Resurge el fundamentalismo islámico
El nombre que los árabes dan a las cruzadas es el de al-Salibiyyah, término al cual son extremadamente sensibles debido a que les recuerda las tremendas atrocidades que cometieron los europeos durante los dos siglos que estuvieron luchando para lograr el dominio católico sobre la Tierra Santa.
Para los árabes esas no fueron las únicas cruzadas. Ellos consideran que luego hubo otras dos cruzadas.
La cruzada que siguió fue en el tiempo de la colonia cuando el mundo árabe quedó bajo el dominio de los ingleses, los franceses y otras naciones europeas. Esto frustró el anhelo árabe de lograr la unidad y les causó un sentimiento de inferioridad debido a todo ese tiempo que no pudieron deshacerse de los europeos.
La cruzada actual es la que los extremistas consideran la más amenazadora para su sistema de vida. Es lo que algunos llaman el imperialismo norteamericano. Sin embargo, Estados Unidos nunca ha intentado colonizar ningún territorio árabe, como lo hicieron los ingleses y los franceses. Antes de constituirse en una nación libre, los estadounidenses tuvieron que luchar contra el gobierno colonial inglés bajo el cual vivieron originalmente. Así que ellos no tienen la tendencia de colonizar como lo hicieron los europeos en el siglo xix.
No obstante, la cultura de los norteamericanos representa una amenaza para las costumbres tradicionales de todos los pueblos islámicos. Esta es la principal causa del resentimiento, o quizá odio, que algunos de ellos tienen hacia los Estados Unidos.
En parte, esto es el resultado del progreso tecnológico. La radio y la televisión han llevado la cultura occidental directamente a las casas de la gente en todo el mundo. Las películas norteamericanas están disponibles en casi cualquier rincón del globo terráqueo. Y, desafortunadamente, la imagen que presentan es la de una nación colmada de violencia e inmoralidad, lo cual no es así en muchas familias norteamericanas; pero los públicos extranjeros no saben eso. También presentan a mujeres independientes y muy ligeras de ropas, y niños que no muestran ningún respeto hacia sus padres; ambas cosas son altamente ofensivas para la moral islámica.
La preponderancia de la cultura occidental vino a empeorar las cosas en los últimos años con la introducción de la televisión por satélite. Ahora cada vez más personas pueden ver las películas y los programas de televisión, lo que ha aumentado el antagonismo hacia los norteamericanos.
Además, mucha gente en el mundo árabe puede ver en los noticieros de todas las noches, escenas del sufrimiento de los palestinos, de lo cual culpan a los Estados Unidos. Su análisis es sencillo y directo: los israelíes matan a los palestinos, EE.UU. apoya a Israel, por lo tanto, la culpa es de los Estados Unidos.
Debido a que muchos tienen la percepción de que EE.UU. es una nación violenta, la culpan por los actos de agresión. Las campañas militares de los Estados Unidos en contra de algunos musulmanes han enardecido más los sentimientos, pues son vistas como una actitud antiislámica.
No se tiene en cuenta el hecho de que hace algunos años los Estados Unidos y sus aliados apoyaron a los musulmanes en su lucha contra los serbios y los croatas en los Balcanes. Según lo consideran muchos en el mundo islámico, la liberación de Afganistán del tiránico régimen de los talibanes en 2001-2002 y la guerra contra Iraq para derrocar a Saddam Hussein en el 2003, fueron ataques en contra de compatriotas musulmanes. No debemos olvidar que en muchos países no existe la libertad de prensa, y los noticieros por lo general están controlados y son muy parciales. Esta es una realidad a lo largo del mundo árabe y musulmán.
Las raíces del fundamentalismo islámico
Todas estas circunstancias han favorecido el surgimiento del fundamentalismo islámico. Esto no es nada nuevo. En todas las religiones los fundamentalistas vienen y van, y así ha sucedido también en el islamismo y en el cristianismo nominal.
En el siglo xviii, Ibn Abdul Wahhab (1703-1792) nació en lo que ahora es Riad en Arabia Saudita. Sus seguidores, que constituyen una secta suní, son conocidos como wahabíes. Siendo los más extremistas de todas las subdivisiones del islam, son violentos, intolerantes y fanáticos. Su fama en Arabia no se debió a las cruzadas europeas, sino a la decadencia de los sultanes otomanos. Ibn Abdul Wahhab estableció un país en la península Arábiga acorde con el patrón de la umma del siglo vii, una comunidad islámica que viviría conforme a la sharia o ley islámica.
