tierra… ¿qué sentido tendría seguir esforzándonos?

Porque es el Evangelio el que da sentido a toda la fe. Pero, aunque esa salvación venga por gracia, no es gratuita.

  1. GENERA CAMBIO

La esperanza de que nuestra vida terrenal es solo una minúscula parte de nuestra existencia, es capaz de motivarnos a transformar nuestro estilo de vida pecaminoso y alejado de Dios.

Nuevamente Pablo nos explica esto en Efesios 4, si gustan acompañarme:

Efesios 4:22

22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Esta renovación de quienes somos es algo indispensable si decimos que creemos en el Evangelio. Una transformación de nuestra vida es una forma de mostrar a Dios nuestra voluntad y deseo de formar parte de una familia con él.

Aceptar el Evangelio y aceptar a Cristo son dos caras de una misma moneda. Porque si aceptamos las promesas del Evangelio, aceptamos las responsabilidades que emanan de Cristo: 

La responsabilidad de perfeccionar nuestro carácter y

La responsabilidad de honrar su sacrificio mediante nuestro cambio.

El apóstol Pedro nos explica esto en 1 Pedro 1:13-21 

13 Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; 14 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; 15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; 18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

Tenemos, hermanos, un llamamiento lleno de responsabilidad, no solo de promesas. Y una de esas responsabilidades es el servicio.

  1. EL SERVICIO

Acompáñenme por favor a Mateo 20:25

Es una escritura que hemos estado revisando varias veces en los últimos meses.

25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. 26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

Cristo nos dice claramente que la parte central de su ministerio fue el servicio. Y hemos visto ya que una parte importante de nuestro llamamiento y de creer en el Evangelio, es volvernos fieles imitadores de Cristo. De modo que nosotros estamos también llamados al servicio.

Y como hemos escuchado también cientos de veces, el servicio no se limita a las labores de la predicación del Evangelio en la Iglesia.

Ahora que volvemos a los servicios presenciales tenemos muchísimas oportunidades de servir.

Sin embargo, el ofrecernos a hacer cosas no es lo único importante, sino también contar con un espacio en el que podamos servir. Y hay ocasiones en las que nosotros mismos restringimos esos espacios para el servicio.

Y quisiera poner un ejemplo de algo que me ocurrió años atrás cuando estaba realizando mi servicio social en una clínica de rehabilitación.

Los padres de los niños que asistían a terapia, eran un colectivo que pagaba cuentas, gestionaba materiales, contrataciones, y al personal de limpieza y terapia. Sin embargo, la organización recaía en apenas tres personas: la encargada clínica, un padre representante, y un tesorero, de un colectivo de más de 50 personas, contando niños. Cuando se renovó la plantilla de la organización, las tres personas fueron removidas dando paso a otras tres nuevas, que al no estar preparadas, enfrentaron muchas dificultades, y el colectivo pasó por una crisis y tuvo que cerrar un año, justo cuando terminé mi servicio. 

Los encargados del principio no permitieron por más de 5 años que nadie más se involucrara activamente en la organización, y se limitaban a solicitar ayuda ocasional para lo que no podían hacer por falta de tiempo. 

Al final, entre esa mala gestión del servicio comunitario, y una mala administración del encargado de la clínica, surgió una crisis terrible que afectó la continuidad del tratamiento de muchas personas que no podían costear otro lugar para recibir atención motriz o psicológica.

Y no era porque los miembros del colectivo no quisieran apoyar, porque era claro que sí querían. Más bien fue una limitante que se impuso de manera poco consciente por quienes estaban a cargo.

A veces tenemos que entender que ningún servicio prestado por ninguna persona es perfecto ni infalible, y debemos aceptar eso en nosotros mismos para poder participar en cualquier lugar, y sobre todo, para permitir que se nos ayude cuando lo necesitamos.

Siempre habrá espacio para la mejora, pero nunca habrá mejora sin práctica.

Digo esto porque muchas veces queremos servir no solo en la iglesia, sino en nuestros trabajos o escuelas, con nuestra familia, o en nuestra comunidad, y por miedo a no ser capaces o a no poder hacer las cosas como se desean, no nos ofrecemos.

Y otras veces, cuando alguien nos ofrece ayuda, no estamos dispuestos a aceptarla por esas mismas razones.

Entonces debemos preguntarnos cuál es el propósito del Servicio. ¿Es para que todo se haga a mi manera? ¿O es para que salga lo mejor posible?

Cristo cumplía a la perfección ambas partes. Hizo todo exactamente como El Padre se lo pidió, y lo hizo intachablemente. 

Nosotros debemos tratar de acercarnos a ese mismo nivel de perfección, que no vamos a poder tratar de alcanzar si no usamos cada oportunidad posible para servir ni permitir que el servicio se practique.

A veces el servicio puede ser simplemente escuchar a una persona pasando un mal momento, moviendo una silla, abriendo una puerta, levantando un lápiz que se cayó.

El servicio no es pequeño ni grande. Servicio es servicio.

