El antídoto contra la ira
Todos hemos visto y escuchado muestras de enojo. Un jugador de fútbol explota y es expulsado. Un niño le hace un berrinche a su padre para obtener lo que desea. Una madre discute a gritos con su hijo adolescente por el desorden que reina en su cuarto.
Aun si pensamos que el enojo es una emoción negativa, en muchos casos nos sentimos justificados a darle rienda suelta, especialmente ante las injusticias. Un artículo de la Asociación Americana de Psicología afirma que “el enojo es una emoción humana normal y, por lo general, sana”.
Esta postura pareciera ser aceptable, especialmente en vista de lo que Pablo escribió bajo inspiración divina. “Enójense, pero no pequen” (Efesios 4:26, RVR2015).
¿Significa lo anterior que podemos expresar con total libertad nuestro enojo o acaso debemos esforzarnos por controlarlo?
Según el Comentario Bíblico del Expositor, cuando el apóstol dio aquel consejo, citaba Salmos 4:4. La Biblia contiene ejemplos de enojo en Dios y Jesucristo. Es, pues, lícito que el cristiano se enoje. La dificultad estriba en que puede degenerar con facilidad en ira y amargura. De ahí la amonestación de evitar que nuestro enojo se mezcle con el pecado.
Una emoción bajo control
Más adelante, en la misma epístola, el apóstol Pablo dice: “Quítense de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad” (Efesios 4:31 RVA2015). La palabra traducida aquí como “ira” indica un estado de ánimo que fluye de la amargura y se expresa en una explosión descontrolada. La palabra “enojo” es la misma que aparece en Efesios 4:26. Aquí, sin embargo, forma parte de una colección de atributos del “viejo hombre”, de los cuales nos debemos estar despojando todos los días.
Está bien experimentar enojo, pero es muy distinto que forme parte de nuestro carácter, nos conduzca a la ira y a acciones que lamentaremos después.
El artículo citado arriba también indica que, según ciertos investigadores, “explotar” cuando estamos enojados solo complica la situación y no resuelve el problema.
¿Cómo controlar el enojo y protegerse de las consecuencias negativas? El rey Salomón escribió: “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa” (Proverbios 19:11).
La ayuda del discernimiento
El discernimiento tiene que ver con percibir más allá de las apariencias. ¿Cómo nos puede ayudar esta capacidad cuando alguien nos insulta o provoca?
Ante una injusticia, crece en nosotros la indignación. Si la expresamos en toda su fuerza podemos dañar a los demás o a nosotros mismos; seríamos como un fuego que convierte todo en cenizas. Tomar distancia de la situación puede ayudarnos a manejar estos sentimientos.
Veamos el ejemplo del padre de Salomón, el rey David. Este último estuvo a dos pasos de matar a un hombre que se llamaba Nabal. No lo hizo porque alguien le ayudó a analizar la situación con discernimiento. En este relato nos enteramos de que David protegió el rebaño de Nabal en el campo. Cuando David tuvo necesidad de alimentar a sus hombres, envió a pedirle a Nabal “lo que tuviera a mano”. David estaba seguro de que el favor le sería devuelto. Lo pidió con tacto. Lo solicitaba “tu hijo, David”. La respuesta de Nabal fue dura. Una ofensa. “¿Quién es David? ¿Quién es el hijo de Isaí? Hoy hay muchos esclavos que se escapan de sus amos. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua y la carne que he preparado para mis esquiladores, para darlos a unos hombres que ni sé de dónde son?” (1 Samuel 25:10).
David reunió a cuatrocientos hombres y marcharon hacia Nabal, dispuestos a borrarlo del mapa.
Cuando Abigail, la esposa de Nabal, supo lo que acontecía, salió al encuentro de David y sus hombres, cayó de rodillas y le dijo: “Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva”. Procedió a explicarle cuán insensato era su marido. Le dijo a David que, más adelante, lamentaría haber derramado sangre.
¿Qué había en las palabras de Abigaíl para que David tuviera discernimiento y detuvieran la tragedia que se cernía sobre Nabal y su casa? En primer lugar, David comprendió que Nabal era insensato por naturaleza. Luego, comprendió que sería culpable de homicidio si se vengaba. Las palabras de Abigaíl le ayudaron a ver la situación de una forma desapasionada y las consecuencias que vendrían sobre él si persistía en su venganza. Al igual que David, cierta situación puede hacernos perder los estribos. ¿Qué hacer? Un artículo de la clínica Mayo recomienda tomarse un momento, reflexionar en las causas del problema y las consecuencias de nuestras reacciones. Este ejercicio, acompañado de una respiración lenta y controlada, puede detener nuestro furor y disiparlo. Lo anterior, sin olvidar la oración.
Entonces, sentiremos en carne propia lo que Salomón también dijo con respecto a la ira: “El que tarda en airarse tiene mucho entendimiento, pero el de espíritu apresurado hace resaltar la insensatez” (Proverbios 14:29, RVR2015).