#303 - Romanos 10-12: "El olivo de Israel y los injertos gentiles"

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#303 - Romanos 10-12

"El olivo de Israel y los injertos gentiles"

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Ya vimos que la palabra “fin” o “finalidad” en griego es telos. De las 42 veces que se usa en el Nuevo Testamento, 37 veces significa “una meta u objetivo”, y solo 5 veces, el final de algo. Pero ¿cómo se puede estar completamente seguro de que aquí telos significa “finalidad o meta”, y no el “fin” de algo? Para ello, hay que estudiar el contexto de la escritura.

Pablo está hablando, no del problema que tiene la ley, sino la manera en que los judíos la han usado. Noten Romanos 9:30-33 “Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino por obras de la ley”. Así vemos que el problema no es con la ley misma, sino con la aplicación equivocada, algo que Pablo menciona desde el primer capítulo hasta ahora (Romanos 1:17; Romanos 2:23-29, Romanos 3:19-30).

Y ¿por qué la aplicaron incorrectamente? Pablo contesta: “Pues tropezaron en la piedra de tropiezo… y el que creyere en él [Cristo], no será avergonzado” (Romanos 9:32-33). Al no tomar en cuenta a Cristo en ese camino de obediencia hacia la salvación, mostraron que insistían en querer hacerlo por sí mismos. Pablo explica: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque la finalidad de la ley es Cristo para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:3-4 NRV). Pablo no está hablando aquí de abolir la ley de Dios, que recién había dicho que era “santa… justa, buena y… espiritual” (Romanos 7:12,14). La ley de Dios, como dijo David es eterna: “Todos tus mandamientos son verdad… que para siempre los has establecido” (Salmos 119:151-152). Más bien Pablo está mostrando cómo se debe aplicar esa santa ley, con Cristo y con el Espíritu Santo en uno, “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros” (Romanos 8:3-4). Está reiterando lo que Cristo mismo afirmó: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17).

Es interesante notar que la palabra “cumplir” quiere decir esencialmente lo mismo que “finalidad”. La palabra griega pleroo, significa “llenar hasta el tope”, o sea, que la ley se cumpla hasta el tope, y telos es “propósito, cumplimiento u objetivo de la ley” (Samuel Bacchiocchi, La Biblia Bajo el Fuego Cruzado, p. 217).

La gran mayoría de comentaristas bíblicos, incluso Lucero y Calvino tradujeron telos como finalidad, pero después de la Reforma Protestante, los luteranos empezaron a aplicar Romanos 10:4 con una perspectiva negativa de la ley. También lo hicieron los teólogos alemanes liberales y hoy día es común esa perspectiva, pero no fue así por 16 siglos. Por lo tanto, lo que Pablo explica es que la ley se puede aplicar correctamente una vez que se toma a Cristo en cuenta, y cita dos escrituras complementarias para mostrarlo.

Lamentablemente, hay un error de traducción en una preposición en Romanos 10:6, al decir “pero” en vez de “y” en el griego. “Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. Y la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos)” (Romanos 10:5-7). Pablo insiste en que, al aceptar a Jesucristo y tener el Espíritu Santo, el cumplir la ley de Dios no es algo imposible –no está tan alta como el cielo, ni tan profunda como un abismo. Dice: “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra [de Dios], en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan” (Romanos 10:8-13). Este debe ser el resultado o la finalidad de oír y seguir la Palabra de Dios, la salvación por medio de Cristo.

Pablo pregunta: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?... Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:14-17). Por eso, siempre es un privilegio anunciar las buenas nuevas de lo que Cristo ha hecho y está haciendo por nosotros, y cómo podemos obedecer la Palabra de Dios para agradarle.

Pero el pueblo de Israel rechazó el Mesías, y por eso la oportunidad ahora es mayormente para los gentiles – aunque hay un remanente fiel judío que si aceptó a Cristo. Pablo explica: “Digo, pues, ¿Ha desechado Dios a su pueblo? De ninguna manera. Porque también yo soy israelita… Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia” (Romanos 11:1,5).

¿Qué sucederá con el resto de Israel que no ha creído? Pablo relata: “Digo pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos… Pero si su exclusión es la reconciliación del mundo. ¿Qué será su admisión [de Israel] sino vida de entre los muertos’ (Romanos 11:11-15)? Pablo ahora revela que todo este pueblo de Israel no se ha perdido, ni ha muerto en vano, sino que habrá para ellos una futura oportunidad de arrepentimiento.

