La ciencia, la Biblia y suposiciones erróneas
Por muchos años la teoría de la evolución ha sido promulgada ampliamente en las escuelas y universidades, y aceptada como cierta en el ámbito científico. Pero ahora, cada vez es mayor el número de científicos y profesores que dudan de ella y hasta la critican abiertamente.
¿Por qué está sucediendo esto? Porque a pesar de los adelantos fenomenales del conocimiento científico, los investigadores no han podido demostrar la veracidad de los postulados fundamentales de la teoría de la evolución. De hecho, muchos de éstos han sido completamente desmentidos.
A medida que más científicos y educadores se dan cuenta de las deficiencias de la teoría, más detenidamente la analizan. Sin embargo, en la comunidad científica no son pocos los que entienden lo que está en juego, y oponen una resistencia férrea a que se le haga un análisis crítico a la evolución.
El Dr. Phillip Johnson, profesor de derecho en la Universidad de California, ha escrito varios libros sobre el debate acerca de la evolución. Examina los argumentos en pro y en contra como si estuviera ante un tribunal y hace notar todo lo que está en juego para los defensores de la evolución: “La evolución naturalista no es tan sólo una teoría científica; es el relato oficial de la creación para la cultura moderna. El sacerdocio científico cuenta con la autoridad para interpretar el relato oficial de la creación, y adquiere por ello gran influencia cultural; y si el relato se pone en tela de juicio, podría perder [esa influencia]. Por consiguiente, es mucho lo que les motiva a los expertos a salvaguardar el relato . . .” (Darwin on Trial [“Proceso a Darwin”], 1993, p. 159).
El profesor Johnson hace un examen crítico de la lógica y el razonamiento que utilizan los evolucionistas, y hace una analogía entre la teoría celosamente defendida y un buque de guerra que tiene una vía de agua. “La evolución darviniana . . . es como un gran buque de guerra sobre el mar de la realidad. Por todos lados está acorazado con barreras filosóficas contra la crítica, y sobre su cubierta hay inmensos cañones retóricos, listos para amedrentar a posibles agresores.
”Parece tan impenetrable como parecía la Unión Soviética hace algunos años. Pero el buque tiene una vía de agua metafísica, y sus oficiales más perspicaces ya sienten que aun con toda su potencia de fuego no se salvará si no se tapa la vía de agua. Se harán, por supuesto, esfuerzos heroicos por salvar el buque . . . Será un espectáculo fascinante y la batalla se prolongará, pero finalmente ganará la realidad” (ibídem, pp. 169-170).
¿En qué estriba, realmente, el debate? ¿Cómo pudo ganarse tanto apoyo y aceptación una teoría carente de pruebas? ¿Por qué otros puntos de vista son desechados de plano? Y ¿por qué el relato bíblico del origen del universo y del hombre ha caído en descrédito?
Las raíces de la polémica entre la evolución y la Biblia tienen siglos de antigüedad.
Diferentes interpretaciones de la Biblia
Desafortunadamente, tanto científicos como clérigos han promulgado mitos acerca de la creación y la naturaleza. En siglos recientes, la ciencia ha refutado algunos conceptos religiosos acerca de la naturaleza y del universo que los dirigentes religiosos habían atribuido, erróneamente, a la Biblia. Lamentablemente, algunos dirigentes religiosos han respondido con un dogmatismo innecesario que, a la larga, no ha dado buenos frutos.
Por otra parte, debido a sus conceptos equivocados acerca de lo que dice la Biblia, y lo que no dice, muchos participantes en el debate han aceptado conclusiones erróneas.
Por ejemplo, en 1996 el papa Juan Pablo II desconcertó a católicos y no católicos por igual cuando en un discurso pronunciado ante la Academia Pontificia de Ciencias en Roma dijo que le parecía válida la teoría de la evolución, con sus mecanismos de selección natural y adaptaciones hereditarias, en el proceso evolutivo del hombre y otras especies.