El wahabismo aún es la religión que predomina en Arabia Saudita, y cuenta con muchos adeptos en las naciones del golfo Pérsico. De esta región procedían los terroristas que atacaron las torres del Centro Mundial de Comercio en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Se dice que no todos los musulmanes son terroristas, pero todos los terroristas son wahabíes. Aunque esto es una exageración, lo cierto es que la mayoría de las mezquitas en los países occidentales son subvencionadas por los sauditas, con los imames que les enseñan a sus adherentes la interpretación wahabí del Corán. Desde el año 1801 los seguidores del wahabismo ya mataban a todos los que se les oponían; ese año atacaron la ciudad chií de Karbala, donde mataron a 2000 ciudadanos inocentes.
Sin embargo, el fundamentalismo no se limitaba a Arabia. Más adelante, durante el mismo siglo, los ingleses combatieron a un hombre que decía ser el mahdíen Sudán, otro extremista que quería unir a todos los árabes en una guerra santa en contra de los infieles que venían de Occidente. Los ingleses lo derrotaron y continuaron gobernando la región hasta después de la segunda guerra mundial.
El contraataque fundamentalista
En 1979 el fundamentalismo islámico se hizo sentir nuevamente en Occidente. En esa ocasión los Estados Unidos fueron el blanco principal, ya que su aliado más fuerte en la región fue derrocado por chusmas fundamentalistas. El sah de Irán había sido simpatizante de Occidente y, con la ayuda de EE.UU., había llegado a formar el ejército más poderoso en el golfo Pérsico, región petrolera de gran importancia financiera y estratégica para los países occidentales.
El sah fue derrocado por los seguidores del chií ayatolá Jomeini. Un grupo de estudiantes se apoderó de la embajada norteamericana en Teherán y mantuvieron decenas de empleados como rehenes durante 444 días. En Occidente hubo temor de que el fundamentalismo islámico se extendiera hacia otros países en la región.
Ese mismo año los soviéticos invadieron Afganistán. Unos años antes, en 1973, fuerzas rebeldes habían derrocado al rey y tiempo después el gobierno quedó en manos de partidarios de los comunistas. Pero cuando este gobierno también fue derrocado, Moscú intervino. Su intervención era una lucha costosa, prolongada y agobiadora que condujo directamente al derrumbe de la Unión Soviética en poco más de 10 años.
Los Estados Unidos, preocupados por los avances soviéticos en todo el mundo, ayudaron a los rebeldes afganos en contra de la dominación soviética. Por medio del gobierno musulmán de Paquistán, empezaron a suministrarles armas a los mujaidines afganos, guerrilleros comandados por Osama bin Laden. Al final, los soviéticos fueron derrotados, su nación se derrumbó y Afganistán vino a quedar bajo el control de los fundamentalistas suníes llamados talibanes (“estudiantes”, haciendo referenciaa que fueron enseñados en seminarios coránicos, o madrasas). Con el derrumbe de la Unión Soviética, grandes territorios en la parte central de Asia se desligaron de Rusia y se declararon independientes como repúblicas islámicas, lo que aumentó el número de naciones que profesan el islamismo.
Los musulmanes fundamentalistas pronto llegaron a tener gran influencia en todo el mundo islámico, particularmente en la gente pobre, frustrada y disgustada con sus dirigentes, quienes vivían en la opulencia mientras ellos sufrían pobreza y opresión. Asimismo, en los países occidentales estos extremistas han logrado muchos seguidores entre la gente pobre y los que se encuentran en prisión. En todo el mundo árabe la gente se cansó de los gobiernos tiránicos que habían reemplazado a los corruptos reyes; y ahora los nuevos presidentes también fueron corruptos.
Los fundamentalistas pronto aprendieron que el poder no siempre puede adquirirse por la vía democrática. En Argelia ganaron las elecciones en 1992, reemplazando al gobierno nacionalista árabe que, 30 años antes, había dirigido una lucha por ocho años contra los franceses para lograr la independencia de Argelia. Después de esos 30 años, la situación económica de la gente sólo había empeorado e, irónicamente, muchos tuvieron que irse a Francia a fin de poder siquiera subsistir.
