Consideremos la existencia de Dios
Más de 200 años después de la época del genio literario Samuel Johnson (1709-1784), el periodista e historiador Paul Johnson escribió: “La existencia o inexistencia de Dios es la pregunta más importante que nosotros los humanos debemos contestar. Si Dios existe, y en consecuencia somos llamados a otra vida cuando esta vida presente termina . . . nuestra vida entonces se convierte en una preparación para la eternidad” (The Quest for God [“En busca de Dios”], p. 1).
Con todo, aun en nuestro mundo tan irreligioso la mayoría por lo menos reconoce la existencia de Dios. Así que tal vez la pregunta que más viene al caso para nuestra era moderna sea: ¿Es Dios real para nosotros? ¿Quién de nosotros no se comporta en ocasiones como si Dios fuera incapaz de ocuparse de nuestras faltas: que no puede perdonarnos, librarnos de culpabilidad y ponernos nuevamente en el sendero correcto?
Sin embargo, la Biblia nos dice que “cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan” (Hebreos 11:6, Nueva Versión Internacional). Los patriarcas, profetas y apóstoles todos experimentaron la realidad de Dios en forma personal. Consideremos al patriarca Abraham. Con el transcurso del tiempo, él quedó plenamente convencido de que Dios podía cumplir todo lo que había prometido (Romanos 4:20-21).
Las Sagradas Escrituras están basadas en la solidez de la realidad y presencia de Dios. Son testigos confiables de los muchos encuentros personales entre Dios y sus siervos elegidos: primero los profetas hebreos de antaño y más tarde los apóstoles del primer siglo. La Biblia incluye a los escritores hebreos entre la “grande nube de testigos” (Hebreos 12:1) mencionados en el capítulo 11 de Hebreos, el cual resume la historia de varios de los fieles siervos de Dios.
¿Tuvo Dios trato personal con ciertas personas?
“Viendo el Eterno que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí” (Éxodo 3:4).
Este es el relato de la zarza que ardía, la primera de muchas conversaciones directas y personales entre Dios y Moisés (ver Números 12:6-8; Éxodo 33:11).
El profesor Keith Ward escribió lo siguiente en su libro Religion & Revelation (“La religión y la revelación”): “Cuando uno lee los relatos bíblicos en que Dios se revelaba, se encuentra con el registro de largas conversaciones, casi cotidianas, entre Dios y Moisés. Es como si Dios fuera el compañero de Moisés, quien le decía lo que debía hacer en determinadas situaciones” (p. 115).
Verdaderamente, Dios se le apareció a Moisés y habló con él, y el profeta registró cuidadosamente esas palabras divinas para las futuras generaciones. Leemos en la Biblia que “Moisés escribió todas las palabras del Eterno” (Éxodo 24:4).
¿Se identificó Dios claramente?
“Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios” (Éxodo 3:6).
El personaje con quien Moisés se encontró era el Dios de los patriarcas hebreos, entre ellos Abraham, quien también tuvo conversaciones personales con este mismo ser (Génesis 18). La reacción inicial de temor de Moisés ante la impresionante presencia de Dios es totalmente comprensible. Más adelante, venció ese temor y le pidió a Dios que le permitiera verlo (ver Éxodo 32:11-14; 33:18-23).
¡A muchos hoy en día les falta el conocimiento fundamental de qué y quién es Dios! El profeta Oseas se lamentó de que la casa de Israel hubiera rechazado y abandonado voluntariamente el conocimiento de Dios, con trágicas consecuencias (Oseas 4:1-6). ¡Cuánto más en nuestros días!
¿Nos dicen los profetas bíblicos quién es el Creador?
“Así dice el Eterno Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan” (Isaías 42:5).
Dios nos dice claramente que él es el Creador tanto de los cielos como de la tierra (Génesis 1:1) y de los seres humanos (Génesis 1:26-27; Hechos 17:24-26).
En varias ocasiones a lo largo de la historia, Dios ha optado por recordarles a ciertas personas que él es el Creador de todas las cosas. El patriarca Job fue una de esas personas. En cuatro capítulos del libro de Job, Dios elogia las complejas maravillas de su creación (Job 38-41). El primer capítulo del Génesis no es el único que habla sobre la creación de Dios.
¿Podemos entender más acerca de Dios por medio de su creación?
“Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas . . .” (Romanos 1:20).
Mil años antes, el rey David expresó de manera similar el concepto de que Dios se revela por medio de su maravillosa creación (ver Salmos 19:1-6). Para la mayoría de los seres humanos es lógico que la creación requiere de un Creador. Así como un reloj sincronizado con precisión no se fabrica por sí solo, de igual manera nuestro imponente y magnífico universo no se creó solo ni surgió espontáneamente. Con mucho esmero, Dios lo planificó, diseñó y creó. Él no es un relojero ciego. Dios sabía exactamente lo que estaba haciendo (ver Génesis 1:31; Apocalipsis 4:11).
¿Dijo Dios que existe una relación directa entre las creencias de una persona y su comportamiento?
“El Eterno miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Salmos 14:2-3).
El contexto del Salmo 14 es claro. La incredulidad y el comportamiento corrupto van de la mano. Pero mientras más conocemos y entendemos a Dios, más probable es que nuestra conducta sea mejor.
Aunque Dios es Espíritu (Juan 4:24) y muy por encima de nosotros en naturaleza, mentalidad y poder, ¿cuál es su actitud hacia su pueblo?
“Así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15).
Dios “habita la eternidad” y por lo tanto no está sujeto a las leyes físicas del tiempo y espacio. No obstante, él está presto para perdonar y alentar a los que realmente se arrepienten y desean de todo corazón hacer su voluntad (ver Isaías 55:6-7).
Aunque abundan las pruebas científicas en muchos campos del saber que confirman la existencia de Dios, la prueba más significativa es de índole personal. Cuando realmente llegamos a tener una íntima relación espiritual con Dios como nuestro Padre, y con Jesucristo como nuestro Hermano mayor, entonces sabemos que ellos existen.