Cuando parece que Dios no nos escucha ni contesta
Una de las cosas más desalentadoras y destructivas de nuestra fe es el creer que Dios no escucha nuestras oraciones, o que no nos contesta, o que no le importa nuestro sufrimiento. Es fácil pensar así cuando Dios no nos responde en el momento y en la forma en que nosotros queremos.
El apóstol Pablo pudo haber llegado a la conclusión de que Dios no le escuchaba. Al fin y al cabo, él le pidió que lo librara de una aflicción seria; pero Dios no le concedió su petición.
¿Quiere decir esto que Pablo no tenía la suficiente fe? Claro que no. Su vida es un ejemplo de lo que es tener una fe viva.
Notemos lo que dice el apóstol al respecto: “Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee . . . respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí” (2 Corintios 12:7-8).
¿En qué consistía esa prueba, ese “mensajero de Satanás”? A juzgar por algunos comentarios que Pablo hace en sus epístolas, podemos deducir que tal vez se trataba de algún problema en sus ojos: “Vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis . . . os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos” (Gálatas 4:13-15). Casi al final de la epístola dice: “Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano” (Gálatas 6:11). Quizá Pablo tenía que escribir en letras grandes para poder leer lo que escribía.
Años después, les escribió a los corintios y les dijo que tres veces le había rogado a Dios que le quitara ese “aguijón” (2 Corintios 12:7-8). La brevedad de este comentario no debe hacernos suponer que las oraciones de Pablo no fueron fervorosas. Él quería ser librado de ese impedimento a fin de poder predicar el evangelio en forma más eficiente y cuidar de las congregaciones que Dios había formado por su conducto.
La respuesta de Dios
Pablo pudo haber pensado que Dios no había escuchado sus ruegos. Sin embargo, no fue así. Dios simplemente le dio una respuesta inesperada: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
Aquí no es claro si Dios le dijo estas palabras directamente a Pablo, o si Pablo gradualmente llegó a entender cuál era la voluntad de Dios en este caso. Lo que sí es claro es que el apóstol pudo llegar a un entendimiento espiritual más profundo que reafirmó su fe y su dedicación a Dios.
El apóstol pudo entender que el crédito de lo que lograra no le correspondía realmente a él sino a Dios y a Jesucristo, y que su debilidad lo acercaba más a esa fuente de poder: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (vv. 9-10).
La experiencia de Pablo permanece como una lección espiritual para nosotros. En ciertas ocasiones la respuesta que Dios nos da puede ser “no” o “todavía no”. Él nunca tuvo la intención de que nuestros cuerpos físicos fueran imperecederos. Nos dio una existencia que puede durar hasta 70 años o más (Salmos 90:10). Su mayor interés es que vayamos forjando un carácter justo y que cultivemos una relación estrecha e íntima con él que dure toda la eternidad. Quiere resucitarnos a la vida eterna y darnos un cuerpo libre de debilidades, enfermedades y muerte: un cuerpo espiritual e inmortal (1 Corintios 15:40-44, 50-54).
Pablo entendió que mientras llega ese momento, nuestro amoroso Dios jamás permitirá que tengamos pruebas que no podamos soportar con su ayuda: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). Algunas veces, esa “salida” es sencillamente la determinación de sobrellevar la prueba hasta el final.
Sumisión a Dios
Pablo no fue el único que aprendió que la verdadera fe viva, la que produce obras según la voluntad de Dios, es mucho más importante que la salud física y la longevidad. El mismo Jesús, sabiendo que en unas pocas horas más estaría enfrentándose a una muerte horripilante, de rodillas clamó: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa” (Mateo 26:39). A Jesús le angustiaba el tener que pasar por tan tremendo sufrimiento, pero sabía que su muerte haría posible la redención de toda la humanidad. Por eso dijo: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú” (v. 39; Lucas 22:42). Jesucristo, nuestro ejemplo perfecto, sabía que la voluntad del Padre era más importante que la de él.
Dios sabe qué es lo mejor para nosotros, aunque no sea lo que queramos o deseemos en el momento. Uno de los apóstoles nos recomienda: “[Echad] toda vuestra ansiedad sobre [Dios], porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Por otra parte, Pablo nos dice que debemos estar persuadidos de que “el que comenzó en [nosotros] la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). Debido a que Dios está trabajando con nosotros con la perspectiva mucho más amplia de ayudarnos a adquirir fe y formar un carácter santo y justo, no siempre contesta nuestras oraciones como nosotros lo deseamos.
Unos fueron librados, otros no
En Hebreos 11 se nos dice que algunas mujeres “recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada . . . Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (vv. 35-40).
Dios no contesta siempre nuestras oraciones como nosotros esperamos, y no siempre nos libra instantáneamente de nuestras pruebas. Sin embargo, él siempre hace lo que es mejor para nosotros.