¿Cómo se originó esta sorprendente declaración pontifical? ¿Qué factores influyeron en esta conclusión que tiene tantas repercusiones?
Según la revista noticiosa Time, en 1950 el papa Pío XII “se mostraba escéptico acerca de la evolución, pero admitía el estudio y las deliberaciones al respecto; las palabras de Juan Pablo demuestran que la iglesia acepta la evolución. Sin embargo, con respecto al origen del alma humana, él no tiene una opinión diferente de la que tenía Pío XII: que el alma humana proviene de Dios, aunque ‘el cuerpo haya provenido de una materia viva que existía anteriormente’.
”Es poco probable que esta declaración influya en el programa de estudios de los colegios católicos, los cuales han estudiado la evolución desde el decenio 1950-60. De hecho, los católicos en el siglo xx nunca se han distinguido por tomar la Biblia literalmente. Cuando se le preguntó a Peter Stravinskas, director de la edición de 1991 de la Catholic Encyclopedia [“Enciclopedia Católica”] acerca de las declaraciones del papa, él respondió: ‘En esencia, es lo mismo que escribió Agustín. Nos está diciendo que no debemos interpretar el Génesis literalmente, y que se trata de un lenguaje poético y teológico” (edición internacional de Time, 4 de noviembre de 1996, p. 59).
El teólogo Agustín de Hipona vivió de 354 a 430. En la Encyclopædia Britannica se le describe como “el personaje dominante de su época en la iglesia de occidente, reconocido generalmente como el pensador más grande del cristianismo antiguo”. Luego dice que Agustín “fusionó la religión del Nuevo Testamento y la tradición platónica de la filosofía griega” (15ª edición, Micropaedia, 1975, 1:649-650).
Agustín no se daba cuenta de las dificultades que les estaba causando a sus adeptos al considerar partes de la Biblia como alegóricas, al tiempo que incorporaba en sus enseñanzas los conceptos de los filósofos griegos. Por espacio de casi 1.300 años, que abarca la Edad Media, la iglesia de Roma basaba su explicación del universo en la opinión de esos filósofos.
Es más, los dirigentes eclesiásticos adoptaron la creencia de que la tierra era el centro del universo, un concepto enunciado por Tolomeo, astrónomo griego del siglo segundo. Según la Encyclopædia Britannica: “Tolomeo se basó en los trabajos realizados anteriormente por algunos astrónomos [griegos] para elaborar su detallada descripción de un universo que giraba alrededor de la tierra (geocéntrico), una idea muy revolucionaria pero errónea que dominó el mundo de la astronomía por más de 1.300 años . . .
”En esencia, es una síntesis de los resultados obtenidos por la astronomía griega . . . Con respecto al movimiento del sol, la luna y los planetas, nuevamente Tolomeo fue más allá de las observaciones y conclusiones de Hiparco, en este caso para formular su teoría geocéntrica, conocida popularmente como el sistema tolemaico” (15ª edición, Macropaedia, 1975, 15:179).
La Biblia y el universo
Por muchos siglos el concepto que se tenía del cosmos —en el que todo giraba en torno a una tierra inmóvil— correspondía al punto de vista griego, no a la perspectiva bíblica. La iglesia romana cometió el error de ligar su concepto del universo al que promulgaron los filósofos paganos y luego convertirlo en un artículo obligatorio de fe.
Aunque los griegos creían que Atlas sostuvo primero los cielos y después la tierra, y los hindúes afirmaban que la tierra reposaba sobre cuatro gigantescos elefantes, hace muchos siglos que en la Biblia se encuentra una descripción que refleja muy acertadamente la realidad. En Job 26:7 leemos que Dios “cuelga la tierra sobre nada”, un concepto sorprendentemente moderno. La ciencia ha demostrado que esta “nada” que mantiene a nuestro planeta girando en su órbita es la fuerza de la gravedad.
