Profecías del mundo de mañana
El 17 de enero de 1961, tras ocho años como presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower pronunció un discurso de despedida a la nación. Casi al final, expuso esta cautivadora visión:
“Oramos para que los pueblos de todos los credos, de todas las razas y de todas las naciones vean satisfechas sus grandes necesidades humanas; para que los que ahora se ven privados de oportunidades lleguen a disfrutarlas plenamente; para que todos los que anhelan la libertad experimenten sus bendiciones espirituales; para que todos los insensibles a las necesidades de los demás aprendan la caridad; para que los flagelos de la pobreza, la enfermedad y la ignorancia desaparezcan de la Tierra y para que, en un buen futuro, todos los pueblos lleguen a convivir en una paz garantizada por la fuerza vinculante del respeto y el amor mutuos”.
Al manifestar así sus sinceras aspiraciones para la humanidad, el presidente Eisenhower expresó lo que muchos otros han anhelado a lo largo de la historia. Pero, ¿era ello nada más que una vana ilusión? ¿Era solo un sueño imaginar que todos los pueblos, naciones y razas pudieran vivir juntos en perfecta armonía y disfrutar de relaciones afectuosas y respetuosas? ¿Será posible que las necesidades de todos los seres humanos puedan ser satisfechas de manera plena y continua?
Y para elaborar un poco más el tema, ¿es solo una fantasía imaginar que toda la gente pudiera disfrutar de tranquilidad, sentirse totalmente segura, recibir una buena educación y tener la oportunidad de desarrollar plenamente sus talentos? ¿Acaso es una falsa esperanza desear que la gente pueda ser gobernada siempre bajo un liderazgo honesto, respetable y solidario?
No es un sueño, sino una realidad inminente
Por improbable que parezca, lo que el presidente Eisenhower expresó no fue una vana ilusión, ¡sino una maravillosa y fascinante realidad que está por venir! Pero será posible no por el esfuerzo o la acción humana, sino por la intervención del amoroso, poderoso y eterno Dios del universo.
La profecía bíblica revela que estas maravillosas condiciones que el mundo ha anhelado durarán un milenio, es decir, mil años. El inicio de esta época marcará el punto de inflexión más espectacular de toda la historia de la humanidad. La sociedad mundial pasará de vivir en condiciones de temor, necesidad y angustia, a otras de seguridad, prosperidad y tranquilidad.
Pero lo más importante es que todos los seres humanos tendrán la oportunidad de desarrollar una relación estrecha y duradera con su Creador, seguir su camino de vida, obtener el don de la salvación espiritual e integrar su familia eterna y divina (Isaías 61:10; Juan 17:3). Todo esto forma parte de las noticias más magníficas que uno pudiera escuchar.
Esta maravillosa era venidera comenzará cuando Jesucristo regrese a la Tierra con magnífico poder y gloria, para reinar durante mil años como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 17:14; 19:16). Sin embargo, justo antes de ese momento, el mundo experimentará un calamitoso período de guerra global que provocará una enorme destrucción y la muerte y sufrimiento de miles de millones de personas (vea “La tormenta antes de la calma”, a partir de la página 4). No obstante, Cristo intervendrá para detenerla completamente y salvar a la humanidad de la autoaniquilación (Mateo 24:22).
Además, él va a quitar todo el poder y la autoridad a los hombres corruptos y malvados y a las perversas influencias espirituales que operan entre bastidores. Para ello encarcelará a Satanás, el diablo, y a sus secuaces demoniacos a fin de que no puedan seguir influyendo vilmente en los seres humanos (Apocalipsis 20:1-2; Judas 13). Entonces, el mundo por fin será liberado de su prolongado y fatigoso cautiverio en la ignorancia, la violencia y la iniquidad (Romanos 8:21).
A continuación, Cristo dará inicio a una civilización nueva y justa que brindará a toda la gente una enorme alegría y un futuro increíblemente emocionante (Isaías 49:8-9; Jeremías 29:11). Construyendo literalmente sobre las cenizas de una sociedad humana desgastada y destrozada, empezará por ofrecer un gran consuelo y ayuda a los desconcertados y aterrorizados supervivientes de la catástrofe mundial que habrán acabado de vivir.
