¿Fue cambiado el sábado bíblico por el domingo?
El mandamiento de Dios respecto a su día de reposo es bastante claro: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para el Eterno tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).
Dios repitió los fundamentos de este mandamiento en Deuteronomio 5:12-15 y también en Levítico 23:3. Aquí, en el versículo anterior declara como prefacio que el día de reposo semanal es una de “las fiestas solemnes del Eterno, las cuales proclamareis como santas convocaciones” (énfasis nuestro en todo este artículo). En este pasaje Dios explica que el sábado es una de sus fiestas y que no son solo para el pueblo judío o el antiguo Israel, como muchos suponen. Afirma además que es una “santa convocación” o, como lo expresan algunas traducciones, una “asamblea santa” (Nueva Traducción Viviente).
En la Biblia encontramos afirmaciones muy claras de que el sábado es santo –apartado– como lo declara Dios mismo en múltiples ocasiones. Es un día para descansar de nuestras labores normales y congregarnos para adorarlo.
Sin embargo, a pesar de tan claras instrucciones y del hecho que Jesucristo se declaró a sí mismo “Señor del sábado” (Mateo 12:8; Marcos 2:28), la mayor parte de lo que ahora se denomina cristianismo considera el domingo como el día de reposo o piensa que este mandamiento ya no tiene importancia. Pero, para que quede claro, el domingo es el primer día de la semana, tal y como indican desde hace siglos los calendarios (aunque algunos han adoptado recientemente el calendario comercial, que pone el domingo al final). El sábado bíblico comienza a la puesta del sol del viernes y concluye a la puesta del sol del sábado, ya que la Biblia cuenta los días comenzando a la puesta del sol (véase Génesis 1:5, 8, 13, 19, 23, 31; Levítico 23:32).
¿Cómo y cuándo tuvo lugar este reemplazo? ¿Quién autorizó esta sustitución antibíblica, y por qué?
Una historia con un pasado turbio
Para entender la historia, debemos viajar al primer siglo y comprender las poderosas fuerzas que afectaban a la Iglesia.
Norbert Brox, profesor de historia de la Iglesia primitiva en la Universidad de Ratisbona (Alemania), describe el punto de vista de la Iglesia primitiva antes de este cambio: “Las primeras comunidades [cristianas] eran grupos que se formaron dentro del judaísmo . . . Los cristianos creían, como antes, en el Dios de Israel: su Biblia era la Biblia de los judíos . . . Seguían observando (como Jesús) la práctica judía del culto en el templo y la ley (Hechos 2:46; 10:14), y daban a los de fuera la impresión de ser una secta judía (Hechos 24:5, 14; 28:22), no una nueva religión. Probablemente ellos mismos también se consideraban simplemente judíos” (A Concise History of the Early Church [Breve historia de la Iglesia primitiva], 1996, p. 4).
Esto se explica claramente en el libro de los Hechos. Los miembros de la Iglesia primitiva continuaron con las prácticas que conocían desde hacía mucho tiempo, entre ellas seguir el ejemplo de Jesucristo de venerar y santificar el día de reposo de Dios (Mateo 12:8; 24:20; Marcos 1:21; 2:27-28; 6:2; 16:1; Lucas 4:16; 13:10; 23:56; Hechos 13:14, 42, 44; 16:13; 17:1-3; 18:4).
Sin embargo, en solo unas cuantas décadas las cosas empezaron a cambiar. Durante la época de los apóstoles, algunos que afirmaban ser fieles ministros de Cristo comenzaron a introducir enseñanzas heréticas. El apóstol Pablo describió a tales hombres y sus métodos: “Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia” (2 Corintios 11:13-15).
El daño causado por estas falsas enseñanzas se extendió por todas partes. Cerca del final del primer siglo, el apóstol Juan escribió sobre un falso ministro que, después de adquirir gran poder, ¡rechazaba abiertamente a los propios mensajeros de Juan y excomulgaba a los miembros fieles de la Iglesia! (3 Juan 9-10).
Cuando Juan concluyó sus escritos a finales del primer siglo, los libros y cartas que formarían lo que llamamos el Nuevo Testamento estaban completos. Sin embargo, con su muerte prácticamente cesaron los relatos fidedignos de testigos oculares sobre acontecimientos y cambios en la Iglesia, y nos queda poca información fiable respecto a los siglos siguientes.
