¿Qué nos están diciendo los profetas hoy en día?
Uno de los estereotipos más comunes de un profeta bíblico es el de un hombre enojado, de ojos penetrantes, barba larga y vestido con una túnica, que grita palabras de condenación. Mientras predice el fin del mundo llama a la gente a arrepentirse, pero sus palabras aterradoras y amenazantes caen en oídos sordos.
La palabra “profecía” a menudo se asocia con destrucción, condenación, depresión, desesperación y muerte, y también con palabras como “Apocalipsis” y “Armagedón”, que contribuyen a aumentar el drama.
Pero, ¿sabía usted que la mayoría de las profecías de la Biblia no son predicciones terribles? A través de la profecía Dios afirma su relación con nosotros y nos explica su participación en el mundo. Mediante la profecía logramos entender la verdadera razón de la primera venida de Jesucristo, así como el poder de su futuro regreso.
Junto con mostrarnos lo que nos depara el futuro, Dios revela su amor por la humanidad enviando a su Hijo para salvarnos, y no solo por medio de su sacrificio pasado sino también regresando para construir una sociedad que vivirá con valores que garanticen paz, prosperidad, y familias y vidas felices. ¡Esta revelación es en realidad el evangelio o “buenas nuevas”!
Observe esta alentadora profecía en Ezequiel 36: “Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo. Pondré mi Espíritu en ustedes para que sigan mis decretos y se aseguren de obedecer mis ordenanzas. Vivirán en Israel, la tierra que hace mucho tiempo di a sus antepasados. Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios. Los limpiaré de su conducta inmunda . . .
“Les daré buenas cosechas de grano y no enviaré más hambrunas a su tierra. Les daré abundantes cosechas de sus árboles frutales y sus campos, y nunca más las naciones vecinas podrán burlarse de su tierra a causa de las hambrunas. Entonces recordarán los pecados que cometieron en el pasado y se avergonzarán de ustedes mismos por todas las cosas detestables que hicieron. Sin embargo, recuerden, dice el Señor Soberano, que no lo hago porque lo merezcan. ¡Oh Israel, pueblo mío, ustedes deberían estar totalmente avergonzados por todo lo que hicieron!
“Cuando los regrese a su tierra, la gente dirá: ¡Esta tierra era baldía y ahora se parece al jardín del Edén! ¡Las ciudades abandonadas y en ruinas ahora tienen murallas fuertes y están llenas de gente! Entonces las naciones vecinas que hayan sobrevivido sabrán que yo, el Señor, reedifiqué lo que estaba en ruinas y volví a sembrar la tierra baldía. Pues yo, el Señor, lo he dicho, y cumpliré mi palabra” (vv. 26-36, Nueva Traducción Viviente).
Aunque esta profecía está dirigida específicamente al pueblo de Israel, Dios hará disponible esta promesa a toda la humanidad de acuerdo a su plan. En ella vemos cómo se resuelve la raíz de los problemas: el corazón de piedra y terco del hombre será reemplazado por uno tierno y sensible. Esta profecía aún no se ha cumplido en la escala descrita; sin embargo, tiene mucho significado para nosotros, tal como el resto de la profecía bíblica.
¿Quiénes son estos profetas de la Biblia, y cuál es su mensaje para nosotros en la actualidad?
De un extremo al otro de la Escritura
Sorprendentemente, gran parte de la Biblia es profecía. Según la Enciclopedia de Profecía Bíblica de J. Barton Payne, hay 1239 profecías en el Antiguo Testamento y 578 en el Nuevo, 1817 en total. Estas profecías están contenidas en 8352 de los 31 121 versículos de la Biblia, constituyendo así el 26.8 % de su volumen. Y muchas de ellas aún están por cumplirse.
