El mensaje de Dios: ¡Piense diferente!
La crisis del covid-19 y sus consecuencias han trastornado al mundo entero. Uno no puede menos que preguntarse si lo que estamos pasando es en algún sentido un mensaje de Dios. Si así fuera, ¿qué nos está diciendo?
A través del tiempo Dios le ha hablado a la gente por medio de profetas, visiones, ángeles y otros mensajeros. Y también le ha hablado a la humanidad por medio de los acontecimientos que le toca vivir. Un período de calamidad nos hace despertar a la realidad y nos motiva a pensar más claramente. En el conflictivo período actual debemos entender que Dios en realidad nos está hablando, y que su mensaje es claro.
Cómo aprender lecciones de las tragedias inesperadas
Jesucristo se valió de ciertas crisis de su tiempo para sacar lecciones de lo inesperado. En Lucas 13 se refirió a dos tragedias contemporáneas para ilustrar un punto importante. La primera tenía que ver con adoradores de Galilea masacrados en el templo de Jerusalén por orden de Poncio Pilato, el gobernador romano de Judea. La otra fue el colapso de un edificio que mató a muchas personas. Leamos el relato en Lucas 13:1-5:
“En esos días, le informaron a Jesús que Pilato había asesinado a varias personas de Galilea mientras ofrecían sacrificios en el templo. ¿Piensan que esos galileos eran peores pecadores que todas las demás personas de Galilea? —preguntó Jesús—. ¿Por eso sufrieron? ¡De ninguna manera! Y ustedes también perecerán a menos que se arrepientan de sus pecados y vuelvan a Dios. ¿Y qué piensan de los dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima? ¿Acaso eran los peores pecadores de Jerusalén? No, y les digo de nuevo, a menos que se arrepientan, ustedes también perecerán” (Nueva Traducción Viviente, énfasis nuestro en todo este artículo).
La palabra griega traducida como “arrepientan” aquí es metanoeo, que significa cambiar la forma de pensar de uno o pensar de manera diferente. Jesús nos está diciendo que a menos que realmente experimentemos un drástico cambio de rumbo en nuestras mentes, corazones y vidas, podríamos perecer como las personas que inesperadamente fueron víctimas de estos dos incidentes trágicos.
Esta es una lección importante para nosotros en la actualidad, cuando la sociedad ha sido sacudida por una epidemia que ha tronchado abruptamente la vida de cientos de miles de personas y ha dejado a millones más sin trabajo.
La súplica de Dios a la humanidad a lo largo de la Biblia
Uno de los temas centrales de la Biblia es el arrepentimiento. El ministerio de Jesucristo comenzó así: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos [cambien su forma de pensar], y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).
El arrepentimiento –pensar, actuar y vivir de forma diferente– llegó a ser el mensaje central de la Iglesia primitiva: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:38-39).
Este mensaje continuó en sermones posteriores: “Así que, arrepentíos y convertíos [cambien el rumbo de su vida], para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hechos 3:19-20).
La palabra usada en el Nuevo Testamento para el acto de arrepentirse, metanoeo, es complementada por la palabra hebrea shuv que aparece en el Antiguo Testamento. Esta palabra es comúnmente traducida como “virar”, y usualmente lleva el significado de “devolverse” o “regresar”. Aparece más de mil veces en el Antiguo Testamento. La súplica de Dios a la humanidad a lo largo de la Biblia es que regresemos a él y nos alejemos del mal.
Cuando usted comprenda que Dios está llamando a la humanidad a pensar, actuar y vivir de manera diferente, podrá entender uno de los grandes propósitos de esta vida y verá por qué nuestro mundo está lleno de sufrimiento y tristeza. El relato de la Biblia es una crónica de la mentalidad corrupta del hombre y sus consecuencias, y también el mensaje de Dios para cambiar nuestro rumbo y liberarnos de las esclavizantes garras del mal.
La alarmante historia de una mentalidad incorrecta y sus resultados trágicos
En el huerto de Edén, nuestros primeros padres humanos tuvieron que escoger entre el fruto de dos árboles. Comer del fruto del árbol de la sabiduría del bien y el mal les traería la muerte. Tentados por la serpiente malvada, Adán y Eva desobedecieron a su Creador y por consecuencia fueron excluidos del árbol de la vida. Todos hemos cometido ese mismo error y sido castigados de igual manera: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
La mentalidad del hombre en los siguientes 1600 años empeoró cada vez más: “Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
Este patrón de pensamiento corrompió tanto a la humanidad, que Dios decidió empezar la civilización de nuevo con Noé. Este tenía una mentalidad distinta al resto de la sociedad y halló gracia ante los ojos de Dios (Génesis 6:8). Dios utilizó a Noé para repoblar la Tierra por medio de sus descendientes después de un catastrófico diluvio mundial.