Con la ayuda de sus seguidores recién resucitados e inmortales de esta era, que entonces servirán con él como reyes y sacerdotes (Apocalipsis 5:10; 20:6), Cristo satisfará las necesidades físicas inmediatas de los atribulados habitantes del mundo, incluyendo comida, agua, vestimenta y refugio (Ezequiel 34:12-16).
El gobierno justo de Jesucristo
Jesús también asegurará a todas estas personas cansadas y afligidas que ya no tendrán que vivir con miedo (Isaías 44:8). Como declara Isaías 40:
1-2: “¡Consuelen, consuelen a mi pueblo! —dice su Dios—. Hablen con cariño a Jerusalén, y anúncienle que ya ha cumplido su tiempo de servicio, que ya ha pagado por su iniquidad, que ya ha recibido de la mano del Señor el doble por todos sus pecados”. Y en Isaías 49:13 dice algo parecido: “Ustedes los cielos, ¡griten de alegría! Tierra, ¡regocíjate! Montañas, ¡prorrumpan en canciones! Porque el Señor consuela a su pueblo y tiene compasión de sus pobres” (Nueva Versión Internacional).
Además de brindar empatía y apoyo, Cristo llevará a cabo sanidades milagrosas para acabar con el dolor, la angustia y el sufrimiento (Isaías 35:5-6;
Malaquías 4:2). Después de algún tiempo, todos los que hayan soportado intensa miseria y tragedia experimentarán el restablecimiento de su salud y de su fuerza física, mental y emocional: “He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y lo colmaré de consuelo. Y a los que lloran por él” (Isaías 57:18).
Como el Buen Pastor que verdaderamente cuida de su rebaño (Juan 10:10-14), Jesús también ayudará a la gente a entender que la verdadera seguridad ahora estará garantizada bajo una administración divina y benévola que les servirá y apoyará continuamente (Isaías 2:3; 9:6; Jeremías 33:15).
Él sustituirá todos los niveles de gobierno humano por un gobierno sabio y justo, lo que dará lugar a magníficos cambios en toda la sociedad mundial. Durante el reinado milenario de Jesús sobre el Reino de Dios en la Tierra, su manera generosa y bondadosa de hacer las cosas caracterizará todas las relaciones entre las personas (Apocalipsis 20:6; Salmos 111:4). Una vez que la sociedad comience a ser guiada y gobernada personalmente por Jesucristo, la paz genuina (antes desconocida para la humanidad) alegrará y tranquilizará a individuos, familias y naciones enteras (Isaías 9:7; Salmos 119:165).
A esta condición espectacular contribuirá el hecho de que el entrenamiento para en la guerra, y la guerra misma, serán totalmente abolidos (Salmos 46:
9-10). Ciertamente la humanidad nunca más sufrirá el terror, crueldad y devastación que producen los conflictos bélicos (Miqueas 4:3).
“La violencia desaparecerá de tu tierra; se terminarán la desolación y la destrucción de la guerra. La salvación te rodeará como las murallas de una ciudad, y la alabanza estará en los labios de todos los que entren allí” (Isaías 60:18, Nueva Traducción Viviente). Todos los pueblos disfrutarán de un bienestar seguro, ya que la influencia amorosa y salvadora de Dios transformará los corazones y mentes de las personas de todo el mundo (Isaías 52:10).
Lo más maravilloso será que estos ciudadanos terrenales del gobierno de Dios se verán aliviados de la ansiedad y vivirán pacíficamente, porque el conflicto y la contención entre razas y pueblos serán absolutamente eliminados. De hecho, quienes hayan sido enemigos entre sí ahora trabajarán juntos en completa unidad y armonía (Isaías 19:24-25).
La paz no solo será el modo de vida de la humanidad, sino que también regirá en el mundo natural, ya que Dios cambiará la naturaleza misma de los animales para que se vuelvan mansos. “En ese día el lobo y el cordero vivirán juntos, y el leopardo se echará junto al cabrito. El ternero y el potro estarán seguros junto al león, y un niño pequeño los guiará a todos” (Isaías 11:6, NTV).
En este mundo transformado, los padres se liberarán de toda preocupación sabiendo que sus hijos estarán seguros en cualquier situación. La misma profecía continúa: “En todo mi monte santo no habrá nada que destruya o haga daño, porque así como las aguas llenan el mar, así también la tierra estará llena de gente que conocerá al Señor” (v. 9).