Con el transcurso del tiempo se demostró que las ideas griegas eran erróneas. Según las palabras del físico británico Alan Hayward: “Cuando los primeros padres de la iglesia afirmaban que el mundo era plano, creían que estaban defendiendo lo que decía la Biblia. Pero lo que estaba ocurriendo en realidad era que estaban defendiendo sus interpretaciones erróneas de la Biblia. A la larga, lo que lograron con esta conducta fue darle a la gente la impresión de que en la búsqueda del conocimiento, el cristianismo se oponía al método científico” (Creation and Evolution: Rethinking the Evidence From Science and the Bible (“La creación y la evolución: Nuevo análisis de los hechos de la ciencia y de la Biblia”), 1985, p. 80).
Transcurrieron varios siglos antes de que Nicolás Copérnico, con base en sus cálculos, se dio cuenta de que la tierra no era el centro del universo. Sin embargo, se cuidó mucho para no desafiar a la iglesia romana en cuanto a su creencia. Más de un siglo después surgiría alguien con el denuedo y las pruebas necesarias para enfrentarse a las autoridades eclesiásticas.
Allá por 1690, después de observar por un telescopio las lunas que giraban alrededor de Júpiter, el astrónomo italiano Galileo Galilei vio pruebas contundentes de que la tierra giraba alrededor del sol y no a la inversa. Las autoridades eclesiásticas consideraban que esta idea era herética y amenazaron de muerte a Galileo si no se retractaba de ella. Finalmente lo hizo, pero según la leyenda, al retirarse de la presencia del papa murmuró entre dientes: “¡Y sin embargo [la tierra] se mueve!”
En palabras del filósofo cristiano Francis Schaeffer: “Cuando la iglesia romana atacó a Copérnico y a Galileo, no fue porque las enseñanzas de éstos fueran contrarias a lo que la Biblia dice. Las autoridades católicas creían que [esas enseñanzas] eran contrarias a la Biblia, pero eso se debía a que lo que decía Galileo estaba en contra de los elementos aristotélicos que se habían convertido en parte de la ortodoxia de la iglesia. De hecho, Galileo sostenía que la Biblia y Copérnico eran compatibles, y esto fue uno de los motivos que desencadenó su persecución” (How Should We Then Live? [“¿Cómo, pues, viviremos?”], 1976, p. 131).
Conviene notar que esas primeras batallas entre los científicos y la Biblia se libraron debido a interpretaciones erróneas de la Biblia, no a lo que realmente dice la Palabra de Dios.
La Biblia y los adelantos científicos
Varios siglos después, un entendimiento más correcto de la Biblia contribuyó a los adelantos y logros de la ciencia. El erudito inglés Robert Merton asevera que los principios del puritanismo que fueron promulgados en Inglaterra en el siglo xvii favorecieron las investigaciones científicas. El deber del cristiano era glorificar a Dios y servirlo mediante actividades que contribuyeran en forma práctica al bienestar de su comunidad. No debía aislarse en la vida contemplativa de los monasterios y los conventos.
El cristiano debía dedicarse a una vocación que hiciera buen uso de sus talentos. La razón y la educación eran estimadas porque le daban a la gente conocimiento práctico que le capacitaba para desempeñarse mejor en su vocación. Este tipo de educación era considerado superior al que proporcionaban las grandes obras literarias del paganismo antiguo. Además, en el puritanismo se procuraba que todos fueran letrados, porque cada creyente debía poder leer la Biblia por sí mismo y no depender de las interpretaciones de otros.
Los historiadores hacen notar que la invención de la imprenta y la subsiguiente distribución masiva de la Biblia en el siglo xvi desempeñaron un papel decisivo en el surgimiento de la ciencia moderna. Francis Schaeffer dice: “El surgimiento de la ciencia moderna no estaba en contra de lo que la Biblia enseña; de hecho, en un momento crítico la revolución científica se apoyó en las enseñanzas de la Biblia.
