Introducción
Mundos turbulentos
¿Dónde se encontraba usted el 11 de septiembre de 2001? Si vio televisión ese día, es muy probable que haya quedado fuertemente impresionado con las horripilantes escenas de lo que aconteció en la ciudad de Nueva York. ¿Quién puede olvidar las imágenes de enormes aviones estrellándose contra el Centro Mundial de Comercio, personas atrapadas por las llamas que se lanzaban al vacío, las imponentes torres que se derrumbaban y la nube de concreto y escombros pulverizados que cubrió el distrito de Manhattan?
Los terribles sucesos de ese día cambiaron nuestro mundo para siempre. Desde entonces el terrorismo ha venido a ser una amenaza real para millones de personas en todo el mundo.
Ese día de horror también hizo que el Cercano Oriente estuviera en primer plano de los noticieros del mundo entero. De repente, lo que estaba sucediendo a miles de kilómetros de distancia podía afectar a la gente sin importar dónde viviera. Una región que para muchos no tenía importancia, vino a convertirse en el centro de atención a medida que se daban cuenta de la influencia universal que ejerce el Cercano Oriente.
Una región que nos afecta a todos
Pero el terrorismo, el islamismo fundamentalista y los conflictos en el Cercano Oriente no empezaron el 11 de septiembre de 2001. Como parte de una continuidad histórica, fue sencillamente la fecha en que las tensiones acumuladas por miles de años finalmente se hicieron sentir en forma por demás dramática.
Teniendo en cuenta cómo el Cercano Oriente predomina en las noticias, resulta difícil pensar que a principios del último siglo esa región “sólo era de interés secundario” para los países occidentales. Según escribió el historiador David Fromkin: “La región carecía de importancia política” (A Peace to End All Peace [“Una paz para acabar con todas las paces”], 1989, p. 24). En este libro acerca del nacimiento del Cercano Oriente actual, el autor escribió: “Pocos europeos de la generación de Churchill sabían o les interesaba lo que sucedía en los debilitados imperios del sultán otomano o del sah de Persia”.
No obstante, menos de un siglo después todas las naciones del mundo se ven afectadas por lo que sucede en esta inestable región. La economía mundial está basada en el petróleo, que se encuentra en gran parte bajo los desiertos del Cercano Oriente. El petróleo es la sangre que alimenta la economía y riqueza de los países occidentales, y para que continúe la prosperidad de estas naciones es necesario que tengan un suministro abundante y barato. Esta necesidad del petróleo ha convertido el Cercano Oriente en una región de gran importancia estratégica.
En los últimos 100 años se ha efectuado un segundo cambio fundamental en el Cercano Oriente: la creación de muchas naciones nuevas, lo cual ha complicado enormemente la política regional. Particularmente, el establecimiento de cierta nación ha conducido a un ciclo de revueltas y actos violentos que parecen no tener fin. Pero aunque resulte sorprendente, en la Biblia podemos ver que hace miles de años se profetizó el establecimiento de esa nación, así como los conflictos y dificultades que suscitaría.
Una paz para acabar con todas las paces
Al concluir la conferencia de paz después de la primera guerra mundial, la peor conflagración en la historia, Archibald Wavell, oficial del ejército británico que estuvo en Palestina, proféticamente dijo: “Después de ‘la guerra para acabar con todas las guerras’, parece que en París han tenido bastante éxito en hacer una ‘paz que acabará con todas las paces’” (Fromkin, ob. cit.,p. 5).
Antes de la primera guerra mundial, el Cercano Oriente estaba dominado por el Imperio Otomano, el imperio de los turcos que gobernaban todos los territorios cuyos nombres ahora nos son muy conocidos. Los países que ahora conocemos como Turquía, Líbano, Siria, Iraq, Kuwait, Jordania, Israel y otros fueron gobernados por un imperio decadente que en un tiempo también había controlado gran parte del norte de África y del sudeste de Europa. Dentro de ese imperio vivían en relativa armonía pueblos diferentes. Cerca del 40 por ciento de la gente era turca y 40 por ciento árabe, y el resto una amalgama de diferentes grupos étnicos, de los cuales los más numerosos eran los armenios y los judíos.
Y pudo haber continuado así de no haber sido por la primera guerra mundial. Al iniciarse el conflicto, no estaba claro qué bando apoyaría el Imperio Otomano. Tanto los ingleses como los alemanes les solicitaban su ayuda. Al final el sultán decidió apoyar al káiser, una decisión nefasta que llevó a la formación de varias naciones, así como a guerras que parecen no terminar nunca. Una de las naciones que surgió fue el Estado judío de Israel, que complicó la situación geopolítica en la región y llegó a afectar a todas las naciones del planeta.
Muy pocos se dan cuenta de este hecho crítico: Después de 1.900 años, el resurgimiento de una patria judía en el Cercano Oriente era necesario para que se cumplieran antiguas profecías de la Biblia. Esta región, en un tiempo de poca o ninguna importancia para las potencias occidentales, está destinada a ser el centro del último conflicto mundial. Esta conflagración provocará acontecimientos tan catastróficos que llevarán a la humanidad al borde de la extinción. Pero Dios ha prometido intervenir para inaugurar una maravillosa época de paz y felicidad.
Al leer este folleto usted podrá enterarse de la asombrosa historia del pasado, presente y futuro de esta convulsionada región, una historia que fue predicha hace miles de años en la profecía bíblica.