La persecución provoca cambios
Parte de la falta de información sobre esta época se debe a la persecución de la Iglesia. Bajo el emperador Nerón (54-68 d. C.) se culpó a los cristianos de Roma de incendiar la ciudad, y muchos fueron martirizados. Más tarde, el emperador romano Domiciano (81-96 d. C.) exigió que todos los ciudadanos del imperio lo adoraran como a un dios. Los cristianos y judíos que por obedecer los mandamientos de Dios se negaron a cumplir el edicto, fueron perseguidos con saña. Durante las décadas y siglos siguientes, tanto el cristianismo como el judaísmo fueron blanco de sangrientas persecuciones.
En los siglos i y ii, los judíos de Tierra Santa se rebelaron contra el dominio romano. Esta segunda rebelión se enfocó específicamente en la persecución de los judíos y el judaísmo. Tras capturar Jerusalén, el emperador romano Adriano (117-138 d. C.) la arrasó y construyó una nueva ciudad, a la que los judíos tenían prohibido incluso entrar. También prohibió la circuncisión y la observancia
del sábado.
El profesor Brox describe el efecto que esto tuvo en la Iglesia: “Los cristianos judíos de Palestina habían sido expulsados en la primera guerra judía (66-70), pero luego habían regresado a Jerusalén; sin embargo, tras la revuelta de Bar Kokhba, la segunda guerra judía contra los romanos (132-135), tuvieron que abandonar el territorio porque, como judíos, habían sido circuncidados, y ahora todos los judíos estaban desterrados bajo pena de muerte. Así que, al menos momentáneamente, eso significó el fin de esta iglesia [de Jerusalén]”
(Brox, p. 19).
De los escasos registros históricos que hay se desprende que, durante esta época de intensa persecución de los judíos, un número no menor de cristianos comenzó a evitar cualquier identificación con el judaísmo. La parte más visible del cristianismo inició una transición significativa de las enseñanzas de los apóstoles a una filosofía religiosa antijudía.
Las antiguas prácticas comunes con el judaísmo, como descansar y rendir culto en el día de reposo semanal y guardar las fiestas ordenadas por Dios que se encuentran en la Biblia, empezaron a decaer rápidamente a medida que nuevas costumbres se introducían en la Iglesia. Pocos tuvieron el valor de enfrentarse a la continua persecución por permanecer fieles a las prácticas bíblicas que habían seguido y transmitido los apóstoles de Cristo.
Durante esta época turbia surgió una versión muy diferente del cristianismo, una con sede en Roma y prácticas de culto claramente distintas. A finales del siglo ii, el obispo Víctor I de Roma (189-199 d. C.) emitió un ultimátum según el cual todos debían “seguir la práctica dominical [de culto] de la iglesia romana” (Brox, p. 124).
Constantino respalda un “cristianismo” diferente
El reinado de Constantino como emperador (309-337 d. C.) cambió de manera aún más drástica la dirección que tomaría el cristianismo. Aunque toda su vida fue un adorador del sol, bajo su mandato el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio romano y él mismo se bautizó, aunque solo cuando ya se hallaba en su lecho de muerte.
Bajo su estricta supervisión, en el Concilio de Nicea (325 d. C.) se rechazó la observancia de la Pascua bíblica en favor de la Pascua de Resurrección hecha por el hombre, saturada de costumbres paganas. Constantino declaró que los que se negaban a seguir el ejemplo de la iglesia romana eran herejes y debían ser excomulgados. La carta que escribió al respecto mostraba la profundidad de su disgusto ante prácticas que consideraba “judías”, pero que en realidad eran mandamientos bíblicos.
“Parecía algo indigno”, decretó, “que en la celebración de esta santísima fiesta [la Pascua] siguiéramos la práctica de los judíos, que impíamente han manchado sus manos con un enorme pecado, y están, por lo tanto, merecidamente afligidos con la ceguera del alma . . . No tengamos pues nada en común con la detestable muchedumbre judía . . .