En cuanto a los profetas mismos, eran mensajeros enviados por Dios para comunicar su voluntad a la humanidad. En el Antiguo Testamento, 15 libros llevan el nombre de profetas con nombres familiares como Ezequiel, Isaías y Jeremías, y hay otros muy destacados, como Moisés y Daniel. El libro de los Salmos, junto con muchos otros libros del Antiguo Testamento, también contiene gran cantidad de profecías. En el Nuevo Testamento, el libro del Apocalipsis es profecía casi en su totalidad. El apóstol Juan escribió muchas declaraciones proféticas aquí y en otros lugares, al igual que Pedro y Pablo y otros escritores apostólicos.
El profeta más importante de todos fue Jesucristo, quien fue anunciado durante muchos siglos por otros profetas. Estos registraron muchas profecías sobre su primera y su segunda venidas. Durante el ministerio de Jesús, él profetizó la venida del Reino de Dios, cómo sería este y, lo más importante, cómo debemos prepararnos para él.
Los profetas de la Biblia eran un grupo diverso de hombres, con ocupaciones que iban desde pastores a consejeros de la realeza y gobernantes. Como sus palabras fueron escritas en el transcurso de un período tan largo, es obvio que la mayoría de los profetas no podían colaborar entre sí en persona. Sin embargo, todos sus escritos apuntaban a la misma conclusión sobre el destino final del hombre, la salvación y el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra.
La primera profecía tiene lugar en los primeros capítulos de la Biblia, en el huerto del Edén. Es una alusión al enfrentamiento entre Satanás y Cristo. Cuando Dios le habló a la serpiente sobre su destino y futuro encuentro con Jesucristo, dijo: “Y pondré hostilidad entre tú y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Su descendiente te golpeará la cabeza, y tú le golpearás el talón” (Génesis 3:15, NTV). Satanás estuvo directamente involucrado en el asesinato de Jesús, pero el Salvador resucitado finalmente vence al diablo.
La última profecía de la Biblia es la de Jesús , y en ella proclama: “El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve” (Apocalipsis 22:20).
Entre estos dos hechos proféticos se encuentra toda una historia que nos dice qué es el hombre y cómo debería ser nuestra relación con Dios. A medida que uno entiende este tema, ve cómo se desarrolla una asombrosa historia sobre el propósito de la vida y nuestra relación con el Dios Creador, a cuya imagen fuimos hechos.
Más que predicciones
Los profetas hicieron mucho más que revelar información futura. Enseñaron acerca de la relación con nuestro Creador y nuestra responsabilidad hacia él. Al entender la profecía, vemos más claramente quién es Dios, su amor por la humanidad y su relación con ella.
Mediante la profecía también entendemos cómo se erradicará el mal. Ella nos muestra cómo será transformada nuestra existencia de mortal a divina. ¡Es una historia muy inspiradora! La historia del hombre no es un mosaico de eventos desconectados. La profecía lo une todo y le da sentido a nuestras vidas.
Las dificultades de hoy nos llevarán a un futuro asombroso. Como escribió Pablo: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción [o condición de hijos], la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:20-23).
Juan explicó además: “Mirad cual amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:1-3).
Se nos promete un nuevo mundo y una existencia transformada e inmortal en el futuro. ¡Esa es nuestra gran esperanza!
Los apóstoles mencionaron a los profetas de antaño y también a Cristo para dar contexto y credibilidad a la transmisión del mensaje del evangelio. Pedro proclamó: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
“Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra” (Hechos 3:19-25, énfasis nuestro en todo este artículo). Aquí, como en otras partes, vemos un mensaje tanto de juicio como de bendición.
La entrega de la verdad vital
A lo largo de la historia, Dios ha hablado a través de sus profetas para informar y advertir al mundo sobre lo que se avecina: “Porque no hará nada el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla el Eterno el Señor, ¿quién no profetizará?” (Amós 3:7-8).
