¿Por qué permite Dios que los cristianos mueran en accidentes?

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¿Por qué permite Dios que los cristianos mueran en accidentes?

Las Escrituras nos dicen que Dios nunca nos deja ni nos abandona (Deuteronomio 31:6). Él es nuestro refugio y nuestra fortaleza, y una ayuda en tiempos de angustia (Salmos 46:1). Él es nuestro Pastor: nos guía, nos provee y nos protege (Salmo 23).

Entonces, ¿cómo conciliar estas dos cosas?: Por un lado está la verdad absoluta de la protección y provisión divinas de Dios, y por el otro está el hecho de que nuestros hermanos y hermanas en la fe (o en la carne) mueren a veces de manera repentina, inesperada y trágica.

La vida como cristiano no es fácil. En ninguna parte de las Escrituras se nos promete una vida libre de dolor, sufrimiento y tragedia. De hecho, la Biblia dice exactamente lo contrario.

La gente se ha esforzado por explicar este principio durante milenios. En el tiempo de Job, hubo un malentendido expresado por los amigos de Job, de que de alguna manera Job merecía lo que le estaba sucediendo como resultado de sus pecados: una relación muy básica de causa y efecto. Gran parte del libro de Job consiste en el abordaje de este tema entre Job, sus amigos y Dios. A su vez, los budistas han enseñado el concepto de karma durante varios miles de años, que consiste en que las acciones de una persona tienen consecuencias a largo plazo. Las buenas acciones conducen a un buen karma, las malas acciones conducen a un mal karma; como una cuenta bancaria cósmica que acredita y carga tu futuro con cada acción. Y, cada consecuencia, por no relacionada que esté, es el resultado del saldo de tu cuenta.

Jesucristo se topó con esta línea de pensamiento durante su ministerio terrenal cuando ocurrieron dos situaciones trágicas en Judea. En la primera de ellas, varios hermanos de Galilea fueron asesinados y su sangre se mezcló con los sacrificios de Poncio Pilato. En la segunda, un grupo de personas murió cuando se derrumbó la Torre de Siloé. (Lucas 13:1-5) El punto que explicó Cristo a los reunidos, fue que estas personas fallecidas no eran peores pecadores que cualquier otra persona y que lo ocurrido no era el castigo por una vida de pecado. Él ilustró a los reunidos que este destino, la muerte, llegaría a todos los seres humanos y que debían redimir (aprovechar) el tiempo y arrepentirse.

Estas muertes repentinas, inesperadas y trágicas no fueron el resultado de los pecados de dichas personas... en cambio, Cristo hace hincapié en que la muerte nos llega a todos, y debemos llevar una vida enfocada en el Reino de Dios mientras estemos aquí.

Cuando Satanás tentó a Jesucristo en Marcos 4, citó un pasaje del libro de los Salmos, donde el salmista alaba al Señor por su protección: “No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.” (Salmos 91:10-12).

En Mateo 4, Satanás tuerce este pasaje para tentar a Cristo a arrojarse desde el parapeto del templo, para demostrar de alguna manera la protección de Dios. La simple respuesta de Cristo a Satanás fue citar Deuteronomio 6:16 y una paráfrasis del Salmo 95:9: "No tentarás al Señor tu Dios".

La respuesta de Cristo a Satanás fue reveladora. ¿Dios protege a su pueblo? Sí, él lo hace... pero si hacemos algo imprudente, como arrojarnos desde un edificio alto para probar la protección de Dios, no hay garantías.

Si extrapolamos este concepto a la actualidad, no podemos fumar durante 50 años y luego preguntarnos por qué Dios no nos protegió del cáncer de pulmón. Si un ser querido se sube al automóvil sin cinturón de seguridad y tiene un accidente horrible, no podemos cuestionar a Dios por no protegerlo. La respuesta más honesta será que nuestras decisiones tienen consecuencias y, en última instancia, cosechamos lo que sembramos (Gálatas 6:7). Ese es un principio bíblico.

¿Puede Dios proteger a su pueblo? Absolutamente.

¿Lo hace siempre? No.

Y eso es difícil de aceptar a veces como creyentes en Dios. ¿Por qué Dios no protegió a esta persona en esta circunstancia? ¿Por qué no envió a un ángel para devolver su auto a la carretera? ¿O para amortiguar de alguna manera la caída, evitando una muerte trágica e intempestiva?

¡Es que no es justo! Tenían fe en él y le servían como verdaderos cristianos.

Los judíos en Roma durante la época de Pablo también hicieron este tipo de preguntas con respecto a la justicia de Dios. Por qué Dios estaba trabajando con los gentiles cuando prometió ser el Dios de Israel. Para responder esa pregunta, el apóstol Pablo respondió con otras decisiones que Dios tomó que podrían percibirse como injustas. Su respuesta está registrada en Romanos 9.

“Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.” (Romanos 9:10-18, énfasis agregado).

No siempre entendemos por qué Dios hace lo que hace; por qué elige que algunos sigan viviendo y otros no. El apóstol Pablo nos dice en Romanos 9 tanto a los judíos como a nosotros, que esencialmente Dios hará lo que quiera, y que realmente no nos corresponde preguntarnos el por qué. Tendrá misericordia de quien elija tener misericordia, y compasión de quien elija tener compasión. Aunque esto sea difícil de aceptar.

La vida como cristiano no es fácil. En ninguna parte de las Escrituras se nos promete una vida libre de dolor, sufrimiento y tragedia. De hecho, la Biblia dice exactamente lo contrario.

En 1 Pedro 4:12-17, el apóstol Pedro nos dice que no debe parecernos extraño cuando caemos en pruebas de fuego. Cuando sufrimos tragedias y dificultades en nuestras vidas, no debemos pensar que esto es algo extraño que nos ha sucedido. En cambio, su recomendación a los destinatarios de su epístola fue: "Esperadlo".

Satanás es el dios de esta era (1 Corintios 4:4). Se le ha dado el control de la tierra por un tiempo. Como tal, el dolor, el sufrimiento y la tragedia que vemos en el mundo que nos rodea hoy es un resultado directo de su influencia. Y el pueblo de Dios no es inmune a este sufrimiento, tragedia y lágrimas.

Sin embargo, habrá un tiempo en el futuro, en el que Satanás será rechazado por la eternidad. Jesucristo regresará y se establecerá el Reino de Dios. Como vemos registrado en Apocalipsis 21, en este momento no habrá más dolor ni más sufrimiento, no más lágrimas y no más muerte.

Lamentablemente, ese momento no es ahora, pero podemos estar seguros de que llegará el cumplimiento de la promesa de Dios (Hebreos 6:17-20) y junto con ello, el momento en que veremos a nuestros seres queridos nuevamente en el maravilloso Reino de Dios.

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