¿Nos indican las profecías cuándo volverá Jesucristo?
"Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” Al preguntarle esto a Jesús, los discípulos querían saber cuáles serían los sucesos o las condiciones que señalarían el momento de su regreso y el establecimiento del Reino de Dios (Mateo 24:3).
Jesús les dijo que habría señales inconfundibles antes de su regreso. Explicó que, así como al acercarse el verano brotan las hojas de la higuera, “así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que [mi regreso] está cerca, a las puertas” (vv. 32-33).
En las Sagradas Escrituras Dios nos da un bosquejo, una secuencia general de los sucesos proféticos. Aunque podemos entender algunos pasajes claramente, otros se encuentran fuera del alcance de nuestro entendimiento actual. Sin embargo, entre las profecías acerca de lo que sucederá antes del retorno de Cristo, hay varias condiciones de gran importancia que pueden ser confirmadas e identificadas históricamente.
La primera condición: La capacidad del hombre para destruir todo vestigio de vida
La primera de estas profecías seguras es una condición específica descrita por Jesús que sólo existiría al acercarse los tiempos del fin. Les dijo a sus discípulos: “. . . Habrá entonces una angustia tan grande, como no la ha habido desde que el mundo es mundo ni la habrá nunca más. Si no se acortaran aquellos días, nadie escaparía con vida; pero por amor a los elegidos se acortarán” (Mateo 24:21-22, Nueva Biblia Española).
Jesús advirtió que vendría un momento en que la capacidad destructora del hombre llegaría a tal punto que podría aniquilar toda vida sobre el planeta. Esta es la razón por la cual el tiempo descrito como de “angustia” o de “gran tribulación” será tan horrible y sin precedentes en la historia humana.
Desde los albores de la historia los seres humanos se han hecho la guerra —con piedras, palos, flechas, cañones y armas automáticas— pero nunca habían tenido la capacidad para borrar toda forma de vida de la tierra; y sin este elemento era imposible que se pudiera cumplir esta profecía. Todo esto cambió en 1945 cuando se detonó la primera bomba atómica, y unos años más tarde la bomba de hidrógeno. En la actualidad, con miles de armas nucleares a su disposición, la humanidad tiene la aterradora capacidad de destruir muchas veces todo vestigio de vida en el planeta.
Esta posibilidad, que jamás había existido antes, sólo apareció en la segunda mitad del siglo xx. El hombre nunca se ha distinguido por ser un buen administrador del mundo, pero hasta ahora nunca había tenido la capacidad de destruir toda forma de vida. Y Jesús predijo que si se les permitía, los seres humanos harían precisamente eso. Esta es una de las razones por las cuales él tendrá que intervenir.
La segunda condición: El establecimiento del Estado de Israel
La segunda condición que tendría que cumplirse antes del regreso de Cristo sería la existencia de la moderna nación de Israel.
Según las profecías que encontramos en los libros de Joel, Zacarías y otros, antes del retorno de Jesucristo la presencia de los judíos será ostensible dentro y alrededor de Jerusalén. Daniel 12:11 parece indicar que los sacrificios judíos comenzarán de nuevo y serán suspendidos antes del retorno de Cristo. Jesús mismo advirtió: “Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes” (Mateo 24:15-16).
La abominación desoladora, mencionada varias veces en el libro de Daniel (ver los capítulos 8 al 12), se refiere a la profanación de los sacrificios y del lugar santo en Jerusalén. Para que tales profecías se puedan cumplir, si es que no se construye un templo, cuando menos debe haber un altar en un “lugar santo”.
En el capítulo 3 de Esdras vemos que, después de la destrucción del primer templo, los judíos que volvieron a Jerusalén ofrecieron sacrificios en el lugar señalado varias décadas antes de que fuera construido el segundo templo. Por lo tanto, podríamos concluir que para la restauración del sistema de sacrificios no es absolutamente necesario que se reconstruya el templo.
