La Iglesia de Dios es como una madre amorosa
En las Escrituras se mencionan las características que hacen de la Iglesia de Dios algo completamente diferente de todo lo demás. Parte de su singularidad reside en el amor incondicional de Dios que está presente en sus miembros: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).
El amor de Dios es como el amor de una madre por sus hijos, pero el amor de Dios es muchísimo más profundo. La verdadera Iglesia de Dios se comporta como una madre amorosa con sus hijos.
La Israel del Antiguo Testamento se presenta como una madre, y sus ciudadanos como sus hijos. La Biblia utiliza el término madre para ilustrar el amor de Dios por sus hijos (2 Corintios 6:18). “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros . . .” (Isaías 66:13). Al describir la forma en que él y otros ministros habían servido a la iglesia, Pablo escribió: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos” (1 Tesalonicenses 2:7).
Pablo representó simbólicamente a la Iglesia de Dios como una madre (Gálatas 4:26). En Apocalipsis 19:7 la iglesia es vista como la prometida de Cristo. Es claro que Dios, por medio de sus instrucciones amorosas y misericordiosas, les ha dado a sus hijos un ambiente edificante y provechoso en la iglesia.
La Iglesia de Dios tiene las características tiernas de una madre amorosa. Una madre siente un deseo innato de alimentar y proteger. Sin embargo, estas capacidades de proteger y de alimentar están limitadas por el hecho de que ella es humana, hecha de carne y hueso. Los miembros de la Iglesia de Dios saben y entienden, sin embargo, que Dios es la fuente del amor espiritual de la iglesia. El apóstol Juan dice que Dios es amor: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:8) y define lo que es el amor a Dios: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).
Los Diez Mandamientos, escritos en Éxodo 20 y Deuteronomio 5, resumen cómo debemos amar a Dios y amar al prójimo. Jesús los resumió en dos grandes mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). Estos dos grandes mandamientos resumen el amor de Dios. Se manifiestan en una forma altruista y protectora. Los miembros de la Iglesia de Dios luchan por practicar y vivir esta clase de amor.
Los miembros de la iglesia siguen el ejemplo que dejó nuestro Salvador Jesucristo (Mateo 5:38-48). Tienen dos grandes prioridades: poner a Dios en primer lugar en sus vidas, y amar a sus semejantes como se aman a sí mismos (Mateo 22:36-40). Aunque no son perfectos, los miembros de la Iglesia de Dios viven y reflejan el amor del Dios eterno. Enseñan el amor de Dios —su preocupación altruista por otros— que forma parte del evangelio de Cristo.
Deseamos ardientemente que venga el tiempo en el que todos los seres humanos experimentarán el amor de Dios de esta manera. Hasta ese momento, el día en que el Reino de Dios llegue a la tierra, lo animamos y lo invitamos a que usted comparta con nosotros el amor de Dios tal como lo expresa su iglesia.