#310 - 1 Corintios 9-11
"La carrera de la fe; los ídolos; el cabello; la Pascua"
Descargar
Descargar
#310 - 1 Corintios 9-11: "La carrera de la fe; los ídolos; el cabello; la Pascua"
Descargar
Les dice: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo no estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él” (1 Corintios 9:19-23).
Pablo menciona que la libertad cristiana significa no conformarse a deseos egoístas ni seguir falsas enseñanzas. A pesar de que la verdad de Dios lo ha hecho libre, sin embargo, eso no significa que puede darse el lujo de ofender a otros. En vez, debe ser compasivo y comprensivo ante las deficiencias del conocimiento bíblico de los demás. Por eso debe ser culto, paciente y no ofensivo.
Ante el pueblo judío, se adaptaba a ese medio y respetaba sus puntos de vista para no ofenderlos. Así podrían escuchar el evangelio – ese conocimiento adicional y tan vital que les faltaba para seguir más perfectamente el camino de Dios.
Los que estaban “bajo la ley” es el término técnico que Pablo acuñó para referirse a los que distorsionaban la ley de Dios y la hicieron opresiva. Pablo igual era paciente con ellos. En su mayoría eran los fariseos, rabinos y líderes religiosos que Jesús había dicho de ellos: “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres” (Mateo 23:4-5). Pero eso no significa que Pablo los rechazaba, sino que también los trataba con deferencia. Recuerden que Pablo fue un fariseo y hubo fariseos como Nicodemo y José de Arimatea que siguieron a Jesús y que se convirtieron a la fe (Hechos 15:5).
A los gentiles, Pablo también se adaptaba a la cultura griega para no ofenderlos, así podía ser escuchado para entregarles el evangelio. Dice que él estaba “bajo la ley de Cristo”, que significa estar bajo la ley de Dios magnificada por Dios. Es más exigente y no menos, pues hay que guardar no solo su parte física, sino la espiritual (Mt 5:17-20). Al débil de la fe, Pablo se adaptaba también para no ofenderlo. Así, nos dejó un ejemplo para seguir en la actualidad. Por eso nuestra literatura procura no ofender, pero transmitir la verdad.
Ahora Pablo les advierte que deben esforzarse al máximo para cumplir con Dios y alcanzar la meta de entrar en su reino, pues tenían muchas deficiencias. Usa una analogía muy familiar para ellos, los juegos ístmicos que los corintios auspiciaban: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:24-27).
Estos juegos se hacían cada dos años, y sólo eran superados en popularidad por los juegos olímpicos. Pablo les dice que tal como estos atletas se preparaban con tanto esfuerzo para ganar, así deben esforzarse ellos por alcanzar el reino de Dios. Él mismo admite que si se descuidaba podía llegar a ser eliminado. Se compara con el heraldo de los juegos, que normalmente era un campeón que de nuevo competía y anunciaba las reglas, llamaba a los atletas a comparecer a las pistas y los animaba. Pablo les advierte a los corintios que no deben descuidarse y pensar que ya tienen la carrera ganada.
Les recuerda lo que les pasó a los israelitas rumbo a la tierra prometida. Les dice: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas… Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:1-12). Aquí vemos que era Jesucristo, como el Verbo, que estaba con los israelitas en el desierto. Nadie ha visto a Dios el Padre, que jamás ha descendido a la tierra, como lo ha hecho numerosas veces el Verbo. Dios Padre ha puesto todas las cosas bajo Cristo hasta que él “entregue el reino a Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia” (1 Corintios 15:24). Los israelitas nos sirven como una lección de lo que nos puede pasar si repetimos sus errores – al volvernos mundanos (vs. 6) o estar descontentos y murmurar contra los líderes de la iglesia, como lo hacían con Pablo (vs. 10). Los corintios se creían muy “firmes” en la fe, pero Pablo les advierte que no se confíen mucho, pues sería fácil envanecerse y caer. Dice Proverbios 16:18, “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”.
