Un reino imperecedero
Hace poco me llamó la atención el título de un nuevo libro: The Habsburg Way: Seven Rules for Turbulent Times (El método de los Habsburgo: Siete reglas para tiempos turbulentos). Fue escrito por un descendiente de los Habsburgo, la gran dinastía europea que se remonta al siglo xiii y que gobernó gran parte de Europa, además de otros cuatro continentes.
En pleno apogeo, los dominios de dicha dinastía abarcaban amplias zonas del continente americano, incluida California. Sin embargo, esta gran potencia mundial llegó a su fin tras la Primera Guerra Mundial. Los miembros supervivientes de la familia mantienen vivo el nombre a través de libros como este, pero es un nombre del pasado, en gran parte desconocido para la generación actual, y solo uno más de los muchos imperios influyentes que existieron.
Los “imperios” actuales también desaparecerán. Estados Unidos, en su papel de superpotencia mundial, puede considerarse un imperio. China procura extender su poder mundial en un intento de sustituir a Estados Unidos en la cima. Rusia se afirma en la escena mundial, buscando la restauración del poder que una vez tuvo bajo la antigua Unión Soviética.
Otras naciones como Irán, India, Turquía y Arabia Saudita intentan alzarse en sus regiones como potencias relevantes. De hecho, tanto imperios como reinos siguen existiendo, aunque no se utilicen estos términos. Sin embargo, con el tiempo todos llegarán al mismo fin que los Habsburgo y los demás: cesarán y serán sustituidos. Pero ¿con qué?
La historia de la humanidad tiene periodos de gloria y fracaso. Cada reino ha concluido, para ser sustituido por otro. Cuando uno estudia el auge y caída de los imperios, puede entender mejor las palabras de Salomón: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Eclesiastés 1:9). Pero la Biblia revela un reino venidero que permanecerá para siempre; y la buena noticia es que podemos prepararnos para heredar ese reino cambiando nuestra vida hoy mismo.
Un reino tras otro
El profeta Daniel interpretó un sueño que había tenido Nabucodonosor, rey de Babilonia. Este, soberano de un imperio que se alzaba en Oriente Medio en un momento crucial de la historia, estaba asustado por visiones y sueños mientras dormía. De todos los sabios de la corte del rey, Daniel, un joven esclavo hebreo recién traído de Jerusalén, era el único que podía interpretar el significado de los sueños. Daniel dijo al rey que el Dios del cielo era revelador de secretos y que a través de él revelaría a Nabucodonosor lo que sucedería en los últimos días, en los tiempos del fin (Daniel 2:28-29).
Daniel procedió a explicar el sueño de una imagen con apariencia humana compuesta de cuatro partes, cada una de un metal diferente: oro, plata, bronce y hierro. La sección inferior de la cuarta parte era una mezcla poco firme de hierro y arcilla. Las cuatro partes metálicas representaban una sucesión de imperios: Babilonia, Persia, Grecia y Roma, y los dedos y los pies de la imagen representaban el resurgimiento del sistema romano al final de los tiempos (véase nuestra guía de estudio Usted puede entender la profecía bíblica). Esta interpretación se detalla aún más en la visión del propio Daniel registrada en el capítulo 7. Representa una visión extraordinaria de la historia del mundo, desde el siglo vi a. C. hasta el momento de la segunda venida de Cristo.
Todos estos reinos, además de muchos otros, se levantaron y cayeron, incluido el de los Habsburgo al que nos referimos anteriormente. Lo que ocurre con todos estos reinos al final de la interpretación de Daniel constituye la clave para usted y para mí. La historia es una crónica de sufrimiento, corrupción y despilfarro intercalado de esperanza, aspiraciones y Dios. Dios ha guiado la historia humana de acuerdo con su propósito, y hay algo en ese propósito que no logran comprender quienes se desesperan ante el triste registro. El punto final de Daniel en esta historia le concierne a usted.
No será dejado en manos de otros
Daniel se centra en la cuarta parte de la imagen, la porción hecha de hierro. Este cuarto reino rompería y aplastaría a todos los demás. Pero los pies y los diez dedos, compuestos “en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro” (Daniel 2:41), representan una unión fuerte pero frágil, es decir, sus pueblos dispares no se amalgamarían bien entre sí.