”Tanto para Alfred North Whitehead [matemático y filósofo inglés] como para J. Robert Oppenheimer [físico norteamericano que intervino en la construcción de la primera bomba atómica], el punto de partida de la ciencia moderna fue la perspectiva cristiana del mundo . . . Hasta donde yo sé, ninguno de los dos era cristiano . . . Debido a que los primeros científicos creían que el mundo había sido creado por un Dios sensato, no se sentían sorprendidos al descubrir que por medio del razonamiento las personas podían averiguar algo acerca de la naturaleza y el universo” (ibídem, pp. 132-133).
A medida que cobraba fuerza la ciencia que estaba de acuerdo con la perspectiva bíblica, los dirigentes eclesiásticos tuvieron que reconocer como erróneos algunos conceptos que habían sostenido durante mucho tiempo. Cuando se comprobó que era falsa la enseñanza de que la tierra era el centro alrededor del cual giraba el universo, la iglesia perdió prestigio y credibilidad ante la ciencia, que aún estaba en su infancia. Con el transcurrir del tiempo, el estudio científico se desarrolló aparte de la religión dominante, considerada como una entidad atascada en el pensamiento griego y medieval. A medida que han pasado los años, el abismo entre las dos se ha agrandado.
Las raíces de la teoría de la evolución
Si bien el concepto de la evolución no tuvo mucha acogida hasta 1859, año en que Carlos Darwin publicó El origen de las especies, las raíces de la teoría se remontan a tiempos bastante remotos.
Según explica el físico Alan Hayward: “Los primeros a quienes se les ocurrió la idea de la evolución fueron probablemente los antiguos filósofos griegos. En los siglos xv y xvi ésta volvió a surgir en Europa occidental junto con varias otras teorías de la antigua Grecia . . . Pero persistía una gran dificultad. Nadie podía explicar en forma convincente cómo había podido ocurrir la evolución. Cada especie parecía muy definida; no parecía posible que una especie pudiera haber sido el origen de otra . . .
”Darwin le dio un vuelco a esta situación al postular que la evolución se había producido por un proceso de ‘selección natural’. Según su explicación, a partir de pequeñísimas variaciones en cada generación —la clase de variaciones que les permite a los criadores obtener nuevas razas de perros y de ganado, y a los cultivadores nuevas especies de rosas y manzanas— en un período de miles de millones de años los cambios serían sustanciales y podrían dar origen a todas las especies de la tierra” (Hayward, op. cit., pp. 4-5).
Así, hacia finales del siglo xix los científicos y educadores que adoptaron el raciocinio de Darwin se desviaron en su búsqueda de la verdad acerca del origen y el significado de la vida. A medida que admitían una explicación diferente de la del relato del Génesis acerca de la existencia del hombre y de la creación, surgió un sentimiento general de desconfianza hacia la Biblia. Esta variación fundamental en la forma de pensar ha tenido repercusiones muy profundas en la humanidad. El Dr. Hayward comenta: “El darvinismo cada vez se parece más a un laberinto sin salida, en donde la humanidad ha vagado sin rumbo por espacio de siglo y medio” (ibídem, p. 58).
Al mismo tiempo, la mayoría de las iglesias, debido a que muchos de sus conceptos estaban basados en la filosofía griega y no en la Palabra de Dios, tampoco podían explicar ni defender ciertos aspectos de sus doctrinas. A final de cuentas, ellas también se desviaron porque habían mezclado la Biblia con la filosofía pagana. Así, las enseñanzas tanto de la ciencia como de la religión estaban fundamentadas en conceptos erróneos.
La evolución fue aceptada
Para poder entender por qué la teoría de Darwin tuvo tanta acogida, es necesario tener en cuenta las circunstancias de la época. El siglo xix fue una era de trastornos sociales y religiosos. La ciencia estaba alcanzando la cima de la popularidad; constantemente aparecían nuevos y asombrosos descubrimientos. El propio Darwin tenía muy buena reputación como perito naturalista, pero lo extenso y tedioso de su libro ocultó muchos de los defectos de su teoría. En medio de todo esto la teoría de Darwin fue ganando adeptos.
