Cómo se acabará con el mal
¡El mundo de hoy está totalmente sumido en la maldad! Sobre nosotros se cierne un sofocante manto de perversidades, unas conocidas y otras no. Algunas las hemos experimentado personalmente, y de otras nos enteramos mediante el caleidoscopio de pantallas digitales (teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras y televisores) que se han apoderado de nuestras vidas cada vez más caóticas.
Pero imagine por un momento qué pasaría si estas maldades no existieran. ¿Cómo sería el mundo? Este concepto puede resultar difícil de comprender bajo la oscuridad de esta era actual; sin embargo, se acerca un momento en que el mal ya no impregnará nuestro planeta. Pero ¿cómo será ello posible?
Cómo entender el bien y el mal
Para comprender cómo se eliminará definitivamente el mal, primero debemos saber lo que es. La gente a menudo piensa que es algo subjetivo y basado en los deseos y experiencias personales, pero si ese fuera el caso, el mal nunca podría acabar. En cambio, una vida abundante, libre del mal, exige que sea el Dios Creador quien defina lo que es bueno y lo que es malo.
El mal es un concepto que aparece en la recién creada humanidad en el huerto de Edén; pero sus raíces se remontan aún más atrás, a un ángel rebelde que llegó a convertirse en Satanás.
Adán y Eva, los primeros seres humanos, tuvieron la oportunidad de vivir eternamente sin sufrir las consecuencias del mal, pero para ello era necesario que tomaran cierta decisión. Por un lado, podían acatar los preceptos que Dios les había enseñado y tomar del árbol de la vida. Por otro, podían tomar del árbol del conocimiento del bien y del mal, en cuyo caso iban a poder definir por sí mismos qué era bueno y qué era malo. Debido a la seducción astuta y mentirosa de Satanás, que se apareció a ellos en el huerto en forma de serpiente, nuestros primeros padres humanos tomaron del segundo árbol, anteponiendo su propio juicio al de su Creador (Génesis 2:15-17; 3:4-7).
A pesar de este desastroso intento inicial de moralidad creada por el hombre, la Palabra de Dios es muy clara en cuanto al bien y el mal. En 1 Timoteo 1:8 y Romanos 7:12, Dios inspiró al apóstol Pablo para declarar que la ley de Dios es buena. La esencia misma de esta ley es el amor, es decir, la preocupación desinteresada por los demás (Romanos 13:10; 1 Juan 4:7-9). Por otro lado, infringir, o actuar en contra de la ley de Dios exaltándose a uno mismo por encima de Dios y de los demás, es sinónimo de maldad.
Además, “infracción de la ley” es la definición de “pecado” (1 Juan 3:4). Por tanto, la maldad es sinónimo de pecado. Y Pablo explica que la pena por el pecado es la muerte, lo opuesto a la dádiva divina de la vida eterna (Romanos 6:23).
Podemos ver la elección entre estos dos caminos y sus resultados en Deuteronomio 30:15-20, donde Dios nos insta a escoger la vida. Las bendiciones de esta elección son la consecuencia de obedecer los mandamientos de Dios; por el contrario, desobedecer a Dios se define como elegir el mal y la muerte, que es el castigo por el pecado o quebrantamiento de su ley.
El mal, entonces, es la decisión de seguir nuestra propia visión de moralidad, que es contraria a la ley de Dios, con las consecuencias de maldición y muerte (ver Proverbios 14:12; 16:25).
El instigador del mal que gobierna este mundo
Para que el mal llegue a su fin, es necesario además identificar y eliminar su propagación. Por supuesto, sabemos que fue la serpiente quien originalmente persuadió a la humanidad para que adoptara el camino del mal. Satanás se convirtió en “el dios de este siglo” (2 Corintios 4:4). Se le llama el maligno, y el mundo entero está bajo su poder (1 Juan 5:18-19).
Además, se le llama “el tentador” (Mateo 4:3; 1 Tesalonicenses 3:5). Él fomenta y difunde su versión de moralidad egoísta o maldad en los corazones y mentes; es llamado “el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2). Así que no es de extrañar que actualmente estemos rodeados de maldad.
Para acabar con el mal es necesario detener a su promotor e instigador, de manera que su impacto sobre las personas y la sociedad pueda revertirse.
Obviamente, algo anda mal en nuestra sociedad. En una encuesta reciente sobre “el problema del mal”, un 69 % de los adultos encuestados indicaron que creían que “el sufrimiento es principalmente el resultado de la forma en que está estructurada la sociedad” (Centro de Investigación Pew, 23 de noviembre de 2021). La sociedad ciertamente está corrompida, pero ¿por qué?
