La parábola de los talentos: ¿Usará lo que Dios le ha dado?
Jesucristo nunca tuvo la intención de establecer el Reino de Dios en su primera venida. Claramente dijo a sus discípulos que les estaba encomendando la misión de llevar el mensaje del evangelio al mundo (Mateo 24:14; 28:18-20). Comparó a sus seguidores con los siervos de un hombre muy rico, a los cuales él les confía una magnífica riqueza para que la administren y multipliquen aún más durante su ausencia.
La Iglesia, compuesta por los seguidores de Cristo, posee la invaluable verdad del reino venidero y la predica al mundo, anticipando el día del regreso de Cristo. Entonces vendrá la rendición de cuentas. ¿Dónde se encontrará usted en aquel día?
Tres parábolas sobre la mayordomía
En tres ocasiones Jesús utilizó variaciones de la parábola de un amo que encarga a sus siervos que se ocupen de sus asuntos durante su ausencia. Al entregar la primera de ellas, se acercaba a Jerusalén antes de su muerte. Las multitudes pensaban que iba a restaurar el reino de Israel inmediatamente, pero en lugar de ello les entregó una parábola acerca de un hombre que se va a un país lejano y deja a sus sirvientes cierta suma de dinero con la instrucción “Negociad entre tanto que yo vengo” (Lucas 19:11-13).
En su profecía sobre los futuros acontecimientos en el monte de los Olivos, Jesús entregó además dos parábolas similares para enfatizar que su reino no iba a llegar en ese momento, porque antes había que hacer preparativos. Aquí, en Mateo 24-25, la imagen de los siervos que se quedan con la responsabilidad se enmarca en las profecías del tiempo del fin y destaca el hecho de que la demora pondría a prueba la unidad y el amor de los discípulos.
En la primera de estas parábolas que hemos mencionado, un siervo malvado ignora su deber y abusa de sus condiscípulos y solo se detiene ante el inesperado regreso del amo (Mateo 24:45-51).
La tercera versión de esta parábola se encuentra al final del mismo discurso en Mateo 25. En ella, Jesús muestra la gran verdad de que el discípulo tiene la responsabilidad de trabajar en la fe y la justicia, anticipando una recompensa basada en lo que hace con el llamado de Dios a su verdad, con el don de su Espíritu Santo y otras bendiciones.
Actualmente Cristo se está preparando para su glorioso regreso a fin de gobernar la Tierra. Esto es lo que ha estado haciendo desde el momento en que ascendió en medio de los discípulos y les instruyó para que esperaran en Jerusalén, donde recibirían poder para continuar llevando a cabo la obra comenzada por él en su ministerio. Cuando le preguntaron si en aquel tiempo restauraría el reino a Israel, les respondió: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:6-8).
Esta era una enorme tarea. Pero a los discípulos de Jesús se les ha dado y se les sigue dando lo necesario para llevar a cabo la misión a la que han sido llamados. ¿Haremos uso de lo que Dios nos ha concedido? Veamos en Mateo 25:14-3 la última parábola mencionada, y entendamos lo que un discípulo debe hacer en la actualidad en anticipación del regreso de Cristo.
Dios otorga talentos esperando que sean multiplicados
Cristo comienza diciendo: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos” (Mateo 25:14-15).
¿Qué representan los talentos? El amo ha confiado aquí sus bienes, su hacienda, al cuidado de los siervos. Los talentos eran una gran suma de dinero, cada uno equivalente a alrededor de 1.5 millones de dólares según los valores actuales, es decir, una gran parte de toda la hacienda. En el caso de un obrero, esto correspondía al salario de unos 50 años de trabajo. Cada siervo tenía la capacidad necesaria para manejar la suma que le había sido entregada, y se esperaba que produjera ganancias razonables. La idea era que se pusieran a trabajar inmediatamente. El amo entonces se fue, esperando que sus siervos produjeran un incremento o ganancia de lo que les había confiado.
Espiritualmente podríamos comparar esto con los dones espirituales dados por Dios a sus discípulos, que deben ser usados junto con los talentos naturales que tenemos. Dios nos confía su Espíritu Santo y espera que produzcamos el fruto del Espíritu y asumamos la naturaleza divina mientras crecemos en la gracia y el conocimiento de Jesucristo, sirviendo a Dios y atendiendo las necesidades de los demás. Esto se hace a lo largo de muchos años.