Por su parte, la iglesia romana estaba sufriendo los efectos de sus reiterados errores acerca de la ciencia y también de las feroces críticas en contra de las enseñanzas católicas y en contra de la Biblia en general. Ella misma comenzó a aceptar las explicaciones supuestamente científicas en lugar de las divinas. Así empezaron los prejuicios en contra de lo sobrenatural.
El ímpetu de todo esto siguió aumentando en el siglo xx, y muchos protestantes y católicos por igual aceptaron la llamada evolución teísta. Según esta teoría, Dios ha intervenido en ciertos momentos críticos del larguísimo proceso evolutivo; por ejemplo, al crear la primera célula que dio origen a todo, o esperando hasta que el hombre surgiera en medio de la cadena evolutiva para darle el “alma” humana.
“Para ellos —dice el Dr. Hayward— la evolución darviniana es simplemente el método por el cual Dios, discretamente oculto entre bastidores, creó todo ser viviente . . . La mayoría de los evolucionistas teístas tienen una perspectiva un tanto liberal acerca de la Biblia, y con mucha frecuencia consideran que los primeros capítulos del Génesis son simplemente una recopilación de mitos hebreos” (ibídem, p. 8).
Las implicaciones que todo esto tiene en cuanto a la credibilidad de la Biblia son enormes. ¿Es la Biblia realmente la infalible Palabra de Dios, o tiene partes que son únicamente mitos bien intencionados? ¿Son inexactas y poco fiables algunas secciones de la Biblia? ¿Estaban equivocados Jesús y los apóstoles cuando mencionaron que Adán y Eva eran los primeros seres humanos, creados directamente por Dios? (Mateo 19:4; 1 Corintios 15:45).
¿Estaba engañado Jesús, y engañó a otros? ¿Es cierto lo que se dice en 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar . . .”? Como podemos darnos cuenta, las implicaciones de todo esto en la fe y la enseñanza cristianas son inmensas (ver el recuadro “El testimonio del Nuevo Testamento”, p. 4).
Un testimonio dramático de los efectos de este proceso lo constituyen el mismo Darwin y sus convicciones religiosas. Al comienzo de su carrera, era un estudiante de teología que respetaba profundamente la Biblia; pero después de formular su teoría, ya no pudo creer en la validez del Antiguo Testamento, y más tarde llegó a negar la posibilidad de que hubieran podido ocurrir los milagros mencionados en el Nuevo Testamento.
Seguir las pisadas de Darwin es peligroso. Como dice un refrán: “Si le enseñas a un niño que sólo es un animal, no te quejes cuando se comporta como tal”. La inmoralidad desenfrenada de nuestra sociedad moderna, ¿no es en gran parte un resultado directo de esta teoría y la forma en que ha repercutido en los principios y creencias de la gente?
Darvinismo y moralidad
Si rechazamos el concepto de un omnipotente ser divino a quien tendremos que darle cuenta de nuestras acciones, ¿no resulta más fácil hacer lo que nos venga en gana? En cierta ocasión, el célebre biólogo inglés Sir Julian Huxley explicó por qué muchos habían acogido tan rápida y vehementemente la teoría de la evolución: “Supongo que la razón por la que recibimos con tanto entusiasmo El origen de las especies fue porque la idea de Dios chocaba con nuestras costumbres sexuales” (James Kennedy, Why I Believe [“Por qué creo”], 1999, p. 49).
Más adelante Huxley escribió: “Es enorme la sensación de alivio que uno experimenta al rechazar la idea de un Dios sobrehumano” (Essays of a Humanist [“Ensayos de un humanista”], 1966, p. 223).
¿No será que la abyecta inmoralidad que existe en tantas escuelas y universidades está relacionada con el hecho de que Dios ha sido expulsado de las aulas y la teoría de la evolución se acepta y se enseña como un hecho comprobado?
¿Podemos conciliar el relato del Génesis con la idea de una tierra antiquísima? ¿Cuál es la verdad acerca de la evolución? ¿Son válidos sus postulados? Examinemos cuidadosamente este asunto.