Las áreas silvestres se transformarán
El diseño impecable de Dios para su maravillosa era venidera también tendrá en cuenta un hecho nuevo e importante en cuanto a la propia Tierra. Poco antes de la segunda venida de Jesucristo, poderosos terremotos e impactos de meteoritos causarán enormes cambios en la superficie del planeta (Mateo 24:7; Apocalipsis 6:12-14). Y la intervención divina traerá aún más cambios.
Considerando que Dios promete las bendiciones de la lluvia y gran abundancia para todos los pueblos, al parecer los patrones climáticos de la Tierra se alterarán sustancialmente. Múltiples millones de acres de tierra antes inutilizables serán accesibles para futuros asentamientos humanos y cultivos. En aquel paisaje cambiante habrá además abundantes recursos hídricos, incluyendo nuevos ríos, arroyos y lagos (Salmos 107:35).
Las antiguas zonas silvestres del planeta se transformarán en tierras bien regadas y productivas (Amós 9:13). Los desiertos y las antiguas tierras baldías se volverán verdes y exuberantes cuando las lluvias caigan sobre ellas con regularidad y en la cantidad necesaria (Isaías 51:3). “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa” (Isaías 35:1).
Además de contar con precipitaciones adecuadas y constantes, brotarán del suelo manantiales de agua que crearán arroyos claros y espumosos y ríos que fluirán sin interrupciones (Isaías 41:18). Será como si la misma Tierra expresara una gran alegría por todos estos maravillosos cambios. Como dice el Salmo 65:13: “Se visten de manadas los llanos, y los valles se cubren de grano; dan voces de júbilo, y aun cantan”.
Además, muchas ciudades y pueblos deshabitados y abandonados serán completamente renovados: “Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones” (Isaías 61:4).
Imagine a familias jóvenes viajando a estos lugares para construir casas y granjas (Ezequiel 36:34-36). “Los campos que estaban vacíos y desolados, a la vista de todos, se cultivarán de nuevo. Cuando los regrese a su tierra, la gente dirá: ¡Esta tierra era baldía y ahora se parece al jardín del Edén! ¡Las ciudades abandonadas y en ruinas ahora tienen murallas fuertes y están llenas de gente!” (NTV).
En aquel tiempo Jesucristo dará a todas las familias su propia porción de tierra para que la cultiven y disfruten. “Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).
Las granjas y huertos florecerán en abundancia: “He aquí vienen días, dice el Eterno, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán” (Amós 9:13).
Las familias experimentarán una bendición tras otra cuando cultiven una variedad de cosechas abundantes y cuiden árboles frutales productivos y ganado sano (Isaías 30:23).
Vidas prósperas y satisfactorias
Como resultado del gobierno perfecto de Dios por medio de Jesucristo, las familias de todo el mundo contarán con abundante alimento, vivirán con salud, serán prósperas y disfrutarán de una vida extraordinariamente satisfactoria (Jeremías 31:12).
El siguiente versículo añade que como la gente de ese entonces será pacífica, feliz y productiva, tendrá oportunidades de participar en una variedad de actividades culturales, recreativas y sociales en las cuales tanto jóvenes como ancianos disfrutarán la compañía de los demás: “Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor” (v. 13).
Algo muy importante es que Jerusalén, como capital mundial, se convertirá en el centro de educación e inspiración para todos y en ejemplo para otras ciudades, pueblos y granjas de todo el mundo. “Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3).
Jerusalén, que con tanta frecuencia ha sido un lugar de amargas luchas y contiendas, se convertirá en una ciudad increíblemente hermosa donde abundará la paz y la tranquilidad, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad (Isaías 33:20). Será tan segura y pacífica, que los niños y niñas jugarán alegremente en sus calles (Zacarías 8:5). “Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (Isaías 65:18-19).
A lo largo del Milenio la gente de toda la Tierra vivirá en perfecta seguridad y criará a sus hijos en hogares hermosos, en tierras bien cuidadas y altamente productivas: “Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo” (Isaías 32:18).
