¿Qué tanto sabe acerca de las fiestas santas que Jesús guardó?
Crecí asistiendo a una iglesia cristiana convencional, y simplemente di por sentado que lo que se me había enseñado era correcto. Sin embargo, cuando tenía poco más de 20 años acepté el reto de comparar mis creencias con las enseñanzas de la Biblia. Al estudiar festividades como la Navidad y la Pascua Florida y muchos otros temas, me sorprendió descubrir que había grandes y evidentes conflictos con las doctrinas y tradiciones antiguas de mi iglesia. Estas simplemente no estaban de acuerdo con la instrucción de la Biblia.
Al examinar lo que la Biblia en realidad revela, aprendí algo maravilloso: que Dios instituyó un plan emocionante, paso a paso, para el futuro de la humanidad. Este magnífico plan es revelado en el impecable diseño del séptimo día de reposo y las siete fiestas bíblicas anuales (vea Deuteronomio 5:12-14; Levítico 23:1-44). Mientras que cada uno de estos tiene características únicas, todos interactúan y se alinean perfectamente para iluminar el plan de salvación de Dios por medio de Jesucristo. Aún más, aprendí que Jesucristo mismo observó fielmente el sábado y estas fiestas a lo largo de su vida terrenal, dejando un ejemplo a seguir para todos (1 Juan 2:6).
¿Está dispuesto a aceptar un desafío, uno que puede contraponerse a algunas de sus creencias pero que puede mostrarle el camino a una inmensa visión espiritual y que le brindará una esperanza increíble? Si es así, acompáñeme en un breve viaje por las Santas Escrituras para descubrir lo que dicen acerca del gran plan de salvación, representado por las fiestas bíblicas que Jesús observó. Estos incluyen la Pascua, la Fiesta de Panes sin Levadura, Pentecostés, la Fiesta de las Trompetas, el Día de Expiación, la Fiesta de los Tabernáculos y el Octavo Día. Y aunque algunas personas categorizan estas observancias como meramente “judías”, la verdad es que Dios declara que son “las fiestas solemnes del Eterno” (Levítico 23:2, énfasis nuestro en todo este artículo).
El sábado semanal
Dios estableció el ciclo semanal de siete días durante la creación, cuando “reposó en el día séptimo” y lo apartó como tiempo sagrado (Génesis 2:1-3; Marcos 2:28). Al hacerlo, ordenó que el sábado semanal fuera observado por toda la humanidad descansando de sus labores (Éxodo 31:13-17; Hebreos 4:1-11). Además de enfocarse en el verdadero Dios de la creación, el sábado señala el futuro regreso de Jesucristo para establecer el Reino de Dios en la Tierra y traer alivio y descanso a la humanidad de la maldad, el conflicto y el sufrimiento.
Es importante notar que Jesús observó diligentemente el sábado (Lucas 4:16, 31; 13:10; Marcos 6:2), al igual que los apóstoles y otros miembros de su Iglesia primitiva (Hechos 13:14-44; 15:20-21; 17:1-3; 18:4). Su ejemplo debiera ser imitado por todos en la actualidad.
La Pascua
La Pascua conmemora el milagroso acontecimiento mediante el cual Dios rompió los lazos de esclavitud del antiguo Israel en Egipto. Durante la primera noche de la Pascua, en cada hogar israelita se sacrificó, asó y comió un cordero. La sangre de ese cordero fue untada en los dinteles de las casas de los israelitas como señal de la protección de Dios contra la plaga de muerte que asoló a los primogénitos egipcios (Éxodo 12:12-13).
La Escritura revela que los corderos simbolizaban a Jesucristo como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Él hizo esto dando su vida y derramando su sangre voluntariamente para que cada persona pueda escapar de la muerte espiritual eterna (Mateo 26:28; Romanos 5:20-21). Durante la observancia de la Pascua, Jesús y sus discípulos compartieron los símbolos del pan sin levadura y el vino como representación de su cuerpo libre de pecado y de la sangre que derramó para limpiar a todos aquellos que se arrepientan de sus pecados (Efesios 1:7; 1 Juan 1:7).
Jesús había observado la Pascua a lo largo de su vida humana: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta” (Lucas 2:41-42). Cuando Jesús cumplió 30 años, comenzó su ministerio en la Tierra y continuó observándola como siempre lo había hecho: “Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén” (Juan 2:13). (Se usa aquí el término “la pascua de los judíos” porque en ese tiempo solo los judíos la observaban, no los gentiles).