“Y el que había recibido los cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor” (Mateo 25:16-18).
Los dos primeros siervos duplicaron lo que se les dio. Eran diligentes y se pusieron a trabajar de inmediato para complacer a su amo. Se sentían motivados por la magnitud de la tarea encomendada, sabiendo que tanto el éxito como el fracaso dependían de ellos. Además, los motivaba el respeto a su amo y el profundo amor por él y por lo que deseaba hacer con su riqueza: que produjera.
El tercer siervo, sin embargo, adoptó un enfoque diferente: fue y enterró el dinero en la tierra. Esto mantuvo el dinero a salvo, pero impidió cualquier incremento. Él mostró cierto respeto por la parte de la herencia de su amo, pero no el respeto apropiado porque no la utilizó como su amo quería que se hiciera. No comprendió la naturaleza y el carácter del amo, que deseaba un aumento, y tampoco cumplió sus instrucciones.
Una llamada de atención
“Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
“Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:19-23).
Los dos que invirtieron e incrementaron lo que su señor les había confiado comprendían su carácter. No solo se sintieron motivados a ser fieles con lo que se les entregó, sino que sabían que el amo deseaba ver un aumento productivo de su patrimonio. Cuanta más riqueza, más hay para compartir y mejor para la comunidad. La riqueza creciente se extiende y beneficia a los demás ya que pueden participar del aumento productivo de los bienes y servicios. Estos dos siervos comprendieron el deseo básico del amo de que muchos otros se beneficiaran del fruto de su trabajo.
La mención del gozo indica la naturaleza divina de todo el proyecto. Estos dos siervos comprendieron lo que estaban llamados a hacer y trabajaron con reverente temor y amor hacia su amo, comprometiéndose a complacerlo.
Esto contrasta con el tercer siervo. “Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; ahí tienes lo que es tuyo” (Mateo 25:24-25).
Este tercer siervo no entendía ni apreciaba el carácter de su amo. Su excusa fue que temía lo que, según él, era la dureza de su amo al esperar más de lo que le había entregado, lo que motivó al hombre a aferrarse a lo que tenía. Pero se trataba de una gran cantidad de dinero. Al enterrar el talento en la tierra estaba protegiendo su parte, aunque quizá ni siquiera con mucho cuidado, pero no lo estaba cultivando ni le hacía ningún bien a nadie. A pesar de que pudo desenterrarlo y devolverlo en el momento de rendir cuentas, había habido sin embargo una pérdida considerable debido al tiempo transcurrido.
Lo que no hizo fue amar y apreciar a su amo y el trabajo que este esperaba de él: que invirtiera lo que se le había dado. Sus palabras delatan una visión distante y distorsionada de su amo. Este siervo no podía “entrar en el gozo” de su señor porque no había alegría en su vida, ni afán de complacer a su amo.
La respuesta del amo debería advertirnos: “Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
“Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 21:29-30).
¿Qué ejemplo va a seguir?
Esta parábola habla del propósito divino del llamado de Dios a sus seguidores de esta época. Dios está preparando un pueblo, y preparando un reino.
Los siervos fieles utilizan el don del Espíritu dado por Dios para desarrollar un carácter justo. De hecho, se valdrán de las muchas bendiciones y habilidades que Dios les ha dado para crecer alegremente en el servicio y ayuda a los demás. Los discípulos que posean y reflejen esa naturaleza divina serán los instrumentos que Jesucristo utilizará para que reinen con él a su regreso (Apocalipsis 20:4, 6). Quienes entienden que la vida de hoy es una preparación para la era venidera, utilizarán los talentos y habilidades otorgados por Dios y estarán preparados para el día en que comience su reinado en la Tierra.
¿Se ve reflejado en esta parábola? ¿Ha aceptado el llamado de Dios? ¿Ha recibido el don de Dios del Espíritu Santo mediante el arrepentimiento, el bautismo y la imposición de manos? ¿Le ha dado Dios los medios y los talentos para servirle a él y a los demás?
Esta parábola nos muestra la razón por la cual Dios llama y aparta a un pueblo para sí: ¡para prepararlos a fin de que reinen con él en su trono en la era venidera, y para que ayuden a derramar las bendiciones de Dios sobre toda la humanidad! BN