Al parecer, los fundamentalistas estaban mejor organizados y ciertamente eran más honrados, pero luego los militares intervinieron para terminar con el gobierno fundamentalista. Desde entonces, Argelia ha sufrido frecuentes atentados terroristas por elementos del fundamentalismo, y han sido muertos más de 100 000 argelinos. El apoyo de Francia a los militares sólo aumentó el resentimiento y la desconfianza en contra de Occidente; todo lo que decía Occidente acerca de la democracia pareció no funcionar a la hora de los hechos.
Oleada en contra de los Estados Unidos
Hacia fines del siglo pasado se intensificó el resentimiento contra EE.UU., ahora la fuerza occidental predominante y la única superpotencia que aún permanecía.
La guerra contra Iraq en 1991, encabezada por EE.UU., contó con gran apoyo de otras naciones árabes. El presidente iraquí Saddam Hussein había enviado sus ejércitos al vecino Kuwait para apoderarse de ese pequeño país del golfo Pérsico, gran productor de petróleo. Su pretexto para la invasión se remontaba a los días del Imperio Otomano, cuando lo que ahora es Kuwait formaba parte de una región administrativa del imperio que abarcaba gran parte de Iraq.
Los Estados Unidos y sus aliados vencieron a Iraq, pero persistía el temor de Saddam Hussein porque se sabía que Iraq contaba con armas de destrucción masiva, tales como armas biológicas y químicas, y que agresivamente buscaba producir armas nucleares. Cuando este temor llegó al punto de provocar la guerra contra Iraq en el 2003, EE.UU. se encontró con que muchos de los que habían sido sus aliados en la guerra anterior ya no lo apoyaban. La verdad es que el mundo había cambiado.
El gran momento crítico fue lo que sucedió el 11 de septiembre de 2001. Así como ocurrió 87 años antes con el asesinato del archiduque Francisco Fernando, esto habría de cambiar todo. Desde entonces, el mundo no ha sido el mismo.
Inmediatamente después de los atentados en Nueva York y Washington, cuando aviones secuestrados por terroristas fueron estrellados en el Centro Mundial de Comercio y el Pentágono (Ministerio de Defensa), el mundo en general se mostró compasivo hacia los Estados Unidos. Pero menos de un año después de que los norteamericanos respondieran con su guerra contra el terrorismo —demostrando su asombroso poderío militar en Afganistán y preparándose para posibles futuros conflictos con lo que el presidente George Bush llamó el “eje de maldad”— muchos consideraron que EE.UU. había cambiado de víctima a villano.
Los resentimientos reprimidos en contra del poderío militar más grande del mundo, junto con el temor de verse aislados y sufrir posibles represalias terroristas por apoyar a EE.UU., hicieron que se presentara un rechazo internacional al papel de EE.UU. como el policía del mundo. Otros, incluso algunos norteamericanos, empezaron a culpar a EE.UU. por lo que sucedió el 11 de septiembre, diciendo que había sido una justificada respuesta a la política exterior de esa nación.
En el año 2003, a los ojos de muchos musulmanes y sus gobernantes, los Estados Unidos estaban sentando un precedente al invadir Iraq para derrocar a Saddam Hussein. Los otros gobernantes en la región razonaron que si un presidente podía ser derrocado por el ejército estadounidense, lo mismo podría sucederles a ellos. Además, el enojo de la gente había aumentado al ver el sufrimiento de los palestinos en televisión.
El fundamentalismo islámico gana terreno
La amenaza del terrorismo islámico contra EE.UU. ya era evidente mucho antes de los atentados del 11 de septiembre. Un artículo publicado en la revista Foreign Affairs [“Asuntos del exterior”] en su número de noviembre-diciembre de 1998 comenta acerca de una proclamación que hicieron contra Occidente Osama bin Laden y algunos de sus seguidores (ver “La ira se intensifica después de la guerra de 1991”, p. 22).
Exigían la retirada de las tropas norteamericanas de Arabia Saudita, la tierra de La Meca y Medina, las dos ciudades más sagradas del islam. También pedían que se suspendiera el bombardeo de Iraq y las sanciones que la ONU le había impuesto a ese país después de la guerra del golfo Pérsico. Además, criticaban duramente el apoyo norteamericano de Israel en contra de los palestinos. (Después de la victoria en la guerra contra Iraq, EE.UU. respondió a estas quejas al anunciar que retiraría sus tropas de Arabia Saudita, suspendería las sanciones contra Iraq y buscaría un nuevo plan de paz para Israel y los palestinos.)
