Cómo la pluma del pavo real refuta la teoría de la evolución
No cabe duda de que uno de los ejemplos más sobresalientes de belleza en los seres vivos es el despliegue de las majestuosas plumas del pavo real para formar un abanico de cola multicolor. Es difícil no contemplarlo con extraordinario asombro.
Sin embargo Carlos Darwin, el principal proponente de la teoría de la evolución, le escribió lo siguiente a un amigo: “Cada vez que contemplo una pluma en la cola de un pavo real, ¡me enfermo!” (Carta a Asa Gray, 3 de abril de 1860, The Life and Letters of Charles Darwin [Vida y cartas de Carlos Darwin], vol. 2, 1911, pp. 90-91, énfasis nuestro en todo este artículo).
¿Por qué razón iba a decir eso? Normalmente, un naturalista como él se maravillaría ante un diseño tan intrincado, colorido y armonioso. Sin embargo, en su famoso libro El origen de las especies detalló la razón de su disgusto. Mencionó que algunos naturalistas “creen . . . que muchas conformaciones han sido creadas con un fin de belleza . . . Estas doctrinas, si fuesen verdaderas, serian en absoluto funestas para mi teoría” (El origen de las especies por medio de la selección natural, memoria chilena.gob.cl/archivos2, pp. 57-58, traducción por Antonio de Zulueta). En otras palabras, cuando se dio cuenta de que una pluma de pavo real es una obra maestra cuidadosamente elaborada, ¡vio una seria amenaza para su teoría de la evolución!
Especulación sobre la selección sexual
Para contrarrestar la idea de la creación de la belleza por el simple placer que provoca, Darwin ideó otra teoría cuestionable a la que llamó “selección sexual”.
Especuló en El origen de las especies: “Esto me lleva a decir algunas palabras sobre lo que he llamado selección sexual. Esta forma de selección depende, no de una lucha por la existencia en relación con otros seres orgánicos o con condiciones externas, sino de una lucha entre los individuos de un sexo –generalmente, los machos– por la posesión del otro sexo. El resultado no es la muerte del competidor desafortunado, sino el que deja poca o ninguna descendencia . . . así, sir R. Heron ha descrito cómo un pavo real manchado era sumamente atractivo para todas sus pavas. No puedo entrar aquí en los detalles necesarios; pero . . . no se ve ninguna razón legítima para dudar de que las aves hembras, eligiendo durante miles de generaciones los machos más hermosos y melodiosos según sus tipos de belleza, puedan producir un efecto señalado” (http://www.uls.edu.sv/libroslibres/cienciasnaturales/origen_especies.pdf, p. 74). Nótese que no estaba seguro de su afirmación, pero suponía que podía ser cierta.
Investigación exhaustiva sobre el tema
Sin embargo, cuando los científicos pusieron a prueba su idea de que las pavas reales se sentían más atraídas por “los machos más hermosos y melodiosos” descubrieron, para su consternación, que no era así.
Los investigadores de la Universidad de Tokio estudiaron minuciosamente durante siete años a pavos y pavas reales en un zoológico. Fotografiaron cuidadosamente a cada uno de los machos durante el ritual de agitación de la cola y contaron el número de ocelos (comúnmente llamados “ojos”), un indicador de la calidad de la cola. A continuación observaron si las hembras elegían a los compañeros con las colas de mejor calidad. Durante este periodo de análisis, los científicos notaron 268 apareamientos exitosos. Sin embargo, para su sorpresa, descubrieron que las hembras se aparearon con pavos reales de cola gris con la misma frecuencia que con los machos llamativos. Llegaron a la conclusión de que las colas de los pavos reales no eran el motivo de la atracción de las hembras por un compañero, un resultado que contradice la teoría de la selección sexual de Darwin (Animal Behaviour [Comportamiento animal], abril de 2008, pp. 1209-1219).
Examinemos más de cerca la pluma de un pavo real, que provocó náuseas a Darwin porque desafiaba su teoría de que no había pruebas de Dios en la naturaleza. Es irónico que en la Biblia Dios le preguntara en una ocasión a un hombre llamado Job: “¿Diste tú hermosas alas al pavo real?” (Job 39:13). Job había cuestionado la sabiduría de Dios, un error que Darwin repetiría más tarde. Evidentemente, ni Job ni Darwin jamás crearon cosa semejante, y en realidad, ¡ninguna otra!
Tres características de las plumas del pavo real que desafían la evolución darviniana
1. Iridiscencia
¿A qué se debe el brillo multicolor del pavo real bajo la luz del sol? Los científicos estaban desconcertados acerca de esos colores brillantes hasta que, bajo el microscopio, descubrieron que las plumas del pavo real no tienen pigmentos de color, como se pensaba, sino una estructura en forma de prisma que se asemeja a tejas superpuestas. Cada una de estas tejas refracta la luz en un ángulo cuidadosamente regulado para darle ese impresionante color luminoso. Ese brillo se llama iridiscencia y también se encuentra en colibríes, patos y mariposas, entre otras criaturas.
2. Ocelos
Una de las características más destacadas del abanico de un pavo real son los ocelos, las hermosas manchas que parecen ojos. Un pavo real promedio tiene unas 200 plumas en la cola y unos 170 ocelos. Normalmente, las plumas se desprenden cada año y luego vuelven a crecer, repitiendo todas el mismo y preciso patrón. Es difícil imaginar que todos estos ocelos puedan evolucionar gradualmente, y que cada púa de la pluma se adapte a su ubicación precisa para producir una belleza tan asombrosa.
3. Secuencia de Fibonacci
Tal vez la evidencia más extraña del diseño en una pluma de pavo real tenga que ver con su intrincado diseño en espiral. Este tipo de espiral se encuentra en toda la naturaleza (girasoles, piñas y piñones, por ejemplo), y en matemáticas a menudo se alude a él como “secuencia de Fibonacci”. Las plumas del pavo real forman un complejo patrón con pares de espirales complementarias en direcciones opuestas (ver gráfico).
Estos son solo algunos ejemplos del impresionante diseño de la naturaleza que socavan la famosa teoría de la evolución de Darwin. A nivel molecular, los elaborados patrones de las plumas del pavo real son posibles, en realidad, gracias a las máquinas moleculares automatizadas y a los códigos genéticos que cumplen las órdenes de Dios en el interior de la célula, mostrando la evidencia inequívoca de un diseño inteligente.
Como respondió el investigador estadounidense Michael Behe a un escéptico religioso: “Para convencerse de la existencia de Dios, el escéptico Coyne [el biólogo Jerry Coyne] quiere que se le aparezca un Jesús de doscientos metros de altura a los habitantes de Nueva York, o algo igualmente impresionante. Algunos de nosotros [los bioquímicos] consideramos que el código genético y la intrincada maquinaria molecular de la vida son bastante más espectaculares que una aparición de gran tamaño” (A Mousetrap for Darwin [Una trampa de ratones para Darwin], p. 76).
Gracias a las crecientes pruebas bioquímicas en su contra, la teoría de la evolución está siendo silenciosamente descartada por un número cada vez mayor de científicos. Está resultando ser una idea obsoleta del siglo xix propuesta por Carlos Darwin, incapaz de explicar la complejidad de la vida, las nanomáquinas biológicas y el código genético a nivel molecular.
Su refutación nos trae a la mente 1 Corintios 3:19: “Él [Dios] atrapa a los sabios en la trampa de su propia astucia” (Nueva Traducción Viviente). Aunque la investigación científica aporta mucho valor a la vida humana, recordemos al más grande científico de todos: ¡el Creador del universo! BN