Pablo no desea desanimarlos, y les recuerda que, ante toda prueba o tentación, Dios está con nosotros, y nos proveerá una forma de superarla si lo tomamos en cuenta. Dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de los que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
La razón de todas estas advertencias es que los hermanos corintios se jactaban de poder entrar en un templo pagano y comer la carne sacrificada a un ídolo sin problema. Pero no tomaban en cuenta al hermano recién llegado que podía ser ofendido. Por eso Pablo les dice: “Por tanto, amados míos, huid de la idolatría” (1 Corintios 10:14).
Ellos no pueden entrar en un templo pagano y comer esa comida ofrecida a un ídolo. Ya le pertenecen a Dios. Les pregunta: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. Mirad a Israel según la carne; los que comen de los sacrificios, ¿no son partícipes del altar? ¿Qué digo, pues? ¿Qué el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?” (1 Corintios 10:16-22).
Algunos hermanos corintios estaban comiendo y bebiendo dentro de esos templos paganos, y esto podía enfurecer a Dios, que nos quiere puros y lejos de cultos y prácticas paganas. Hoy día, se puede aplicar este principio si nosotros guardamos la Pascua del Nuevo Testamento y a la vez entramos en un templo lleno de imágenes y comemos la hostia. Sería una grave infracción del Segundo Mandamiento de Dios.
Pablo vuelve a explicar que el hecho de poder comer la carne sacrificada a un ídolo en la casa no le da el derecho a actuar en forma egoísta. Dice: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro. De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud” (1 Corintios 10:23-26).
Recuerden que los templos paganos suministraban una parte de la carne que se vendía en las carnicerías. Pero no era necesario estar preguntando si había sido sacrificada a un ídolo. Se podía comprar la carne sin hacer esas preguntas. Pablo cita el Salmo 24:1 para mostrar que esa carne era buena y creada por Dios, pues un ídolo no la afecta. Pero ¿qué pasa al ser invitado a la casa de un inconverso? Pablo contesta: “Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia. Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues, ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro? Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias? Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra casa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos; no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 10:27 – 1 Corintios 11:1).
Veamos que el tema aquí siempre se trata de la carne sacrificada a los ídolos, y mientras que un incrédulo no lo use para probar si uno ya dejó o no sus antiguas falsas creencias, se puede comer. Este no es el mismo principio para si alguien le sirve cerdo, pues no es carne creada por Dios para el consumo humano, según la ley divina en Levítico 11:4-7, “No comeréis éstos… el cerdo”. Jamás se ve en el Nuevo Testamento que Cristo, o un apóstol, o un miembro haya comido cerdo. No se debe nunca comer estos alimentos prohibidos por Dios, pero si accidentalmente se hace, solo afecta adversa y físicamente al cuerpo humano y puede que se enferme o no. Pero lo importante es evitar que se repita el hecho.
Pablo pasa ahora a ciertos puntos en los servicios. Dice: “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os la entregué [respecto a las reuniones]. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:2-3). Noten que no hay una tercera persona en el cielo. Es Dios el Padre, y bajo él, Jesucristo – y punto. Luego en la tierra está el varón en el hogar, y después la mujer e hijos. Por eso, cuando hay un varón presente en una reunión, él debe hacer la oración y no la mujer. Pero cuando hay sólo mujeres reunidas, por ejemplo, para comer, una de ellas puede dar las gracias.
Respecto al tipo de cabello en la iglesia, Pablo dice “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado… Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles… La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (1 Corintios 11:4-15).
Existían profetas en la iglesia que transmitían a los apóstoles o a los hermanos mensajes de Dios, por ejemplo, Agabo en Hechos 11:28, o las hijas de Felipe (Hechos 21:9). Estos eran puestos importantes, pues todavía no se había completado toda la Biblia. Una vez que Dios terminó la Biblia con Apocalipsis, dijo que nadie debería añadir o quitarle a ello (Apocalipsis 22:18-19). La función de profeta por tanto no sería ya tan necesaria.