Este último imperio, llamado “Babilonia la Grande”, llegará a su fin cuando Dios intervenga en la historia para poner fin al mal gobierno humano del mundo, lo cual es representado por una piedra que rompe la imagen. Así describe Daniel este acontecimiento:
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación” (Daniel 2:44-45).
Al igual que los reinos terrenales literales de la imagen, este Reino que Dios establece (la piedra cortada “no con mano”, versículo 45) también será un reino literal establecido en esta Tierra. El Reino de Dios, profetizado a lo largo de las Escrituras, vendrá a la Tierra con Jesucristo y sustituirá a los reinos de este mundo.
Fíjese en la afirmación “ni será el reino dejado a otro pueblo”. ¿Qué significa esto? Significa que el reino no será dejado a la dinastía Habsburgo de Austria. No será dejado a la dinastía Romanov de Rusia. No será heredado por la dinastía Windsor de Gran Bretaña. No será dejado a aquellos que cuando se enfrenten al juicio de Dios “blasfemaron . . . y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16:11).
¿A quién se le dejará? ¿Quién heredará este reino eterno? Daniel más tarde registra: “. . . el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos [aquellos apartados] del Altísimo” (Daniel 7:27).
Lea lo que Jesucristo dice que hará, habiendo separado a sus verdaderos seguidores: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis” (Mateo 25:34-35).
El reino venidero se entregará a quienes en esta vida hayan adoptado las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Ellos son sus discípulos que lo dieron todo por la perla preciosa, el Reino de Dios. Son los llamados, elegidos y fieles (Apocalipsis 17:14) en un mundo donde la fe ha sido abandonada. Se entregará a un grupo que ama la verdad encarnada en la vida y enseñanzas de Jesús: aquellos que deciden apartarse de un mundo de mentiras y adoptar la verdad.
Usted puede formar parte de este grupo
La Biblia llama “primicias” a los de este grupo, es decir, ellos constituirán la primera cosecha espiritual de toda la humanidad (Santiago 1:18). Obsérvese cómo se les describe en el libro del Apocalipsis, que relata el final de la era. Aquí el engaño espiritual se ha apoderado del mundo y la guerra ha asolado las naciones. El hambre y la peste han sembrado el terror entre los supervivientes de la Tierra. Todo lo que una vez se conocía ha dado paso a otro imperio, el último imperio mundial, con todas sus promesas y esperanzas vacías. Pero hay un grupo de personas que han resistido y se niegan a adorar la mentira y el engaño.
En Apocalipsis 14 se dice que son vírgenes inmaculadas y espirituales, apartadas de los malos caminos y del culto del mundo que los rodea (v. 4). “Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero [Jesucristo] por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios” (v. 5).
Hoy Dios está preparando a este grupo llamado “primicias para Dios y para el Cordero”. Está formado por personas que se atreven a resistir la cultura actual que dice que lo bueno es malo y que lo malo es bueno. Desafían a un mundo rebelde y progresista que rechaza el orden natural de la creación, valoran a Dios y obedecen las enseñanzas de Jesús. Al resistirse a los caminos de este mundo y adoptar las leyes y el camino del mundo venidero, el Reino de Dios, se preparan para heredar ese reino que no se dejará a otros.
Y usted puede formar parte de ese grupo si elige aceptar a Jesucristo como Salvador y Rey, comprometiéndose a vivir según las enseñanzas del reino venidero. Pero es preciso que elija. Que elija creer que la Biblia es la instrucción revelada de Dios, y que tiene un papel que jugar en su vida.
Su vida tiene significado y sentido. Hay una razón por la cual ha leído este artículo y este número de Las Buenas Noticias hasta aquí. Acepte que el Reino de Dios será un verdadero “imperio”, un reino literal que Cristo establecerá tras su regreso a la Tierra. Eso es lo que Daniel vio y predijo. Dios está preparando al pueblo que heredará ese reino y que, junto con Cristo, comenzará a establecer una cultura y una sociedad basadas en la verdad bíblica.
Le invitamos a conocer más acerca de este asombroso futuro. La intervención de Jesús en los asuntos mundiales es el acontecimiento que cambiará toda la historia y embarcará a la humanidad en el capítulo final que el Eterno ha diseñado para todos en esta Tierra. ¡Ya puede prepararse para ese momento! BN