Orar para tener una nueva actitud y un espíritu correcto
La respuesta al llamamiento de Dios tiene que ver no sólo con el arrepentimiento de nuestra conducta pecaminosa, sino también con reconocer que nuestra mente se ha pervertido al seguir “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2).
Tenemos que darnos cuenta de que necesitamos un nuevo corazón, una forma diferente de pensar, una actitud y un espíritu correctos; en otras palabras, necesitamos un cambio total de mentalidad. Debemos reconocer que el corazón es engañoso “más que todas las cosas, y perverso” (Jeremías 17:9). Debemos sentir el profundo deseo de sustituir nuestra mente con la mente de Jesucristo (Filipenses 2:5).
Al igual que el rey David, nosotros también debemos clamar: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio . . .” (Salmos 51:10). Nuestro corazón —es decir, nuestra mente— es lo que produce el pecado en nosotros. Nuestras acciones se originan en los pensamientos. Qué y cómo somos es la manifestación profunda y directa de nuestra forma de pensar. Tenemos que clamar a Dios para que nos ayude a limpiarnos desde lo más profundo de nuestro ser.
Notemos el sincero arrepentimiento de David: “Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado” (Salmos 51:1-3, Nueva Versión Internacional).
Luego, en los versículos 6 al 10 continúa: “Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría. Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Anúnciame gozo y alegría [con tu perdón]; infunde gozo en estos huesos que has quebrantado. Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda mi maldad. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu” (NVI).