“Esfuérzate y ora continuamente para que la pureza de tu alma no parezca en nada mancillada por la comunión con la costumbre de estos hombres tan perversos . . . Todos deben unirse en . . . evitar toda participación en la conducta perjura de los judíos” (citado por Eusebio, Life of Constantine [Vida de Constantino], 3, 18-19, Padres nicenos y posnicenos, 1979, segunda serie, vol. 1, pp. 524-525).
El historiador británico Paul Johnson resume cómo la decisión de Constantino de fusionar prácticas religiosas produjo un cristianismo corrompido que mezclaba paganismo con elementos bíblicos: “Muchos cristianos no hacían una distinción clara entre este culto al sol [el mitraísmo] y el suyo propio. Celebraban sus servicios en domingo, se arrodillaban hacia Oriente y celebraban su fiesta de la natividad el 25 de diciembre, el cumpleaños del sol en el solsticio de invierno . . . ¿Se rindió el imperio al cristianismo, o el cristianismo se prostituyó al imperio?” (A History of Christianism [Una historia del cristianismo], 1976, pp. 67-69).
Del sábado al domingo
La larga inmersión de Constantino en el culto al sol lo llevó a cambiar formalmente el día de descanso semanal de la cristiandad al domingo, el día de culto al sol. “En el año 321 Constantino proclamó el domingo como día de descanso semanal . . . y en él no se trabajaba . . . El descanso del trabajo en el domingo cristiano se derivaba del mandamiento del sábado judío, con el cual el domingo no tenía intrínsecamente ninguna relación” (Brox, p. 105).
En lo que ahora era un cristianismo en su mayor parte transformado, algunos siguieron guardando por algún tiempo el sábado y otras fiestas como habían hecho Jesús y los apóstoles; pero esto no duraría. Robin Fox, profesor de historia antigua en la Universidad de Oxford, afirma: “En la década de 430, el concilio cristiano de Laodicea dictaminó detalladamente en contra de la observancia cristiana del sábado judío . . . y de su observancia de las fiestas judías” (Pagans and Christians [Paganos y cristianos], 1987, p. 482).
El edicto del concilio sobre el sábado afirmaba: “Los cristianos no deben judaizar descansando el sábado, sino que deben trabajar ese día, honrando más bien [el domingo]; y, si pueden, descansando entonces como cristianos. Pero si se descubre que alguno es judaizante, que sea anatema [cortado] de Cristo”.
Lo que siguió fueron siglos de persecución por parte de un poder eclesiástico y estatal ahora combinado. La observancia del sábado, el séptimo día, fue en gran parte erradicada excepto por una minoría pequeña y dispersa que continuó siguiendo fielmente los mandamientos de Dios.
Entonces, ¿cuándo y cómo cambió el día de descanso y culto del cristianismo?
Admisión de la verdad sobre el cambio del mandamiento de Dios
El cardenal James Gibbons, arzobispo de Baltimore a principios del siglo xx, admite la verdad sobre la sustitución del séptimo día bíblico por el domingo: “Usted puede leer la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis y no encontrará ni una sola línea que autorice la santificación del domingo. Las Escrituras imponen la observancia religiosa del sábado, un día que nunca santificamos” (The Faith of Our Fathers [La fe de nuestros padres], 1917, p. 89).
The Convert's Catechism of Catholic Doctrine [Catecismo de la doctrina católica del converso] ofrece esta concisa explicación de preguntas y respuestas sobre la historia que hemos tratado anteriormente:
“P: ¿Cuál es el día de reposo?
“R: El sábado es el día de reposo.
“P: ¿Por qué observamos el domingo en lugar del sábado?
“R: Observamos el domingo en lugar del sábado porque la Iglesia católica, en el Concilio de Laodicea, trasladó la solemnidad del sábado al domingo” (Peter Geiermann, 1957,
p. 50).
Muchas denominaciones protestantes admiten igualmente que el sábado es el día de reposo bíblico, pero el cambio fue realizado por la Iglesia católica romana y no existe ninguna base bíblica para la observancia del domingo (véase la lista de tales admisiones en nuestra guía de estudio gratuita mencionada más abajo).
Sin embargo, aún quedan cristianos que siguen fielmente a Dios y disfrutan de las bendiciones de obedecer sus mandamientos. Han descubierto el camino “estrecho” de la vida que pocos encuentran (Mateo 7:14). Con la ayuda de Dios, ¡ojalá que usted también busque su voluntad y la siga! BN