Más adelante, como se explicó anteriormente, observó la Pascua en vísperas de su muerte sacrificial (Mateo 26:17-19). Además, es importante notar que otros miembros de su Iglesia continuaban observando la Pascua (1 Corintios 5:7-8).
La Fiesta de Panes sin Levadura
Volviendo al relato del antiguo Israel, la Biblia explica que la mañana después de la Pascua los israelitas comenzaron a reunirse en preparación para salir apresuradamente de Egipto esa noche. En ese lapso “cocieron tortas sin levadura de la masa . . . pues no había leudado, porque al echarlos fuera los egipcios, no habían tenido tiempo ni para prepararse comida” (Éxodo 12:39).
Dios les dijo a los israelitas que observaran cada año la Fiesta de Panes sin Levadura, de siete días, para que recordaran cómo los había liberado de una terrible esclavitud (Levítico 23:5-8). Esto es un símbolo de nuestra redención de la esclavitud espiritual del pecado mediante el sacrificio de Jesucristo. El pan sin levadura simboliza la vida de Jesús, sin mancha del pecado, la cual toda persona debe tratar de emular. Jesucristo, el Pan de Vida (Juan 6:33, 35, 48, 51), es el meollo de esta fiesta y también de todas las fiestas santas de Dios, tanto en ese entonces como ahora (Hechos 20:6; 1 Corintios 5:6-8). Él personalmente observó esta fiesta, tal como lo hicieron los apóstoles y la Iglesia.
La Fiesta de Pentecostés
La Biblia muestra que Dios les dio los Diez Mandamientos a los israelitas en el monte Sinaí alrededor del tiempo de Pentecostés (según la tradición judía, este fue el día exacto). En aquel tiempo Dios hizo un pacto con ellos y declaró que, después de haber estado de acuerdo con los términos, habían pasado a ser un “especial tesoro” para él (Éxodo 19:1-8).
Esta relación fue la predecesora de otra mucho más significativa que involucraría a los discípulos de Cristo en un posterior Pentecostés. “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4).
Este momento crucial no solo marcó el nacimiento de la Iglesia del Nuevo Testamento, sino que comenzó a cumplir la promesa de Dios de hacer un nuevo pacto con sus discípulos fieles escribiendo sus leyes en sus corazones y mentes (Ezequiel 36:26-27; Jeremías 31:31-33). Al observar este día santo, los miembros de la Iglesia de Dios en la actualidad siguen el ejemplo de Jesús y sus primeros discípulos (Hechos 20:16). Al hacerlo recuerdan la esperanza, el gozo y la transformación divina que Dios provee mediante el poder de su Espíritu Santo (Romanos 5:5; 2 Corintios 6:16; 13:14).
La Fiesta de las Trompetas
En las Escrituras, las trompetas, ya fueran de metal o de cuernos de carneros, eran utilizadas para propósitos importantes, incluyendo llamar a la gente a que se reuniese (Números 10:10), como alarma ante una guerra inminente (Jeremías 4:19), y para proclamar la coronación de un rey (1 Reyes 1:39-40). Las trompetas también se tocaban para anunciar el comienzo de la Fiesta de las Trompetas, la primera de las cuatro fiestas santas de la temporada de cosecha de otoño (Levítico 23:24).
La principal característica de la Fiesta de las Trompetas es su vital conexión con la profecía bíblica del gran sonido de trompeta que tendrá lugar en el futuro, aquel que anunciará el punto culminante en la historia de la humanidad: ¡la segunda venida de Jesucristo! (Apocalipsis 19:16).
Esta fiesta también nos recuerda otro suceso clave que ocurrirá al sonido de esa trompeta: la resurrección de los fieles seguidores de Cristo: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17; vea también Job 14:14-15: Romanos 8:11; 1 Corintios 15:50-55).
Cuando Jesús vivió en la Tierra como hombre observó la Fiesta de las Trompetas, y a su regreso, cuando suene la gran trompeta, cumplirá su significado asumiendo el gobierno de este mundo y dando la bienvenida a su glorioso reino y a su familia a los hijos e hijas de Dios, ahora convertidos en espíritu (Isaías 52:7; 1 Corintios 15:51). Es por esta razón que el pueblo de Dios guarda esta fiesta santa en la actualidad, al igual que todas sus fiestas, ¡para comprender plenamente y apreciar profundamente su maravilloso plan de salvación!