Todos aprenderán el modo de vida perfecto de Dios
Jesucristo no solo hará posible que las personas vivan en paz y disfruten de una gran abundancia física, sino que les dará instrucción y guía espiritual y moral claves. Los que asistirán a Cristo en esa fundamental tarea serán sus hijos divinos resucitados, fieles y sabios de esta era, quienes entonces servirán como maestros, administradores, jueces y líderes (2 Corintios 6:18; Isaías 30:20).
Ellos instruirán diligentemente a todas las personas en el excepcional estilo de vida de Dios para el cual son fundamentales sus Diez Mandamientos, incluyendo la observancia obligatoria de su día de reposo semanal y sus siete días santos anuales (Éxodo 31:13; Ezequiel 44:24). Si alguien se desvía de estas directrices vitales será corregido de manera gentil, pero firme: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:21).
Al obedecer las enseñanzas de Dios, todos los seres humanos y las naciones tendrán una base firme para cooperar mientras sirven armoniosamente a los demás. ¡Será un tiempo tan espectacular, que “la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Eterno, como las aguas cubren el mar”! (Habacuc 2:14)!
Además, Dios concederá el arrepentimiento a todos los que estén dispuestos a hacerlo, para luego otorgarles el incomparable don de su Espíritu Santo (Hechos 11:18; Jeremías 31:33). Como él dice: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:27).
Al ser cambiadas por el poder de ese Espíritu Santo, las personas se sentirán sinceramente motivadas y deseosas de amar y obedecer a Dios y mostrar una preocupación profunda y solidaria hacia su prójimo. “Este es el nuevo pacto que haré con mi pueblo en aquel día, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en sus mentes” (Hebreos 10:16, NTV).
Entonces, después de mil años de extraordinaria paz, alegría y prosperidad, comenzará la siguiente fase del gran plan de Dios. Todos los miles de millones de personas que hayan vivido en épocas pasadas sin haber conocido a su Creador ni la verdad bíblica, serán resucitadas de sus tumbas a la vida física y se les dará la oportunidad de conocer a Dios y su forma de vida (Ezequiel 37; Apocalipsis 20:11-12).
Jesucristo les ofrecerá el don del Espíritu Santo no solamente para que adquieran conocimiento espiritual, sino también para que tengan la oportunidad de recibir la salvación (Hechos 2:38; Isaías 65:20-24).
Cuando miren hacia atrás en sus vidas físicas anteriores, verán que sus resultados nunca hubieran podido compararse con la prosperidad, tranquilidad y alegría experimentadas bajo el gobierno del Reino de Dios.
Como resultado, la gran mayoría decidirá someterse a Dios, obedecer sus mandamientos y más tarde ser transformados en seres espirituales inmortales para integrar su familia divina y eterna (Efesios 3:15; Hebreos 2:10).
La mejor noticia que podríamos escuchar
Tal vez ahora usted pueda visualizar mejor la impresionante nueva era de Dios que se describe claramente en la profecía bíblica. Él está preparando el futuro más positivo, emocionante y maravilloso posible para toda la humanidad.
Jesucristo introducirá cambios dramáticos y magníficos en la vida de las personas cuando inicie una civilización completamente nueva y asombrosa, construida sobre el fundamento de la verdad de Dios. Esto dará como resultado una alegría inconmensurable, además de abundante paz y prosperidad para todos. Y como Dios les dará su Espíritu Santo, tendrán la capacidad de amar y obedecerle verdaderamente, cuidar profundamente de los demás y crecer personalmente en el aspecto espiritual (Gálatas 5:22-23).
Si todos se educan continuamente en los caminos ideales de Dios y los aplican, experimentarán gozo y felicidad sin límites mientras se preparan espiritualmente para unirse a Dios en su familia de seres divinos (Salmos 100:1-5; Efesios 3:15). ¡Todo esto es lo que será el Milenio!
El presidente Eisenhower se hizo eco de los anhelos de muchos otros a lo largo de los tiempos cuando habló de su esperanza y deseo de un tiempo en el que todos los pueblos de la Tierra pudieran vivir juntos en auténtica paz y libertad y estuvieran completamente libres de los azotes de la pobreza, la enfermedad y la ignorancia. ¡Qué emocionante es saber que Dios hará de esos sueños una perfecta realidad que durará un milenio y más!
Teniendo en cuenta el maravilloso futuro que Dios tiene reservado para la humanidad, ¡esta es realmente la mejor noticia que podríamos escuchar! BN