¿Cómo podemos perseverar durante tiempos de crisis?
Estamos viviendo en una era de desinformación, confusión y temor inspirado por el padre de las mentiras, Satanás el diablo. Otro aspecto de su carácter malicioso es crear división entre la gente. La raza, la etnicidad, las perspectivas políticas y las creencias religiosas han sido frecuentemente factores de división utilizados por él para enfrentar a un grupo en contra de otro. Y ahora vemos que la animosidad está creciendo, tal como la Biblia advirtió respecto a los últimos días (2 Timoteo 3:1-5).
Actualmente, durante este período de pandemia y turbulencia social, vemos división por todas partes. La ira y los conflictos siguen incrementando. Los asesinatos van en aumento, como también los tiroteos en masa, el suicidio, la violencia doméstica y otras violaciones de las leyes de Dios, llamadas pecados.
El mundo entero está experimentando un incremento del dolor y el sufrimiento. Nuestras vidas han sido impactadas significativamente por los eventos actuales. Algunos han fallecido por la pandemia, han perdido seres queridos, trabajos, hogares o recursos que alguna vez fueran fácilmente accesible. Los estilos de vida han sido afectados negativamente, y las relaciones se han visto alteradas por el distanciamiento y el aislamiento.
Como resultado, muchos están lamentando sus pérdidas y sufriendo de depresión, ira, proyección de la culpa, y negación ante las verdaderas causas de estos acontecimientos. Abundan la ansiedad, el temor y los sentimientos de inseguridad. ¿Cómo afrontar semejante crisis?
Acudamos a nuestros aliados principales para sobrellevar la ansiedad
El primer y más importante aspecto de lo que podemos hacer es fortalecer nuestra relación con nuestros principales aliados, Dios el Padre y Jesucristo. Cristo es nuestro consejero, amigo y confidente, quien nos exhorta y consuela. Dios el Padre es un padre perfecto y amoroso. Estos poderosos seres pelearán nuestras batallas por nosotros y nos ayudarán a superar las circunstancias más difíciles. Nos fortalecerán por medio de su Palabra, la Santa Biblia, y por el poder del Espíritu Santo. Como toda relación significativa, debemos pasar tiempo con ellos para desarrollarla. La oración es nuestra comunicación con Dios, y la Biblia es la principal forma en que Dios nos habla. El ayuno nos acerca más a Dios, y la meditación en su Palabra nos ayuda a obtener mayor entendimiento de lo que nos está comunicando. (Descargue o solicite nuestra guía de estudio gratuita Herramientas para el crecimiento espiritual para aprender más). La Palabra de Dios tiene mucho que decir en cuanto a sobrellevar la ansiedad y la preocupación.
¿Cómo debe una persona manejar la ansiedad? Filipenses 4:6-8 nos proporciona una guía perfecta, diciendo:
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.
Si desglosamos esto, los puntos claves son: oramos humildemente a nuestro Padre celestial y le hacemos llegar nuestras peticiones, y damos gracias por las cosas con las que él y su Hijo nos han bendecido. El hecho de saber que podemos entregarle nuestras preocupaciones a Dios (vea también 1 Pedro 5:7), y que él hará lo que es mejor para nosotros, nos dará paz mental. Y finalmente, nuestras mentes deben enfocarse en las cosas positivas que Dios ha compartido con nosotros por medio de su Palabra, la belleza de su creación y la esperanza del futuro venidero.
A menudo son nuestros pensamientos negativos los que producen sentimientos de preocupación y temor en nosotros. Cambie su forma de pensar, siga estos consejos y verá como la preocupación disminuirá en su vida.
Procure ser un pacificador
En segundo lugar, me gustaría compartir con usted algunas estrategias prácticas que mejorarán la calidad de su vida y la de los demás. La primera estrategia es ser un pacificador en un mundo en conflicto y rivalidad. Jesucristo nos recuerda en su sermón del monte: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). El apóstol Pablo nos instruye, “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:19).
El mundo que nos rodea está repleto de opiniones conflictivas y controversias, y hay mucha desinformación a la que somos susceptibles. No debemos involucrarnos en toda discusión. Desde luego que debemos adoptar una postura en contra de aquello que destruye la vida de las personas. Sin embargo, no todo asunto es claro. En caso de que sí lo sea, es preciso que hablemos, pero aun así debemos tener cuidado con lo que decimos. Lo que es muy obvio es que Satanás está trabajando arduamente para causar división en el mundo, en nuestro país, la Iglesia y las familias.