Muchos piensan que las personas son inherentemente buenas, y que son los factores sociales los que generan problemas. Pero la corrupción de la sociedad se origina en el corazón engañoso y perverso de los seres humanos (Jeremías 17:9). Todos han sido corrompidos por Satanás, y los problemas se han multiplicado como consecuencia de su engaño a la sociedad en su calidad de “príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11).
El amanecer de una nueva era
Finalmente, para eliminar el mal será necesario que el malvado gobernante de este mundo sea expulsado, y eso es exactamente lo que Jesucristo nos dice que sucederá (Juan 12:31). Estamos seguros de que próximamente “el gran dragón . . .
la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, que engaña al mundo entero”, será expulsado junto con sus ángeles, los demonios (Apocalipsis 12:9).
Además, un poco más adelante en este mismo capítulo se nos informa que podemos evitar el castigo por seguir a este ser maligno y sus caminos gracias a “la sangre del Cordero”, una referencia al sacrificio de Jesucristo, quien dio su vida para reconciliarnos con Dios, y mediante nuestro pleno compromiso a vivir por la verdad (versículo 11). A medida que continúa la historia, vemos que Satanás por fin será encerrado durante mil años “para que no [engañe] más a las naciones” (Apocalipsis 20:1-3). Esto sucederá cuando Jesucristo regrese para gobernar al mundo.
Quienes a lo largo de la historia hayan rechazado los caminos de Satanás escogiendo en vez el sacrificio de Jesús, y se hayan esforzado al mismo tiempo por seguir la ley de Dios con la ayuda de su Espíritu, serán resucitados para unirse con Cristo a su regreso (1 Corintios 15:51-58; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 11:15). Ellos participarán de la cena de bodas mencionada en Apocalipsis 19, y estarán con Cristo mientras se instaura un nuevo mundo para reemplazar la sociedad inicua que Satanás ha construido (Apocalipsis 20:4-6).
La nueva era prosperará y estará colmada de bendiciones y vida gracias a que Dios “nos enseñará en sus caminos . . . porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Miqueas 4:1-2).
El sufrimiento a causa del mal cesará y surgirá un mundo casi inimaginable y utópico, sin la habitual crueldad del mal, “porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:6-9).
Cristo y sus seguidores resucitados trabajarán con la humanidad durante mil años restaurando la sociedad que Satanás ha arruinado, en un paraíso libre de las garras del mal. Los que obedezcan la ley de Dios tendrán acceso al poder de su Espíritu Santo, que les ayudará a vencer el mal, y tendrán el potencial de convertirse en miembros de la familia misma de Dios (Juan 14:26; Hechos 5:32; Romanos 8:9-19). Este cambio interno de mente y corazón es necesario para que haya paz y felicidad en la sociedad. La humanidad finalmente tendrá la oportunidad de ver cómo funciona el camino de vida de Dios.
Sin embargo, como sucedió con Adán y Eva, todos debemos decidir si vamos a seguir a Dios o nos volveremos al mal. Al final del período de mil años, o Milenio, Satanás será liberado por última vez (Apocalipsis 20:7). Tristemente, aunque la gente habrá podido vivir una época gloriosa y libre de maldad, el diablo una vez más inducirá a algunos al engaño y la rebelión.
Algunos, que nunca habrán experimentado las horribles e imprevistas consecuencias del mal, se dejarán llevar por la cautivadora y engañosa convicción de que son capaces de decidir lo que está bien y lo que está mal mejor que su Creador (versículos 8-9). El fuego consumirá a estos enemigos, y todos los que finalmente persistan en rechazar a Dios y elijan el mal serán eliminados en el juicio final y arrojados a un lago de fuego ardiente (versículos 9-15; vea nuestra guía de estudio gratuita El cielo y el infierno: ¿Qué enseña realmente la Biblia?).
¡El mal finalmente acabará! Satanás y sus demonios alborotadores serán expulsados para siempre. Los malvados incorregibles que persistan en sus caminos y no paren de hacer el mal serán incinerados, convirtiéndose en cenizas bajo los pies de quienes escogieron hacer el bien (Malaquías 4:1-3). Por fin no habrá más maldad, crimen ni propagación del mal.
El mundo será tan diferente de su actual estado corrupto, que es difícil de imaginar. Pero será maravilloso, lleno de alegría y paz eternas. Finalmente, todos aquellos que hayan escogido obedecer los mandamientos de Dios y resistir el mal tendrán acceso al árbol de la vida (Apocalipsis 22:14). ¡El mal ya no existirá, y Dios contemplará su creación, liberada y renovada, y verá que es buena! BN