Antes del siglo xx, todo esto parecía imposible. Por casi 2.000 años el pueblo judío estuvo esparcido, y el Imperio Otomano controlaba el territorio. Los judíos no tenían una fuerza militar ni estaban unidos; tampoco contaban con el apoyo de la mayoría de las naciones para poder volver a su antigua tierra. Sin embargo, sucedió. Cuando surgió esta nación endeble en 1948, parecía que los judíos jamás controlarían gran parte de Jerusalén. No obstante, en 1967, en la guerra de los seis días, Israel tomó control de la ciudad dividida.
Mientras los árabes o los turcos controlaran la ciudad, era imposible que la profecía de Cristo se cumpliera. Pero el hecho de que en 1967 los judíos volvieran a gobernar Jerusalén, ayudó a preparar el escenario para el cumplimiento de esta profecía.
Todavía no están dadas todas las condiciones para que esta profecía de Jesucristo se pueda realizar. Con el fin de evitar mayores antagonismos religiosos, el gobierno israelí decidió que el monte del templo —lugar donde estaba el templo y donde se ofrecían sacrificios— debía permanecer bajo el control de las autoridades musulmanas. No obstante, desde 1989 han surgido grupos organizados que quieren hacer preparativos para edificar el templo. Han sido varias las organizaciones judías que han anunciado sus planes para llevar a cabo esta empresa.
En estos momentos sólo una pequeña minoría de los judíos considera que es su responsabilidad reconstruir el templo (a no ser que, a su juicio, Dios intervenga directamente). En su gran mayoría, la nación moderna de Israel es irreligiosa; por eso tendría que aumentar considerablemente el fervor religioso a fin de lograr suficiente apoyo para la reconstrucción del templo o la restauración de los sacrificios.
Desde luego, la inestabilidad política del Cercano Oriente puede hacer que estas condiciones cambien de la noche a la mañana.
La tercera condición: Una nueva potencia mundial
La tercera condición que debemos tener en cuenta es la restauración del Imperio Romano, que fue profetizada en los libros de Daniel y el Apocalipsis.
El profeta Daniel, al interpretar el sueño del rey Nabucodonosor acerca de una gran imagen humana, describió una serie de reinos que habrían de surgir. El primero de éstos fue el Imperio Babilonio, gobernado por el mismo Nabucodonosor (Daniel 2:28-38). Tres reinos seguirían a continuación (vv. 39-40). Estos cuatro reinos fueron, en su orden, los imperios babilonio, medopersa, griego y romano.
Al mencionar el cuarto y último reino, Daniel dijo que sería “fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo” (v. 40). Roma resultó ser el más fuerte y duradero de todos, pues dominó los vestigios de los demás reinos y formó un imperio que duró varios siglos.
Además, la profecía revela otros fascinantes detalles acerca de este reino. Las piernas y los pies de la imagen en el sueño de Nabucodonosor representaban el Imperio Romano. La imagen tenía pies y dedos “en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro”. Esto indicaba que habría en él “algo de la fuerza del hierro”, pero también que sería “un reino dividido . . . en parte fuerte, y en parte frágil”. Además, “como el hierro no se mezcla con el barro”, los componentes de este reino no se unirían firmemente por mucho tiempo (vv. 41-43).
Luego, dice Daniel, “en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido . . . desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (v. 44). Esta es claramente una profecía acerca del Reino de Dios, que será establecido cuando Jesucristo vuelva a la tierra.
Pero ¿no hay algo equivocado en esta secuencia de sucesos? El Reino de Dios no fue establecido en los días del antiguo Imperio Romano y Cristo aún no está gobernando el mundo entero (1 Juan 5:19). Entonces ¿se equivocó Daniel al predecir la secuencia en que ocurrirían estos acontecimientos?
Entendamos la profecía de Daniel
Encontramos la respuesta cuando examinamos otras profecías que hablan de este cuarto reino. Aprendemos que el Imperio Romano, lejos de desaparecer y ser olvidado para siempre, ¡está destinado a resurgir!
El apóstol Juan recibió de Jesucristo una asombrosa visión acerca de lo que ocurriría durante el resto de la historia humana. Al igual que Daniel, Juan fue inspirado a escribir los acontecimientos que conducirían al regreso de Jesucristo. En Apocalipsis 19 se encuentra la descripción de su glorioso retorno, que culminará con la derrota y destrucción de “los reyes de la tierra” y “sus ejércitos”, del “falso profeta” y de “la bestia” (vv. 19-20).