Por tanto, veamos cómo podemos procurar la paz. Una de las características principales de la paz es el bienestar de los otros y también el nuestro. Es uno de los frutos del Espíritu Santo y se consigue mediante una firme disciplina. La frase “mantén la calma” expresa la idea de que uno frecuentemente debe optar por no reaccionar cuando se enfrenta a alguien que nos irrita o nos agrede verbalmente. Por lo general exige autodisciplina no reaccionar de una manera excesivamente emocional.
Ser un pacificador es un proceso activo y continuo. Santiago 3:18 dice: “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”. Si vamos a sembrar justicia en el mundo, debe ser de manera pacífica, no con contienda, hostilidad o conflictos. El conflicto es simplemente tener diferencias de opinión, metas, necesidades y deseos. La contienda, por otro lado, es un desacuerdo unido a un espíritu de ira o métodos beligerantes.
Y si bien hay muchas razones para estar indignado o justamente enojado, al igual que Dios, no debemos permitir que esto nos consuma o controle (Efesios 4:26-27). “Mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla” (Proverbios 15:18; compare con 14:29; Santiago 1:19). (Vea “Cómo manejar la ira” para algunos consejos prácticos).
Como dijimos, debemos estar sembrando la justicia en nuestras relaciones con otros, incluyendo nuestras familias, la Iglesia, nuestros vecinos y nuestra comunidad. Cristo dijo en Mateo 5:44-45: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (compare 1 Pedro 3:8-9).
Desde luego, Jesús también notó que a veces el conflicto es inevitable, y afirmó que no vino a traer la paz sino una espada para causar disensión entre familias, hablando figurativamente (Mateo 10:34-37). La verdad en sí es a menudo divisiva, pero Pablo dijo: “Si es posible, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).
Ser pacificador significa tomar la iniciativa para restaurar relaciones rotas y dañadas, incluso cuando la mayor parte de esto recaiga en la otra persona. Esto generalmente requiere un acto de humildad. Ser humilde prepara adecuadamente nuestro corazón cuando intentamos reparar relaciones rotas. Cuando se es humilde, se pueden suavizar las discusiones y derribar las barreras de una actitud defensiva. Pablo describe esto en Filipenses 2:3: “No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes” (Nueva Traducción Viviente).
La humildad también reconoce que uno necesita la ayuda de Dios para reparar heridas y rupturas pasadas. En Mateo 11:29, Cristo dice “yo soy apacible y humilde de corazón” (Nueva Versión Internacional). Ese es el enfoque que nosotros también debemos tener.
Debemos consolarnos y exhortarnos unos a otros
Otra estrategia práctica es consolar y exhortar a otros. En un mundo que se vuelve cada vez más violento bajo la tenebrosa influencia de Satanás, la humanidad necesita faros de luz. Necesita pacificadores para mostrarle al mundo una mejor manera de resolver los conflictos, contiendas y hostilidades.
Nos corresponde defender lo que es fundamentalmente importante en medio del frenesí de perspectivas mundanas que nos rodea. Cuando se nos dice que no seamos del mundo, también significa que no debemos permitir que las opiniones y actitudes mundanas moldeen nuestro punto de vista. Por el contrario, debemos mantener una perspectiva bíblica. Jesucristo, el Príncipe de Paz, nos dio estas palabras para consolarnos y guiarnos en este mundo desgarrado por la guerra: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Juan 14:27, NVI).
Los seres humanos necesitan el consuelo de saber que otros se preocupan de ellos y estarán ahí cuando lo necesiten. Tenderles la mano a las personas que se sienten solas y aisladas, a los ancianos y a cualquier otra persona que tenga algún tipo de limitaciones, puede ayudarles a sobrellevar estos tiempos difíciles. El servicio voluntario, que llena el vacío de muchas personas de escasos recursos, beneficia tanto al que da como al que recibe, y crea vínculos entre ambos.
Aquellos que son padres tienen la responsabilidad especial de guiar a sus hijos cuando enfrenten circunstancias difíciles.
Un último consejo sobre cómo hacer frente a los tiempos difíciles es no perder nunca de vista la visión que Dios nos ha dado de su reino venidero. Incluso cuando las cosas empeoren, como ocurrirá en algún momento, debemos mantener en la mente y el corazón el gran destino que Dios ha planeado para sus hijos.
Esto es expresado elocuentemente en Apocalipsis 21:1-4: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.
Esta es la maravillosa visión futura que nos ayudará a soportar los dolores del presente, tal como le ayudó a Jesús a soportar su crucifixión (Hebreos 12:2). Recuerde siempre que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18; compare con 2 Corintios 4:16-18).
Y que “el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 5:10-11).
Esta es la verdad que nos puede ayudar a enfrentar todo problema. ¡Nunca la deje escapar! BN