Las Buenas Noticias y su programa de televisión Beyond Today (Más allá del presente) son parte de una obra profética que hace lo que su nombre sugiere: mostrar lo que Dios dice en cuanto a lo que nos depara el futuro, sobre lo que hay más allá del presente. Y aunque no profetizamos directamente, comunicamos la esperanza y la advertencia de los profetas de antaño. Nuestro eslogan “Una revista de comprensión bíblica” procura explicar las razones de cómo son las cosas y hacia dónde se dirigen. Es crucial saber por qué tendrán lugar los eventos catastróficos profetizados.
Los profetas debían hablar cuando los pactos entre Dios y la nación eran quebrantados. Los líderes nacionales estaban al tanto de las advertencias proféticas, pero pocos prestaban atención. Hoy en día, Dios continúa advirtiendo al mundo en general sobre la calamidad que se avecina como resultado de las decisiones de un estilo de vida destructivo, pero sus palabras son despreciadas. Como Dios le dice a Jeremías: “Esta es la nación que no escuchó la voz del Eterno su Dios, ni admitió corrección; pereció la verdad, y de la boca de ellos ha sido cortada” (Jeremías 7:28).
Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en nuestra sociedad. ¿Adónde podemos acudir? ¿En qué noticias de la televisión o Internet se puede confiar? Los gobiernos totalitarios controlan estrictamente la información, y ahora tenemos cientos de medios de comunicación que presentan información muy sesgada.
La labor de un profeta es entregar la verdad a la gente a pesar del enorme desafío que significa ser escuchado. Los siervos de Dios, a pesar de todo, tienen la responsabilidad de decir la verdad y advertir al mundo, clamando en voz alta y mostrando a nuestras naciones sus pecados (ver Isaías 58:1).
Cómo enfrentar un mundo al revés
Isaías escribió sobre el deterioro generalizado de la moralidad en estos términos: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5:20-21).
¡Este es el estado de nuestras naciones hoy en día! Moralmente nos estamos enfermando cada vez más, ya que nuestros líderes y educadores están perdiendo toda habilidad de diferenciar adecuadamente entre el bien y el mal.
Los antiguos profetas condenaban el sacrificio de niños; pero aunque esto parezca impensable hoy en día, salta a la mente un paralelo contemporáneo: solo en los Estados Unidos hemos acabado con las vidas de 60 millones de bebés en gestación. [En América Latina, la tasa de abortos alcanza a más de 4 millones por año]. ¡Ellos no eran solo “tejido humano”!
Los profetas condenaban la injusticia social y la violencia sufrida por los más vulnerables y desfavorecidos. Pero ahora vemos cómo se libra una guerra contra ellos mediante una anarquía y una violencia desenfrenadas.
Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta confusión sobre la sexualidad y el género biológico. La abreviatura LGBTQ se sigue expandiendo con más letras. Una de las primeras descripciones que hizo Dios de la humanidad se refería al género: “Varón y hembra los creó, y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados” (Génesis 5:2). Muchos ahora afirman que la limitación a solo dos géneros biológicos, masculino y femenino, es malvada.
Somos una voz que clama que el fin de la civilización está cerca a menos que haya arrepentimiento, lo que significa cambiar la forma en que vivimos. Hemos proclamado ese mensaje en voz alta en esta revista y en nuestro programa de televisión Beyond Today.
Castigo y redención nacional
Leemos en 2 Reyes 17:13-15 que Dios envió a sus siervos para llamar a su pueblo al arrepentimiento: “Una y otra vez el Señor envió a sus profetas y videntes para dar a Israel y a Judá la siguiente advertencia: Apártense de sus malos caminos. Obedezcan mis mandatos y decretos, es decir, toda la ley que les ordené a sus antepasados que obedecieran y que les di a ustedes a través de mis siervos, los profetas.
“Sin embargo, los israelitas no quisieron escuchar. Fueron tan tercos como sus antepasados, quienes se negaron a creer en el Señor su Dios. Rechazaron sus decretos y el pacto que él había hecho con sus antepasados, y despreciaron todas sus advertencias. Rindieron culto a ídolos inútiles, por lo cual ellos mismos se volvieron inútiles. Siguieron el ejemplo de las naciones vecinas, desobedeciendo el mandato del Señor de no imitarlas” (NTV).