Esta “bestia” corresponde al cuarto reino, el Imperio Romano, como fue visto en forma simbólica por Nabucodonosor e interpretado por Daniel. Tanto la bestia que vio Juan como la imagen explicada por Daniel existirán y serán destruidas por Jesucristo a su retorno. Las profecías indican entonces que la bestia y el Imperio Romano son la misma cosa.
Un imperio que resurgirá
En Apocalipsis 17 leemos más detalles que nos ayudan a entender la naturaleza de este imperio que existió en la antigüedad y que también estará presente cuando regrese Jesucristo. En este capítulo se describe a “una bestia escarlata . . . que tenía siete cabezas y diez cuernos” (v. 3). Según la descripción, existirá por algún tiempo, luego dejará de existir y finalmente volverá a existir (vv. 8, 11). Esto nos da una clave para entender estas profecías que a veces nos parecen confusas. El Imperio Romano existió en el pasado, no existe ahora, pero surgirá nuevamente en el futuro.
La imagen interpretada por Daniel tenía pies y dedos de hierro mezclado con arcilla. En Apocalipsis 17 vemos que los 10 dedos de hierro y arcilla corresponden a los 10 cuernos de la bestia vista por Juan: “Los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Éstos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes . . .” (vv. 12-14).
Ahora podemos entender mejor esta imagen. Justo antes del regreso de Cristo, 10 “reyes” (el texto griego indica gobernantes, no específicamente reyes) se unirán en una alianza política, económica y militar. Algunos serán más poderosos que otros, tal como el hierro es más fuerte que la arcilla. Debido a que representarán varias nacionalidades y culturas, estarán divididos en distintas entidades a pesar de su alianza con la bestia. El poder y la autoridad que surjan de su confederación durarán sólo un poco de tiempo antes de que cometan el error fatal de resistir a Cristo cuando vuelva, y por eso serán aplastados y destruidos.
Algunos se preguntan si los esfuerzos que actualmente se realizan para unificar los países europeos tienen algo que ver con esta potencia que está profetizada. Es interesante estudiar la historia de cómo comenzó esta integración. Michael Elliot, escritor de la revista Newsweek, señaló lo siguiente: “En enero de 1957, seis naciones firmaron un tratado en el lugar del antiguo capitolio romano, y dieron vida a la Comunidad Económica Europea . . . Un auxiliar de Paul-Henri Spaak, el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Bélgica, recuerda que su jefe comentó: ‘¿Crees que hemos puesto la primera piedra de un nuevo Imperio Romano?’ Según el auxiliar: ‘Ese día todos definitivamente nos sentimos como romanos’” (Newsweek, edición internacional, 29 de enero de 1996, p. 40).
Por lo menos, la idea de iniciar un nuevo Imperio Romano estaba en las mentes de los fundadores de esa organización de naciones. A medida que las barreras contra la integración caen una tras otra, y surge más colaboración y unidad en los asuntos económicos y militares, el sistema sigue prosperando. El tiempo nos dirá a dónde llegarán estas tendencias y cuán rápidamente se desarrollarán.
¿A dónde nos conduce todo esto? Si sabemos que el hombre cuenta con la capacidad de destruir varias veces toda vida sobre la tierra, si vemos que Israel tiene el control de Jerusalén y nos damos cuenta de que algunos israelíes desean restaurar el templo y los sacrificios, y si observamos los esfuerzos firmes y resueltos para unificar las naciones de Europa, deberíamos estar alerta a las advertencias proféticas y su relación con las condiciones mundiales de nuestra época.
Lo que hemos descrito parece ser la forma más probable —a la luz de las condiciones actuales— en que se cumplirán varias de las profecías de Daniel y del Apocalipsis. Sin embargo, ya sea que se cumplan de esta manera o no, la Biblia permanece como la inspirada Palabra de Dios. Todas estas profecías indefectiblemente se cumplirán, entendamos o no todos los detalles.