El problema en Corinto era que las mujeres andaban con el cabello demasiado corto, y se parecían a los hombres. Esto escandalizaba a los ángeles, que veían esa falta de respeto por el orden establecido entre la apariencia del hombre y la mujer. Ellas no debían parecerse a los hombres, ni los hombres a las mujeres, pues se presta a lo que hacen los homosexuales, donde los hombres son afeminados y las mujeres masculinas. Es el principio de Deuteronomio 22:5:”No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es al Eterno tu Dios cualquiera que esto hace”. La Biblia tiene el principio de que el hombre debe cortarse el pelo, y no dejárselo largo (Ezequiel 44:20). En el arte y la historia griega se nota que las mujeres griegas llevaban su cabello sin velo y a veces muy corto, especialmente las prostitutas sagradas de los templos en Corinto.
Explica El Comentario Explicativo de la Biblia: “Evidentemente en Corinto algunas mujeres iban a la iglesia con sus cabezas no cubiertas como corresponde, y causaban desorden y falta de respeto en los servicios. Pablo dice que, si vienen así, con el cabello demasiado corto, sería una ofensa tal como si vinieran rapadas o calvas… Les recuerda que el hombre tiene el cabello corto para distinguirse de la mujer con su cabello largo... Si el hombre tiene el cabello largo como la mujer, cae en desgracia ante Dios, en cambio, con el cabello más largo, la mujer agrada a Dios, pues muestra que reconoce su papel y está sujeta al hombre. Además, su cabello es dado como un velo natural cuando adora… Los hombres y mujeres cristianas deben recordar que, aunque ellos son iguales ante Dios, él los hizo con sexos diferentes. Pablo dice que en todas las iglesias se enseña que el varón debe venir a adorar con el cabello corto y las mujeres con el cabello más largo, así mostrando que el hombre ejerce el puesto de autoridad (vs. 16). Esta enseñanza, que viene de autoridad apostólica, debe contrarrestar a los que quieren ser contenciosos sobre este asunto”. Dice Pablo: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre [del cabello demasiado corto para la mujer, o del cabello muy largo para el varón], ni las iglesias de Dios” (1 Corintios 11:16).
Respecto a las reuniones para tomar la Pascua, Pablo también estaba preocupado. Algunos no se portaban a la altura cuando comían juntos, antes de celebrar la Pascua. Dice: “Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados. Cuando, pues, os reunís vosotros esto no es para comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo” (1 Corintios 11:18-22). Los corintios, antes de tomar la Pascua, se reunían para comer y juntaban toda la comida. Pero, el problema es que los más adinerados se guardaban lo mejor para ellos, y a los pobres casi no les quedaba nada para comer. Se formaban grupos entre los más pudientes, y dejaban a los más pobres marginados. De allí los términos “divisiones” y “disensiones”, que significa separarse en grupos exclusivistas. Esta no era la forma de tomar la Pascua, ya mencionada en el cap. 5:6-8. Si los ricos querían comer más, debían hacerlo en sus casas, para así no avergonzar a los pobres con sus actitudes egoístas. Pablo les explica que deben examinar sus actitudes cuidadosamente, pues no estaban mostrando el amor fraternal que debía representar esta solemne ceremonia. Ellos podían estar acarreando condena ante Dios por sus actitudes desconsideradas.
Ahora los instruye acerca de la fecha de la Pascua, que debe llevarse a cabo “en la noche que fue [Jesús] entregado”. Eso significa celebrarla a principios de la Pascua, que corresponde a la noche inicial, pues durante el día de la Pascua, Jesús iba a ser crucificado. Así es como nuestra iglesia celebra la Pascua hoy día.
Pablo advierte que deben examinar sus actitudes para asegurar que no tuvieran “una raíz de amargura” al tomar la Pascua, y que no tengan rencor hacia otro hermano. Dice: “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen, Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos con el mundo. Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio [por una actitud desconsiderada y egoísta]. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere” (1 Corintios 11:29-34).
La sanidad divina es algo que determina Dios. A veces decide que aprendamos a cuidarnos mejor por medios físicos y él suplirá lo que le falta a la ayuda médica. Pero en Corinto, había hermanos que anulaban la ayuda de Dios al tener actitudes carnales que impedían que Dios actuara a su favor. Por eso siempre debemos tomar en cuenta que Dios mira el corazón, y a veces tiene que disciplinarnos en la iglesia, para que retornemos a él con la actitud correcta. En el siguiente estudio, seguiremos con esta epístola tan interesante.