Anhelar el reino puede ayudarnos hoy mismo

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Anhelar el reino puede ayudarnos hoy mismo

¿Se ha preguntado alguna vez por qué en la oración modelo que Jesús entregó en Mateo 6:9-15, la primera solicitud que nos instó a hacer después de dirigirnos al Padre en los cielos fue “Venga tu reino”?

¿Por qué es tan importante anhelar la llegada del Reino de Dios? La mayoría de la gente tiene la idea de que el cielo es el lugar donde finalmente se llevará a cabo todo. Sin embargo, Cristo dijo que como primera meta debemos desear que su reino venga a la Tierra.

En el mismo capítulo donde Jesús entregó su oración modelo, explicó mejor este principio: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (v. 33, énfasis nuestro en todo este artículo). Y la Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres fieles que vivieron con estas prioridades en mente. Ellos vislumbraron brevemente el Reino de Dios venidero y vieron que era algo real –nunca dudaron de que con toda seguridad vendría– y se prepararon espiritualmente para su llegada.

El libro de Hebreos nos dice esto acerca de ellos: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” [el mundo no era su hogar verdadero] . . . Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (Hebreos 11:13, 39-40).

Por tanto, todos los que hayan sido fieles a Dios serán perfeccionados al mismo tiempo en el futuro: no al momento de su muerte, ¡sino cuando Cristo retorne para reinar! ¡Y reinarán con él, en la Tierra! (Apocalipsis 5:10). El resumen de esta esperanza es entregado en el siguiente capítulo de Hebreos: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (Hebreos 12:28).

Este reino traerá maravillosos cambios a la Tierra y a todos sus habitantes (lea “El maravilloso mundo que esperamos”, en las páginas 12 y 13). Pero todos sus beneficios no son solamente futuros: ¡un ferviente deseo por el advenimiento del reino puede cambiarnos ahora mismo, y para mejor!

¿Cuáles son entonces algunas de las bendiciones que se producen cuando esperamos ansiosamente el establecimiento de ese glorioso reino? Tal como las facetas de un hermoso diamante que emite rayos multicolores, existen siete maravillosos efectos que podemos experimentar si esperamos fervientemente el Reino de Dios en la Tierra.

1. Hace que le demos prioridad a lo más importante

El Reino de Dios es la meta suprema de la vida. Jesús lo dejó bien claro: no importa cuán exitoso uno pueda ser en los aspectos materiales de esta vida, incluso si adquiere fama y fortuna: si al final no entra en el Reino de Dios, su vida habrá sido un fracaso ante Dios.

Como Jesús afirmó: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma [su ser o existencia personal]? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:26-27).

Desde luego , hay muchas metas físicas encomiables que podemos esforzarnos por alcanzar en esta vida, tal como el apóstol Juan mencionó en 3 Juan 2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud [bienestar general, tanto del cuerpo como de la mente], así como prospera tu alma”.

El principal propósito espiritual en la vida de uno es llegar a ser parte del Reino de Dios. Por ello es que esperar con ansias su venida debe ser una prioridad en nuestras vidas, e idealmente deberíamos vislumbrar ese futuro reino en nuestras oraciones diarias y usarlo como fuente de ánimo e inspiración.

2. Nos mantiene enfocados en nuestra esperanza

Muchos no se dan cuenta de que la esperanza bíblica en realidad está basada en la llegada del Reino de Dios. El apóstol Pablo explicó así esta esperanza: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8:24-25).

Pablo llamó a esto “la esperanza bienaventurada”. Como le dijo a Tito: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:11-14).

Pablo comparó esta esperanza con el casco que protege a un soldado de una herida fatal a la cabeza. Pablo mencionó que un soldado cristiano alcanza el objetivo de la salvación en el Reino de Dios gracias a que está armado para la batalla espiritual, “[habiéndose] vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo” (1 Tesalonicenses 5:8).

3. Nos llena de fe

¡Tener la gran esperanza de entrar algún día al Reino de Dios debe llenarnos de fe viva! Y si bien tener esta esperanza nos ayuda a enfocarnos en ese destino final, la fe viva es la caminata diaria y confiada hacia esa meta y lo que produce una fiel obediencia.

Fíjese cómo relaciona Pablo el intenso deseo por el Reino de Dios con la caminata diaria de fe: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa . . . Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” (Hebreos 10:35-38).

La fe nos permite creer que las promesas de Dios son ciertas y permanecer fieles a estas verdades a pesar de las vicisitudes, sufrimientos y tentaciones de la vida. Moisés fue un gran ejemplo de lo que es caminar por fe y no por fuerza, como leemos en Hebreos 11:27: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”. En otras palabras, ¡él tenía “ojos espirituales” que vieron la presencia de Dios en su vida y actuó en consecuencia!

4. Le otorga significado a nuestras vidas

Una de las grandes bendiciones en la vida es saber por qué nacimos. Gran parte de la desesperación que aflige al mundo puede rastrearse hasta gente que no sabía el propósito de su existencia y consecuentemente se volvió frustrada, angustiada y desesperanzada. Debemos buscar la razón de nuestra existencia en la Palabra de Dios. Todas las cosas existen gracias al Dios Creador, y la respuesta de por qué nos hizo debe provenir de él.

La respuesta revelada en la Biblia es que Dios hizo a los seres humanos para que lleguen a ser como él en su familia divina y en su reino por toda la eternidad. Ser como él comienza con la ayuda de Dios para que desarrollemos su carácter justo ahora, de manera que un día podamos compartir su gloria.