Pablo ilustra esta verdad con la analogía de un injerto en un árbol de olivo. Dice: “Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a si… No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará…Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento [de porosis, o cubrir con un cayo] en parte [temporalmente], hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados… Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes para que, por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia de todos. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (Romanos 11:16-32).

El “misterio” que aquí menciona Pablo es el plan de salvación de Dios, que en el futuro, cuando venga Cristo, Israel tendrá una oportunidad de ser salva. Para algunos será en el Milenio, y para la gran mayoría será en la segunda resurrección. En 1 Corintios 15:22-24, Pablo aclara estas distintas resurrecciones: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados [resucitados]. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre.

Al contemplar este maravilloso plan de salvación de Dios, Pablo se regocija y exclama: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!... Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea gloria por los siglos” (Romanos 11:33-36).

Terminada esta sección, Pablo ahora dirige consejos a los hermanos romanos para mejor seguir esta vida cristiana. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Esto significa prestarnos enteramente al servicio de Dios. “La verdadera adoración no es ofrecerle a Dios una liturgia ni un rito, sino es ofrecerle a Dios cada día nuestro cuerpo y todo lo que hacemos con él” (Barclay).

¿Cómo se cumple con este servicio a Dios? Pablo explica: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). La verdadera adoración es no conformarse a este falso sistema de valores y creencias que vemos en esta sociedad. En vez de eso debemos renovar nuestro entendimiento de las cosas al conformarlas a la Palabra de Dios, para hacer su voluntad. La palabra “Transformaos” es metamorphousthai, de donde viene nuestro término, metamorfosis, o la transformación de una fea oruga a una hermosa mariposa. Nosotros también estamos en un proceso de transformación, de un ser insignificante de carne y hueso, a un magnífico hijo de Dios.

Esto significa vestirse de humildad, como dice Pablo “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3). Uno de los grandes peligros que puede arruinar ese proceso de metamorfosis es el orgullo y la vanidad al recibir dones y capacidades de Dios. Pablo nos recuerda que todo esto viene de Dios, y debemos mantener la humildad entre nosotros.

Ahora Pablo enumera estos distintos dones: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe” (Romanos 12:4-6). La palabra profecía en griego es propheteia, que en el Nuevo Testamento significa principalmente la predicación de la Palabra de Dios, y sólo en raras ocasiones, predecir el futuro. “Al completarse el Nuevo Testamento, el elemento de la profecía aparentemente terminó 1 Corintios 13:8-9. En lugar del profeta, ahora se incorporaron los predicadores de la Palabra de Dios (vea 2 Pedro 2:1). La diferencia ocurrió debido a que el mensaje del profeta fue una revelación directa de la mente de Dios, mientras que el mensaje del predicador es tomado de una revelación completa que se encuentra en las Escrituras” (Vine, p. 221).

El siguiente don es el de servir, de la palabra diakonía, que es la capacidad de servir a la obra de Dios y a los hermanos en forma práctica. Todos pueden participar en ello. Luego viene el que enseña, de didasko, o dar instrucciones. “El mensaje de Cristo necesita no solo ser proclamado, sino también explicado. El predicar sin entender el trasfondo de la enseñanza es trabajar en vano” (Barclay).

Después viene exhortar, de paraklesis, que significa respaldar y animar a otros. “Existe un reglamento en la marina británica que prohíbe que un oficial hable en forma desalentadora con otro de una tarea que está emprendiendo” (Barclay).

El siguiente don es “el que reparte, con liberalidad”, de metadidomi, que es compartir nuestras vidas y bendiciones con los hermanos y preocuparnos por ellos. Luego viene “el que preside, con solicitud”, de proistemi, o el que está a cargo, que lo haga con diligencia, pues tendrá que rendir cuentas a Cristo. Finalmente, el don de ser misericordioso, de eleos, que es sentir pena por el otro, y perdonar las ofensas de tal manera que la otra persona no se sienta humillada.