Después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos sufrió más reveses a medida que los fundamentalistas islámicos obtenían mayores ventajas en otros países. En Paquistán, el presidente Pervez Musharraf, quien apoya a Washington en su lucha contra el terror, vio cómo su pueblo elegía una administración islámica, aunque él aún retuvo el mando general sobre el país.
Sorprendentemente, y casi 80 años después de derrocar al sultán y declararse como una república islámica, Turquía, en las elecciones de noviembre del 2002, eligió un partido cuya mayoría es islámica. También en otras naciones de la región los fundamentalistas han obtenido ventajas.
El presidente de Egipto Anwar Sadat fue asesinado en 1981 por fundamentalistas islámicos. Quince años después, con el fin de sabotear la economía nacional al destruir la industria del turismo, masacraron a turistas extranjeros que visitaban algunos de los antiguos monumentos de Egipto.
En Indonesia, la nación islámica más numerosa, los fundamentalistas han estado matando cristianos; y a fines del 2002 en la isla hindú de Bali mataron a casi 200 turistas occidentales en un atentado con dinamita; la mitad de ellos eran australianos.
En la India y en la parte de Cachemira que está bajo su jurisdicción, los musulmanes fundamentalistas han atacado tanto a hindúes como a cristianos, con la clara intención de provocar una guerra entre la India y Paquistán, ambos poseedores de armas nucleares.
También en África el fundamentalismo islámico ha dejado su huella. En Sudán, los musulmanes del norte hostigan constantemente a los cristianos del sur, incluso llevándose a miles de ellos como esclavos. En las zonas musulmanas del norte de Nigeria se ha establecido la ley sharia, y el nombre más común dado a los niños nacidos después del 11 de septiembre de 2001 ha sido Osama, en honor de Osama bin Laden.
Un factor que influye en el auge del fundamentalismo islámico es el índice de natalidad en las naciones islámicas. En la mayoría de los países pobres, la mitad de la población son jóvenes, ya que las familias suelen tener de seis a ocho hijos. Mucha gente joven no puede encontrar empleo, debido a que las políticas económicas de estas naciones suelen restringir los negocios en lugar de impulsarlos.
Los hombres jóvenes no pueden casarse por no tener los medios necesarios para sostener una familia. La promesa de que el morir como mártires en un acto de yihad o guerra santa les dará, instantáneamente, la posibilidad de tener varias mujeres vírgenes, les resulta tentadora, así que creen que no tienen nada que perder si se sacrifican en aras de los propósitos islámicos. Como incentivo adicional, algunos gobiernos islámicos les han ofrecido miles de dólares para su familia, una fabulosa cantidad para quienes viven en los campos de refugiados.
Dilema para Occidente
No obstante, la pobreza no es la causa principal del problema. La mayoría de los suicidas que llevaron a cabo los atentados terroristas del 11 de septiembre provenían de familias adineradas, y Osama bin Laden mismo es de una de las familias más ricas de Arabia Saudita. Muchos otros factores han contribuido al surgimiento del fundamentalismo islámico y sus actos de terrorismo; entre ellos están el conflicto entre los israelíes y los palestinos, y la influencia de la cultura occidental.
A la larga, aumentar la intervención de los norteamericanos en la región sólo atizará más el fuego del fundamentalismo. De ninguna de las naciones árabes se puede decir que sea políticamente estable; todas corren el riesgo de caer en manos de los fundamentalistas. De hecho, EE.UU. se encuentra en una situación en la que no puede ganar. Las tropas norteamericanas pueden ganar la guerra, pero parece que no podrán ganar una paz efectiva.
Otro problema que tienen Estados Unidos y otros países, especialmente los de Europa occidental, es la presencia de fundamentalistas islámicos dentro de sus propias fronteras, debido principalmente a los cambios de las leyes de inmigración que se han efectuado desde la segunda guerra mundial. Resulta interesante el hecho de que mientras la mayoría de los países occidentales han permitido la inmigración de musulmanes, dándoles la oportunidad de hacerse ciudadanos, ningún país islámico permite que gente proveniente de naciones cristianas pueda residir permanentemente y obtener la ciudadanía a menos que se convierta al islam. Los musulmanes se dan cuenta de que su religión y el liberalismo occidental son incompatibles.
Que surjan más conflictos entre el mundo islámico y el occidental es algo inevitable, y fue profetizado en la Biblia.