Un pueblo escogido
Como hemos visto en lecciones anteriores, Dios tiene un plan para traer salvación a la humanidad en su reino. Desde la creación de Adán y Eva, él ha trabajado con varias personas en diferentes formas, pero siempre teniendo en mente el mismo propósito.
Antes de que naciera Jesucristo, Dios había llamado a unas pocas personas para que salieran de sus civilizaciones, le sirvieran e hicieran su obra. Muchas de ellas son mencionadas por su nombre en Hebreos 11, un capítulo de la Biblia que honra a los héroes de la fe.
Aunque él llamó y trabajó con líderes y profetas para que hicieran una obra espiritual, Dios también estableció una nación física para que le ayudara a cumplir su plan. Esta nación, los descendientes de Abraham por su nieto Israel, también fue conocida como la congregación o asamblea [en griego, ekklesía] de Dios (Hechos 7:38). Si entendemos cómo fue que Dios obró por medio de ciertas personas en el Antiguo Testamento, esto nos dará una perspectiva histórica para poder entender cómo y por qué ha establecido su iglesia en el Nuevo Testamento.
¿Ha trabajado Dios con diferentes personas de diferentes formas?
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1-2).
Dios habló a Adán y a Eva directamente, de la misma forma en que más tarde se comunicó con Moisés. Sin embargo, con frecuencia ha transmitido su mensaje de otras formas: por medio de sueños y visiones, por medio de profetas y de sacerdotes, y por medio de su inspirada palabra escrita, las Sagradas Escrituras. Pero su mensaje siempre encaja dentro de la misma misión general.
¿Por qué Dios llamó a Abraham?
“Pero el Eterno había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:1-3).
Dios tenía un plan para Abraham. En su deseo de extender su amor a toda la humanidad, Dios escogió a un hombre que fue fiel y obediente para que fuera un ejemplo tanto en lo físico como en lo espiritual. Abraham dio un ejemplo de obediencia al dejar su patria por seguir un mandato de Dios, sin saber siquiera adónde iba (Hebreos 11:8). Creía que Dios cumpliría sus promesas a pesar de las imposibilidades que parecían existir. Estuvo dispuesto aun a renunciar a su propio hijo (Génesis 22), prefigurando de esta forma el sacrificio de Jesucristo. ¿Por qué Abraham estaba dispuesto a hacer esto? Por fe sabía que Dios podría resucitar a Isaac (Hebreos 11:17-19).
¿Por qué es tan importante Abraham?
“Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia . . . para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia” (Romanos 4:3, 11).
“Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Génesis 26:4-5).
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).
Abraham no sólo se convirtió en el padre de muchas naciones, entre ellos los descendientes de Israel, sino que además su ejemplo de fe en Dios lo llevó a que lo llamaran el padre de todos los fieles creyentes (ver Romanos 4:11, 16). Con los años, Dios extendió las promesas que le había hecho a Abraham no sólo a sus descendientes físicos (Génesis 13:16; 15:5; 17:3-6), sino también a todo el mundo por medio de su simiente prometida, Jesucristo.
Los fieles —aquellos llamados y escogidos para tener una relación con Dios, ya sea en el pasado, en el presente o en el futuro— son descendientes espirituales de Abraham. Pero Dios también trabajó por medio de los descendientes físicos de Abraham.
¿Qué papel debía cumplir la nación de Israel?
“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como el Eterno mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está el Eterno nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” (Deuteronomio 4:5-8).
Una de las responsabilidades que Dios le dio a la nación de Israel fue la de representarlo a él, demostrar con el ejemplo que el camino de vida de Dios funciona. Las naciones vecinas deberían haber visto la belleza de las leyes de Dios obrando en las vidas de los israelitas.
¿Cumplieron los israelitas la misión que Dios los había llamado a realizar?
“Pero he tenido dolor al ver mi santo nombre profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde fueron” (Ezequiel 36:21).
“Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra ellos para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones” (Nehemías 9:26).
“He aquí que vienen días, dice el Eterno, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque yo fui un marido para ellos, dice el Eterno” (Jeremías 31:31-32).
Israel no dio un buen ejemplo a las naciones vecinas. Es más, los israelitas rompieron su pacto con Dios y aun hicieron que el nombre de Dios fuera blasfemado (Romanos 2:24).
¿Por qué falló Israel?
“Pero no oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón . . .” (Jeremías 11:8).
“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros” (Hechos 7:51).
“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Eterno: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33).
Los israelitas no tenían el corazón que se necesitaba para hacer la voluntad de Dios por completo (Deuteronomio 5:29). Ellos se resistían al Espíritu Santo y así lo hace toda la humanidad que no ha recibido el llamamiento especial de Dios. Pero Dios tiene un plan para darnos un nuevo corazón y escribir sus leyes en nuestras mentes.
¿Qué papel desempeña el fracaso de Israel en preparar el camino para la iglesia del Nuevo Testamento?
“¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy. Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y en retribución; sean oscurecidos sus ojos para que no vean, y agóbiales la espalda para siempre. Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?” (Romanos 11:7-12).
Pablo explica que Israel, sin tener el Espíritu Santo, no tuvo éxito en convertirse en una nación justa delante de Dios, pero que Dios no se ha dado por vencido con los israelitas. Ellos están enceguecidos temporalmente, y durante esta época Dios está llamando a personas de otras naciones. Pero, dice Pablo, viene una época en la cual todo Israel será salvo (Romanos 11:25-27). Como resultado del sacrificio de Cristo, el Espíritu de Dios está ahora disponible para las personas de cualquier nación y raza que se arrepientan verdaderamente.
El propósito final de Dios es darles la salvación a todas las personas, tanto israelitas como gentiles (no-israelitas). Sin embargo, ahora sólo los “elegidos” están siendo transformados en siervos justos de Dios, y ambos, israelitas y gentiles, pueden formar parte de su pueblo espiritualmente transformado. Esta etapa, por supuesto, requería históricamente el paso siguiente en el plan de Dios, la fundación de la iglesia.