Luego en Romanos 12:9-21, Pablo entrega 20 reglas para cumplir con la voluntad de Dios. Dice: (1) “El amor sea sin fingimiento”, de anupokritos – que significa no tener hipocresía – amar sinceramente y de corazón. (2) “Aborreced lo malo, seguid lo bueno”. No se puede ser pasivo ante lo malo, sino repudiarlo, y no basta con eso, sino hay que hacer lo bueno. (3) Amaos los unos a los otros con amor fraternal, de filostorgos, que significa amor familiar. Nos debemos amar porque somos miembros de una familia, y somos hermanos y hermanas porque tenemos el mismo padre, Dios, y nuestro hermano mayor, Cristo. (4) “En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. Esto cuesta mucho, el dar honra a otra persona, en vez de envidiarle. (5) “En lo que requiere diligencia, no perezosos”. Es fácil ser diligente cuando uno se beneficia, pero es difícil cuando tiene que ser en las cosas de Dios. Ser diligente en la oración, el estudio, la meditación y el ayuno. (6) “Fervientes en espíritu” de zeo, que es algo hirviente – de ahí viene “fervor”. (7) “Sirviendo al Señor”, aquí vemos hacia quién debemos tener ese fervor. (8) “Gozosos en la esperanza”, es decir, tener ese optimismo del que, si Dios es por nosotros, ¿quién puede contra nosotros? “No existen situaciones sin esperanza en la vida, sino sólo personas que se han desesperanzado al respecto” (Barclay). (9) “Sufridos en la tribulación”, o sea, ser perseverantes, y jamás darnos por vencidos. Cristo dijo: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). (10) “Constantes en la oración”, de proskartereo, que es mantenerse firme, y no flaquear. (11) “Compartiendo para las necesidades de los santos” aquí nos insta a tener un corazón generoso hacia los hermanos necesitados de la iglesia. El tercer diezmo, según es aplicado en la iglesia, es la mejor manera de mostrar esa generosidad hacia las viudas y otras personas necesitadas. (12) “Practicando la hospitalidad”, que es la disposición a hospedar al hermano que lo necesite. (13) “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis”. Tenemos los ejemplos de Jesús, Esteban y Pablo, y el principio es resumido por Cristo al decir: “Amad a vuestros enemigos, bendecir a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?... Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:44-48).

(14) “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. He aquí un principio de empatía, no llorar con el que goza, ni gozar ante el que llora. Proverbios 25:20 dice: “El que canta canciones al corazón afligido es como el que quita la ropa en tiempo de frío, o el que sobre el jabón echa vinagre”. El de corazón afligido quiere consuelo y respeto hacia sus sentimientos y no es el momento para festejar, sino para consolar. (15) “Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes”. Una vez bautizada la persona, es nuestro hermano, y no importa la condición económica ni cultural. Debemos asociarnos con todos, y no sólo con algunos hermanos. Eso no quiere decir que no existen preferencias, que es natural, sino que no debemos excluir a nadie. (16) “No seáis sabios en vuestra opinión”, que viene de Proverbios 3:7-8, que añade: “Teme al Eterno, y apártate del mal, porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”. No hay lugar para la vanidad ni el orgullo, pues la sabiduría viene de Dios (Santiago 1:5). (17) “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres”, es decir, hay que dar al mundo un ejemplo de no maltratar a nadie, ni responder con violencia, aunque sea un enemigo. (18) “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Pablo sabe que a veces, no depende de nosotros mantener la paz, y habrá que separarse de la persona que, en vez de paz, hace la guerra. Dios sólo espera que hagamos nuestra parte. Hasta Dios tuvo que actuar y reprender la rebelión angelical, que no dependió de él, sino de los ángeles rebeldes, que no mantuvieron la paz. (19) No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Jamás debemos buscar la venganza, que produce pensamientos malsanos de odio. Al rebajarnos a la venganza significa dejarnos ser conquistados por la maldad. Sabemos que, si le oramos a Dios, él se encargará mucho mejor de nuestros adversarios. Cuando Pablo fue duramente perseguido por una persona en particular, ¿qué hizo? Dijo: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos” (2 Timoteo 4:14). (20) “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” Si uno trata bien al adversario, le dará tanta vergüenza, que de repente, en muchos casos dejará de molestar. Las ascuas sobre la cabeza es una forma gráfica de este principio, pues “arderá de vergüenza” por el mal que hizo. No es fácil seguir este procedimiento, pero funciona, y después se vuelve en hábito – el amor debe prevalecer siempre sobre el odio y el desquite.

En el siguiente estudio cambiamos de tema, que comienza con el capítulo 13 de Romanos.