Como nos dice Hebreos 2:10: “Dios –para quien y por medio de quien todo fue hecho– eligió llevar a muchos hijos a la gloria. Convenía a Dios que, mediante el sufrimiento, hiciera a Jesús un líder perfecto, apto para llevarlos a la salvación” (Nueva Traducción Viviente).

Pablo agrega: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:20-21).

De todas las cosas que podemos aprender en este mundo, este conocimiento es el más valioso de todos. Una vez que usted sabe por qué fue colocado aquí en la Tierra, puede entender por qué la vida es como una carrera de obstáculos, llena de distintas pruebas y dificultades que hay que superar. Su propósito es revelar y mejorar nuestro carácter y ayudarnos en la preparación para el reino venidero.

Como enfatizó el apóstol Pedro: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).

5. Nos brinda satisfacción en un mundo injusto

A diario vemos cuánta injusticia hay por todo el mundo, y cuando uno sufre personalmente por una injusticia, ¡cómo duele! La gente mala parece salirse con la suya, cometiendo innumerables y atroces crímenes para luego morir pacíficamente de vejez en su sueño, sin dar cuenta de todo el daño que causó en esta vida. Más aún, aquellos que tienen menos influencia a menudo terminan llevándose la peor parte de todo. Y siempre ha sido así.

Hasta el rey Salomón se quejó de la injusticia en sus días. A pesar de ser rey, no podía enderezar las cosas y se lamentó así: “Además, observé toda la opresión que sucede bajo el sol. Vi las lágrimas de los oprimidos, y no había nadie para consolarlos. Los opresores tienen mucho poder y sus víctimas son indefensas” (Eclesiastés 4:1, NTV).

Pero las cosas no se van a quedar así para siempre. Cuando uno tiene el conocimiento del Reino de Dios venidero y de que su justicia finalmente prevalecerá, sabe que la rendición de cuentas es algo inminente. La gente nunca más podrá cometer crímenes y pecados espantosos, y los inocentes nunca más sufrirán a manos de los malvados.

Como Pablo dijo, “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10). Jesús será el Juez justo en aquel tiempo. En la Biblia se nos explica cómo llevará él a cabo su justicia: en una forma completamente distinta de cómo se lleva a cabo hoy.

El profeta Isaías describió así el gobierno perfecto de Cristo: “Y reposará sobre él el Espíritu del Eterno; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Eterno. Y le hará entender diligente en el temor del Eterno. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” (Isaías 11:2-5).

¡Esperamos con ansias ese día en el futuro cuando todo lo torcido será enderezado!

6. Nos motiva a despertar con una actitud positiva cada mañana

Una vez que nos damos cuenta de cuánto han hecho por nosotros Dios el Padre y Jesucristo (y de cuánto harán cuando traigan su reino a la Tierra), ¡nos llenamos de gratitud por estar vivos! Y aunque tarde o temprano vamos a pasar por tiempos muy difíciles, saber lo que nos espera una vez que Cristo reine aquí en la Tierra nos da consuelo para enfrentar nuestras circunstancias actuales. Como Jesús dijo, “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Romanos 8:31-34).

¡Al seguir a Dios, somos parte del equipo ganador! Sin importar qué nos suceda, sabemos que Dios está a cargo y que usará de alguna manera las circunstancias para nuestro beneficio.

Pablo, encarcelado y golpeado muchas veces por su fe, pudo mantener una actitud positiva en medio de tremendas pruebas, y declaró: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios . . . Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:18, 28).

7. Nos enseña perseverancia

La perseverancia es la habilidad de no darse por vencido ni claudicar, aguantando hasta alcanzar la meta deseada. Debemos perseverar para que el carácter justo de Dios se produzca en nosotros. Como Pablo menciona, “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4).

La vida espiritual de un cristiano es comparada con la de un corredor de larga distancia quien, mediante paciencia y perseverancia, termina la carrera. Pablo lo expresó así: “Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno. Por eso yo corro cada paso con propósito. No solo doy golpes al aire. Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado” (1 Corintios 9:24-27, NTV). Pablo sabía que podía fracasar si no terminaba la carrera de la fe, así que mantuvo sus ojos firmemente en la meta y siguió perseverando.

El objetivo de ser parte del Reino de Dios es tan grandioso que realmente nada puede compararse con él. Sin embargo, hay enemigos formidables que no desean que seamos parte de este reino. Nuestros grandes adversarios en esta vida son: 1) nosotros mismos, debido a nuestra naturaleza humana corrupta; 2) el mundo, con su lascivia y atracciones; y 3) Satanás el diablo.

Pedro nos advirtió: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:8-10).

Cristo nos advirtió que “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). Y luego nos asegura: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (v. 13).

Y lo que nos ayudará a perseverar hasta el fin es nuestro ferviente anhelo por el reino, nuestro deseo de ver cumplidas las magníficas promesas de Dios. Ese mismo deseo fue el que ayudó a Jesucristo a perseverar: “Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios” (Hebreos 12:2, NTV).

Ahora podemos ver por qué es tan importante vislumbrar a diario el reino venidero cuando oramos y sentirnos alentados por ello. Esta es una poderosa clave para perseverar y tener el estado mental necesario para afrontar los muchos desafíos de la vida, ¡y para que un día entremos a ese maravilloso Reino de Dios! BN