Y si no permitimos que alguien nos ayude cuando estamos claramente sobrepasados por las circunstancias, posiblemente estemos pecando de soberbia, creyéndonos autosuficientes. Y ninguno lo somos. Todos necesitamos ayuda de vez en cuando.

Aunque también es cierto, hermanos que el servicio debe ser algo que nazca de uno. Servir de mala gana, con enojo, con coraje, ensombrece espiritualmente el significado del servicio.

Pero pensemos ¿qué prefiero? ¿servir o ser servido? y, sobre todo… ¿cómo ilustra eso mi condición espiritual?

Si preferimos ser servidos, hermanos, estamos en grave peligro.

Recordemos lo que ocurrió a Satanás.

Vayamos por favor a Isaías 14:13-14

13 Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14 sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.

Buscaba tanto enaltecerse y ser reconocido y servido como Dios, que terminó volviéndose su adversario.

La vanidad es un gran riesgo en el servicio, y desde luego, el querer ser servido es una forma de vanidad, porque es ponernos encima de los demás.

Recordemos que el Evangelio es un llamado a formar parte del Reino de Dios como Reyes y Sacerdotes, como se nos indica en Apocalipsis 5. Pero un Rey y un Sacerdote no son otra cosa sino servidores de alto rango, servidores de excelencia para quienes gobiernan y para quienes ofrecen su servicio sacerdotal.

El servicio debe perfeccionarse. Y solo se perfecciona con la práctica,

Seremos bendecidos en el futuro con la capacidad de servir no a uno ni a dos ni a tres. Sino a cientos o miles o millones de personas. No a ser servidos. A servir. Y a servir de una manera particular.

  1. DEL EVANGELIO EMANAN LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU. Sobre todo el amor.

En Gálatas 5 encontramos los frutos del espíritu y las obras de la carne. Y en 1 Corintios 13 encontramos la soberanía del amor por sobre todo don y fruto.

El Evangelio del Reino de Dios nos muestra que este mundo en el que vivimos está lleno de imperfecciones, de deseos engañosos que aunque pudieran parecer placenteros, son más bien frustrantes y vician nuestra vista. 

También nos ayuda a ver junto con esa parte negativa, una parte positiva de nosotros mismos que está adormecida. Y es nuestra sed y nuestra capacidad espiritual para hacer el bien, para ser bondadosos, amables, templados.

Nuestro adversario ha cultivado la creencia de que las obras de la carne son más placenteras que ese lado espiritual con el que Dios nos creó. Pero una vez que comenzamos a vivir según el espíritu, nos damos cuenta de lo superior que es esa forma de vivir respecto a la anterior. 

Gálatas 5:22-26 nos dice:

22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Y esta es la forma correcta del servicio. Sin vanagloria, sin irritarnos, sin envidiarnos.

La contraparte, lo que se espera de nosotros es lo descrito en 1 Corintios 13:13

13 Y ahora permanecen la fe (en Cristo, en Dios, en el Evangelio), la esperanza (de formar parte de las Promesas de Dios)y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

Vivir sin amor por el prójimo, servir sin amor… de nada sirve.

  1. Del evangelio EMANA… continuar en este camino.

Una vez que comprendemos que todos somos pecadores. Que nadie somos perfectos. Que debemos servirnos unos a otros con amor…

Que podemos formar parte de la familia de Dios en su Reino.

Que gracias a Cristo y a su ejemplo tenemos una vía abierta…

¿Qué sigue?

Seguir practicando. Seguir caminando este camino. Seguir creciendo. Este camino no tiene pausas, ni periodos vacacionales, ni espacio para flaquear. Es un camino de por vida y si lo aceptamos… tenemos una gran responsabilidad.

CONCLUSIÓN

Todo lo que hemos recibido de Dios a través de Cristo es para abrirnos el camino hacia la Familia de Dios. 

Y no es algo menor, porque nos exige ser responsables, proactivos y amorosos. No es un llamamiento sencillo de palabra, en donde decimos si acepto.

Es una transformación de nuestra forma de ser y concebir la vida.

Especialmente en medio de una época tan caótica, llena de gente atribulada y asustada, este llamamiento debe inspirarnos a ser mejores personas con todos los que nos rodean. 

Debemos poner en práctica los Frutos del Evangelio y vivir con la mayor plenitud posible este camino de vida.

No solo por nosotros ni por quienes nos rodean; sino especialmente en gratitud a Dios.

Acabamos de terminar la Fiesta de Panes sin Levadura que nos invita a reflexionar sobre el pecado y la liberación que nos ha dado Dios del mismo.

Ahora, y antes de Pentecostés, nos corresponde hacer nuestra parte alejando el Pecado, pero también cultivando la Palabra de Dios en nuestra vida cotidiana.

Porque solo tenemos una oportunidad para demostrar que valemos la pena como primicias de Dios. Y es esta.

Que tengamos un excelente cierre de sábado, mis hermanos. Pero también que tengamos un especial y muy productivo periodo entre Fiestas.