La ira se intensifica después de la guerra de 1991
El 23 de febrero de 1998 Al-Quds al-Arabi, periódico en idioma árabe editado en Londres, publicó un artículo titulado “Frente Islámico Mundial proclama yihad en contra de los judíos y los cruzados”. Entre los firmantes se encontraban Osama bin Laden y otros dirigentes de grupos islámicos en Egipto, Paquistán y Bangladés.
La proclama, de la cual apareció una traducción en un artículo escrito por Bernard Lewis, publicado en la revista Foreign Affairs [“Asuntos del exterior”] en su número de noviembre-diciembre de 1998, empezó citando algunos agresivos pasajes del Corán y axiomas de Mahoma, luego continuó:
“Desde que Dios trazó la península Arábiga, creó el desierto y la rodeó con mares, jamás le había acontecido desgracia alguna como la de estas huestes de cruzados que se han multiplicado como langostas, llenando la tierra, comiéndose sus frutos y destruyendo su verdor [follaje]; y esto en un tiempo cuando las naciones luchan contra los musulmanes como comensales que se disputan un plato de comida”.
La declaración continuó, culpando a los Estados Unidos por tres motivos fundamentales.
“Primero: Por más de siete años Estados Unidos ha estado ocupando las tierras del islam en su territorio más sagrado, Arabia, saqueando sus riquezas, abrumando a sus gobernantes, humillando a su gente, amenazando a sus vecinos, y usando sus bases en la península como punta de lanza para pelear en contra de los vecinos pueblos islámicos . . .
“Segundo: A pesar de la inmensa destrucción sufrida por el pueblo iraquí a manos de la alianza de cruzados y judíos, y a pesar del impresionante número de muertos, más de un millón, los norteamericanos, no obstante, a pesar de todo esto, una vez más están tratando de repetir esta horrenda carnicería . . .
“Tercero: Aunque los propósitos de los norteamericanos en estas guerras son de índole religiosa y económica, también sirven al mezquino país de los judíos, para distraer la atención de su ocupación de Jerusalén y el asesinato de musulmanes en ella”.
Los firmantes determinaron que estos “crímenes” representaban “una clara declaración de guerra de los norteamericanos en contra de Dios, su profeta y los musulmanes”. Esta proclama les recuerda a los que la lean que a lo largo de los siglos, los ulemas —doctores en la teología y la ley islámicas— unánimemente han ordenado que cuando los territorios musulmanes sean atacados por enemigos, el deber personal de cada uno es yihad, una lucha religiosa que ningún musulmán puede evadir.
Las susceptibilidades acerca de Arabia se remontan casi 1400 años, al principio mismo del islamismo. El Dr. Lewis, profesor emérito en estudios del Cercano Oriente en la Universidad de Princeton y reconocido como una autoridad en la región, comentando sobre la proclama dice: “Los clásicos historiadores árabes nos dicen que en el año 20 después de la hégira (la huida de Mahoma de La Meca a Medina), que corresponde al año 641 del calendario cristiano, el califa Umar decretó que los judíos y los cristianos debían ser desalojados de Arabia para cumplir con un mandato que el profeta dio en su lecho de muerte: ‘Que no haya dos religiones en Arabia’. La gente en cuestión eran los judíos del oasis de Khay-bar en el norte y los cristianos de Najran en el sur”.
Y continúa: “. . . La expulsión de las minorías religiosas es sumamente rara en la historia islámica —no como el cristianismo medieval, donde la expulsión de judíos . . . y musulmanes era normal y frecuente . . . Pero el decreto era terminante e irreversible, y desde entonces hasta ahora la tierra santa del Hiyaz [la región donde están situadas La Meca y Medina; algunas veces este término se aplica a toda Arabia Saudita] ha sido territorio prohibido para los no musulmanes . . . Para alguien que no es musulmán, el sólo poner un pie en suelo santo es una ofensa grave . . .
“Cuando de su tierra santa se trata, los musulmanes tienden a definir la disputa —y en ocasiones también al enemigo— en términos religiosos, considerando como invasores infieles y ocupadores a las tropas norteamericanas enviadas a liberar Kuwait y salvar Arabia Saudita de Saddam Hussein. Esta percepción es acentuada por la indiscutible supremacía de EE.UU. entre las fuerzas del mundo infiel”.
El artículo del profesor Lewis, escrito tres años antes de los atentados al Centro Mundial de Comercio y al Pentágono, termina con estas palabras:
“. . . Algunos musulmanes están dispuestos a aprobar, y algunos de ellos a aplicar, la interpretación extrema que en la proclama se da de su religión. El terrorismo necesita sólo a unas pocas personas. Obviamente, Occidente debe defenderse de cualquier forma que sea efectiva. Pero al planear estrategias para combatir a los terroristas, seguramente sería conveniente entender las fuerzas que los impulsan”.
Karen Armstrong, historiadora y escritora de asuntos religiosos, también nos ayuda a entender el fundamentalismo islámico en su libro Islam. Dice que al terminar el siglo xx “algunos musulmanes . . . han hecho de la violencia sagrada un deber islámico fundamental. Estos fundamentalistas con frecuencia llaman al-Salibiyyah, la cruzada, al colonialismo occidental y al imperialismo occidental poscolonial”.
Para los musulmanes este es un término escalofriante, porque les recuerda los violentos encuentros entre las fuerzas del cristianismo medieval y el islam hace casi mil años. En una sucesión de cruzadas, ejércitos europeos, queriendo rescatar de las manos del islamismo los lugares santos de los cristianos en Jerusalén, cometieron horribles atrocidades. “La cruzada colonial ha sido menos violenta, pero su impacto ha sido más devastador que el de las guerras santas medievales”, agrega la escritora. La cultura occidental ha afectado mucho a todos los países del mundo y existe un profundo resentimiento en muchas personas.
Karen Armstrong continúa: “Como hemos visto, en todo el mundo las personas de todas las religiones más importantes han trastabillado bajo el impacto del modernismo occidental, y han dado origen a la atrincherada y frecuentemente intolerante religiosidad que llamamos fundamentalismo” (2000, p. 180).
Los movimientos fundamentalistas no están circunscritos sólo al islamismo. Tampoco los choques religiosos están limitados al cristianismo y al islamismo. La India, que es primordialmente hindú, ha experimentado encuentros entre fundamentalistas hindúes y la minoría musulmana.
No obstante, las luchas entre cristianos y musulmanes han sido tema constante de la historia por 14 siglos. Esta lucha no se limita al mundo occidental. En años recientes Indonesia presenció una espantosa violencia cuando una chusma enloquecida de musulmanes anduvo decapitando cuanto cristiano se encontraba. En la nación africana de Sudán, las dos religiones han sostenido una guerra civil por más de tres décadas. La guerra en Chechenia entre rusos y los nativos chechenios es una guerra entre cristianos y musulmanes. Y, desde luego, por generaciones los Balcanes han sido testigos de la lucha entre estas dos religiones.
Aunque las naciones islámicas frecuentemente tienen serias dificultades internas, principalmente entre dirigentes fundamentalistas y los moderados, ninguna nación musulmana permite que misioneros cristianos puedan llevar a cabo su labor libremente, o que cristianos inmigren y reciban la ciudadanía. Esto ha hecho que tales naciones permanezcan esencialmente musulmanas, con cierta tolerancia para religiones minoritarias anteriores al islamismo. En contraste, desde la segunda guerra mundial los países occidentales han permitido amplia inmigración de las naciones islámicas, y sus ahora considerables minorías están dificultando los intentos de gobiernos occidentales para tratar con este creciente problema.