El instigador del mal y la confusión
Si nos remontamos al principio de la humanidad, podemos ver quién es el instigador: la serpiente del huerto de Edén, que fomentó la desobediencia a Dios. Posteriormente se le identifica como Satanás el diablo, quien sigue engañando e influenciando a la humanidad (Apocalipsis 12:9; 1 Juan 5:19).
Jesús lo llamó “padre de mentira”, diciéndole a la gente que procuraba matarlo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). La mentira es la raíz de los tiempos difíciles. Ciertamente, Dios no es el autor de toda la confusión que vemos (1 Corintios 14:33). La culpa la tiene Satanás, como engañador y tentador, y también todos los que sucumben a su influencia.
¿Por qué estamos viendo un aumento de los problemas ahora? Jesucristo volverá a la Tierra muy pronto. Cuando eso ocurra, el dominio de Satanás en la Tierra terminará y las consecuencias de su rebelión y el dolor y sufrimiento que ha causado a la humanidad llegarán a su fin.
Apocalipsis 20:1-3 describe uno de los sucesos que tendrán lugar cuando Cristo regrese: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”. Los versículos 7 al 10 relatan además la desaparición definitiva de Satanás, cuando por fin cesarán su perversa guía y engaño de la humanidad.
A medida que se acerca el final, Satanás sabe que su tiempo se acorta. Por eso está intensificando sus esfuerzos en preparación de su extrema ira final, cuando sea arrojado después de un último atentado en el cielo, unos pocos años antes del regreso de Cristo (vea Apocalipsis 12:7-12).