Dios dijo lo siguiente a la nación por medio de Jeremías: “Esto dice el Señor: Tu lesión es incurable, una herida terrible. No hay nadie que te ayude ni que vende tu herida. Ningún medicamento puede curarte. Todos tus amantes, tus aliados, te han abandonado y ya no se interesan por ti. Te he herido cruelmente como si fuera tu enemigo. Pues tus pecados son muchos y tu culpa es grande. ¿Por qué te quejas de tu castigo, de esta herida que no tiene cura? He tenido que castigarte porque tus pecados son muchos y tu culpa es grande” (Jeremías 30:12-15, NTV).
Tanto Israel como Judá sufrieron la invasión y el cautiverio de los asirios y más tarde, durante los días de Jeremías, los babilonios invadieron Judá y llevaron cautivo al resto de la nación. Estas palabras de advertencia también serán dadas a la gente de nuestras naciones modernas, que por ahora hacen caso omiso de las amonestaciones de Dios sobre sus estilos de vida.
Sin embargo, justo antes de estas duras palabras, Dios también promete un camino de redención: “Así que no temas, Jacob, mi siervo; no te dejes abatir, Israel—dice el Señor—. Pues desde tierras lejanas los traeré de regreso a casa, y sus hijos regresarán del destierro. Israel regresará a una vida de paz y tranquilidad, y nadie lo atemorizará. Yo estoy contigo y te salvaré—dice el Señor—. Destruiré por completo a las naciones entre las cuales te esparcí, pero a ti no te destruiré por completo. Te disciplinaré, pero con justicia; no puedo dejarte sin castigo” (Jeremías 30:10-11, NTV).
Si bien algunos de los habitantes de Judá regresaron para reasentarse en su tierra, los israelitas del norte permanecieron dispersos. Así que esta profecía en realidad es para el futuro.
Profecías para el pasado, presente y futuro
El aspecto más sorprendente de los profetas es que su obra no estaba limitada a su nación o a su época, sino que podía incluir el cumplimiento del Nuevo Testamento y extenderse incluso más allá, a todas las naciones y hasta la eternidad. A esto se le llama a veces dualidad. En Isaías 52:7-10 vemos una profecía de múltiples niveles:
“¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina! ¡Voz de tus atalayas! Alzarán la voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que el Eterno vuelve a traer a Sion. Cantad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalén; porque el Eterno ha consolado a su pueblo, a Jerusalén ha redimido. El Eterno desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro” (Isaías 52:7-10).
En su cumplimiento inicial, esta profecía anima a los judíos cautivos en Babilonia a prepararse para su regreso a Jerusalén. ¡Regocíjense, porque Dios reina! El pueblo es redimido. Esto se cumplió.
Vemos otro nivel de cumplimiento con Jesucristo y el evangelio, ya que él vino a predicar el Reino de Dios. Jesús es el Redentor y Salvador por medio de su muerte y resurrección.
Y todavía aparece otro nivel de cumplimiento en el versículo 10, que se refiere al escenario mundial e incluye a “todas las naciones” y “todos los confines de la tierra”. Esto nos lleva al cumplimiento de los tiempos finales, cuando la Iglesia predique el evangelio a toda la Tierra, como Jesús instruyó.
Y aún hay otro cumplimiento más en el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra y luego en la eternidad, un mensaje que hoy debemos tomar en serio.
Como vemos, los profetas comunicaban las palabras inspiradas de Dios. No siempre entendían lo que escribían, pero la riqueza y sabiduría de esas palabras son asombrosas. Al leerlas, uno se asoma a la mente misma de Dios y descubre una riqueza de conocimiento sobre quiénes somos y hacia dónde vamos.
¡Permita que las palabras de Dios le hablen a través de los profetas bíblicos y responda con un corazón tierno, como él desea! BN