El Día de Expiación
La Biblia explica que Satanás es un ser espiritual real que posee un inmenso poder para engañar a los seres humanos e influenciarlos para que desobedezcan los mandamientos de Dios, lo cual da como resultado terrible sufrimiento y angustia (Apocalipsis 12:9; Efesios 2:2; 1 Pedro 5:8).
El Día de Expiación, observado por medio del ayuno, representa un maravilloso periodo cuando, poco después de la segunda venida de Cristo, Satanás el diablo y sus demonios serán atados por mil años (Levítico 16:20-22, 29-30). El apóstol Juan describe esto en Apocalipsis 20:1-2: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años”.
Una vez que la dañina influencia de Satanás sea eliminada, Jesús comenzará a eliminar la ceguera espiritual de la humanidad (2 Corintios 4:3-4) a fin de que cuando sea tiempo, “la tierra [sea] llena del conocimiento de la gloria del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14). El Día de Expiación además revela que el sacrificio expiatorio de Cristo finalmente estará disponible a todas las personas para la limpieza de sus pecados, dándoles a todos la oportunidad de obtener la salvación (Juan 3:17).
La Fiesta de los Tabernáculos
La primera vez que la Fiesta de los Tabernáculos es mencionada en las Escrituras es llamada fiesta de la siega (Éxodo 23:16). En el antiguo Israel esta era una gran fiesta de cosecha de otoño, en la cual la gente se reunía y regocijaba mientras le agradecía a Dios por sus bendiciones de prosperidad y protección (Deuteronomio 12:10-12). Durante esta fiesta de siete días, la gente moraba en refugios temporales hechos de ramas de árboles. Esto era para recordarles que Dios había morado con ellos y los había sustentado durante los 40 años que anduvieron en el desierto (Éxodo 25:8-9; 1 Corintios 10:4; Levítico 23:42-43).
Tal como Jesús guardó personalmente la Fiesta de los Tabernáculos, sus discípulos actuales hacen lo mismo (Juan 7:2-14). Es más, esta fiesta de siete días, que comienza con un día santo anual (Levítico 23:34-35), representa el tiempo venidero cuando Cristo morará con el hombre en la Tierra (Romanos 11:26). Apocalipsis nos dice que Jesús reinará en la Tierra por mil años como Rey de reyes (19:16; 20:4, 6).
Durante esa maravillosa era futura, todos los seres humanos no solo aprenderán los caminos de Dios, sino que además experimentarán una paz y prosperidad extraordinarias y establecerán una relación cercana con su Creador (Isaías 11:9-10).
El Octavo Día
El Octavo Día viene inmediatamente después de los siete días de la Fiesta de los Tabernáculos y añade un emocionante elemento al perfecto plan de Dios. Revela que Jesucristo completará su gran cosecha de seres humanos resucitando de los muertos a toda persona que nunca oyó acerca de él ni aprendió ni vivió el camino de vida de Dios. Todas estas personas resucitadas, que nuevamente volverán a una vida física temporal, tendrán la oportunidad de recibir la salvación y la vida eterna (vea Ezequiel 37:1-14; Romanos 11:25-27; Apocalipsis 20:11-13).
Nuevamente, al igual que sucedió con el sábado y los otros días santos, Jesucristo observó este Octavo Día, tal como la gente de su verdadera Iglesia lo hace hoy.
En resumen, el increíble plan de Dios para la humanidad es revelado en el maravilloso simbolismo del séptimo día de reposo semanal y sus siete fiestas anuales, cada una de las cuales se interrelaciona para alumbrar el camino de salvación a través de Jesucristo. Como dijimos, Jesús observó obedientemente cada fiesta durante su ministerio terrenal. Al hacerlo dejó un ejemplo para sus discípulos, a fin de que al imitarlo pudieran comprender el amoroso plan de salvación de Dios. De hecho, miles de personas alrededor del mundo se reúnen en varias localidades para guardar las fiestas de Dios cada año.
¿Qué significa esto para usted? ¿Considerará cuidadosamente lo que ha leído aquí y lo estudiará por sí mismo, procurando adquirir un mayor conocimiento espiritual? Si es así, y si usted sigue el ejemplo de Jesús de guardar el sábado y las fiestas de la Biblia, ¡puede llegar a experimentar una tremenda alegría al conocer a Dios y su maravilloso plan para usted y todos los seres humanos! ¡Esperamos y oramos que usted esté dispuesto a aceptar el desafío! BN