Alrededor de 400 años más tarde, Dios comenzó a trabajar con un hombre llamado Abraham y luego con su hijo Isaac, y después con su hijo Jacob y los hijos de este. Jacob fue renombrado Israel, y sus hijos se convirtieron en los patriarcas de las doce tribus de Israel.
Esta incipiente nación emigró a Egipto y después de varias generaciones terminó esclavizada allí. Dios liberó a los israelitas bajo el liderazgo de Moisés y luego hizo un pacto con ellos que comprendía su obediencia a la ley que les dio, particularmente los Diez Mandamientos, una guía para el pensamiento moral adecuado.
Pero los israelitas tuvieron gran dificultad para alinear su mentalidad con la mente de Dios. Violaban constantemente sus leyes, acarreándose sobre sí mismos las consecuencias y maldiciones acerca de las cuales Dios les había advertido. Josué, el siguiente líder de Israel, les dijo en un apasionado discurso de despedida que pensaran y vivieran de manera distinta a como lo hacían las naciones a su alrededor (Josué 23-24).
Sin embargo, la nación se desvió reiteradamente de esta exhortación durante los siguientes 300 años, que se conocen como el período de los jueces. Se nos dice respecto a ese tiempo: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 17:6; 21:25). Los frutos no eran buenos: asesinatos sin motivo, robos, violaciones, opresión y violencia. La gente se pregunta por qué hay tanta violencia en la Biblia. La respuesta, como vemos especialmente aquí, es que el rechazo a Dios produce tales consecuencias.
Los israelitas decidieron pedir una monarquía humana, y aún así no lograron obedecer a Dios los siguientes 400 años cuando tuvieron reyes gobernando sobre ellos. La nación se dividió en dos reinos, Israel y Judá; ambos cayeron bajo imperios extranjeros y sus pueblos fueron llevados en cautiverio. ¿Por qué? Porque su forma de pensar sucumbió a la de las naciones que los rodeaban. Escogieron quebrantar las leyes de Dios y violar sus pactos.
Llamados reiterados al arrepentimiento
Por medio de profetas, Dios les entregó a ambas naciones un mensaje suplicándoles que regresaran a él y escogiesen una manera de pensar diferente. Estas son solo algunas de esas advertencias:
“Diles: Vivo yo, dice el Eterno el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ezequiel 33:11).
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).
“Por eso pues, ahora, dice el Eterno, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento . . . convertíos al Eterno vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo” (Joel 2:12-13).
“Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? . . . Convertíos, pues, y viviréis” (Ezequiel 18:30-32).
Los israelitas en su conjunto nunca entendieron lo que Dios les había ordenado hacer por su propio bien. Nunca tuvieron un período consistente de obediencia y adhesión al pacto que sus antepasados habían acordado. Así, las razones del cautiverio de ambas naciones son explicadas claramente:
“Porque los hijos de Israel pecaron contra el Eterno su Dios . . . y temieron a dioses ajenos, y anduvieron en los estatutos de las naciones que el Eterno había lanzado de delante de [ellos] . . . Y los hijos de Israel hicieron secretamente cosas no rectas contra el Eterno su Dios . . . Levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso, y quemaron allí incienso en todos los lugares altos, a la manera de las naciones que el Eterno había traspuesto de delante de ellos, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira al Eterno” (2 Reyes 17:7-11).
Un mensaje para todos nosotros
El llamado de Dios al arrepentimiento y a regresar a él aún está vigente. Continúa a lo largo de toda la Biblia y sigue siendo proclamado en la actualidad. Es un mandamiento no solo para Israel, sino para toda la humanidad.
Cuando el apóstol Pablo predicó en Atenas, concluyó con estas poderosas palabras: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31).
¡Este es el mensaje al que todos debemos prestar atención!
¿Qué esta tratando de decirnos Dios a través de las crisis que agobian al mundo? ¿No es este el tiempo para darle toda nuestra atención a Dios y a lo que nos ofrece? ¿No es un tiempo para pensar en el rumbo que llevamos? ¿No es una oportunidad para cambiar nuestra forma de pensar y volvernos del camino en el que vamos para acudir al Dios que nos ama? ¿Qué perdemos?
Usted puede cambiar su forma de pensar y su vida al someterse a Dios y recibir su continuo perdón y ayuda. Al hacerlo se embarcará en una vida fundamentalmente satisfactoria y entablará una relación con él que lo preparará y protegerá para enfrentar lo que sea que le depare el futuro.
El deseo de Dios para todos es muy bien expresado por el apóstol Pedro: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
Dios aún nos está llamando al arrepentimiento y le está dando esa oportunidad ahora mismo. ¡Aprovéchela al máximo! Piense diferente. ¡Cambie su vida y crea las buenas noticias que Jesús predicó! BN