El Día D 75 años más tarde: ¿Qué debemos aprender de él?

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El Día D 75 años más tarde

¿Qué debemos aprender de él?

“Papá, ¿de qué es esta foto?”, pregunté. Mi padre respondió: “Oh, ese es el primer cementerio estadounidense en Europa en la Segunda Guerrra Mundial. Después del Día D, el 6 de junio, envié a un equipo de hombres a la playa Omaha con una motoniveladora para que lo cavaran”.

La borrosa fotografía en blanco y negro, con unas cuantas manchas y arrugas, se hallaba en una caja con decenas de otras fotos que mi padre había traído a casa como recuerdo de sus experiencias en la Segunda Guerra mundial. Y en efecto, al observar con atención el letrero en la pequeña cerca alrededor del terreno, uno podía leer lo que decía: “Aquí se encuentra el primer cementerio estadounidense en Francia, Segunda Guerra Mundial”.

Lo que yo estaba mirando era el lugar de descanso final de decenas de soldados estadounidenses que murieron en “la sangrienta Omaha”, la playa de Normandía que presenció la mayor cantidad de caídos en aquel memorable día hace 75 años.

Antes de que mi padre, Lloyd McNeely, muriera, compartió todas estas fotos conmigo y escribió algunas notas al reverso para que supiéramos su historia después de que falleciera. De otro modo, solo hubiera sido una caja de fotos de gente, lugares y experiencias desconocidas.

Mi papá era un soldado estadounidense, un ingeniero de combate asignado al Batallón de Combate de Ingenieros #149 de la Brigada Especial de Ingenieros. Este grupo era parte de la primera oleada de soldados que desembarcaron en la playa al despuntar el alba sobre la costa noroeste de Francia el 6 de junio de 1944. Los ingenieros de combate tenían como tarea despejar la playa de minas, alambre de púas y otros obstáculos, y de establecer senderos ascendentes en los acantilados de la playa de manera que los tropeles de tanques, jeeps y otros soldados pudieran desembarcar e internarse rápidamente en el territorio.

Como cabeza de esta flecha que estaba siendo apuntada al aclamado Muro del Atlántico de Adolfo Hitler, estos hombres debían ejecutar veloz y eficazmente su trabajo o toda la invasión iba a ser un fracaso. Detrás de ellos había miles de naves que transportaban a otros tantos miles de hombres. Estos ingenieros, junto a los paracaidistas que habían sido desplegados y habían caído detrás de las líneas durante horas de la noche, tenían tareas claves que llevar a cabo para que la invasión se desarrollara sin problemas.

En la playa Omaha estos hombres se encontraron con las defensas alemanas más difíciles. Ametralladoras estratégicamente colocadas en bunkers de concreto detrás de terraplenes reforzados comenzaron a atacar la playa con fuego mortal. Era muy difícil bajar a los hombres desde las plataformas de desembarco especialmente diseñadas. Los hombres que caían al agua a varios metros de la playa se veían abrumados por el peso de los 32 kilos de carga que llevaban en sus espaldas, y muchos se ahogaron antes de siquiera alcanzar la ribera.

En aquel terrible campo de matanza, quienes lograron llegar a la playa fueron recibidos con una lluvia de balas de ametralladora y forzados a protegerse en cualquier refugio que encontraran. Se calcula que unos 2400 soldados estadounidenses terminaron muertos o heridos aquel día en la playa Omaha.

El Día D siempre ha ocupado un lugar especial en mi vida; mi padre sobrevivió a ese infierno. Él era un sargento del Estado Mayor a cargo de un pelotón de hombres. Debe haber estado en una de esas naves o cerca de la proa de una de ellas cuando el frente se abrió y los hombres comenzaron a salir atropelladamente.

Si usted ha visto las escenas iniciales de la película Rescatando al Soldado Ryan, tal vez recuerde a un soldado que recibe un disparo a través de su casco mientras se abre la compuerta de una de esas naves. Es una escena horripilante, pero muy fidedigna. Eso fácilmente le pudo haber sucedido a mi padre, pero no fue el caso: él fue protegido y volvió a casa después de la guerra, y unos años más tarde nací yo. Si él hubiese muerto en la playa Omaha, yo no podría haber escrito este artículo. Mi padre, junto a miles de otros soldados aliados como él, ejecutó actos de increíble valentía aquel día.

La invasión más grande de la historia

¿Qué fue ese acontecimiento del que mi padre formó parte? El asalto a Normandía (el Día D) fue la mayor invasión no solo de la Segunda Guerra Mundial, sino que de toda la historia. Incluyó tropas de las naciones de habla inglesa como Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. Casi 7000 barcos de todos los tipos y más de 11 000 aviones transportaron a cerca de 2 millones de soldados desde Inglaterra hasta Francia, pasando por el canal de la Mancha.

Solamente en ese primer día, 156 000 hombres desembarcaron en Francia. 10 000 de ellos terminaron heridos y se confirmó la muerte de más de 4000. Los alemanes perdieron más de 1000 soldados. Nunca antes en la historia bélica del pasado o del presente se había intentado algo así a semejante escala. 

Los desembarcos tuvieron lugar en cinco secciones de la costa francesa de Normandía cuyos nombres codificados eran Utah y Omaha (sectores estadounidenses) y Gold, Sword y Juno (sectores británico y canadiense). Las tropas aliadas eran comandadas por el general estadounidense Dwight Eisenhower, secundado por su homólogo británico Bernard Montgomery.

El Día D fue apodado “el día más largo” por el general del ejército alemán Erwin Rommel. Él comandaba las tropas alemanas en esta región, y sus tácticas crearon los formidables obstáculos que debieron enfrentar los soldados en las playas. “El día más largo” comenzó poco después de la medianoche, cuando paracaidistas de la Sexta División Aerotransportada británica y de las Divisiones Aerotransportadas 101.a y 82.a estadounidenses se dejaron caer detrás de las líneas de defensa alemanas.

El primer lugar estratégico capturado fue el puente Pegasus en el canal de Caen, tomado por paracaidistas británicos. El historiador Andrew Roberts dice: “El puente Pegasus era la única ruta posible para reforzar a los 12 000 hombres de la Sexta División Aerotransportada, que estaban a punto de enfrentar la peor parte de los intentos concertados de la Vigésimoprimera División Panzer [tanques alemanes] y de varias otras unidades alemanas. Estas planeaban descender a la playa Sword y forzar a los invasores a volver al mar antes de que pudieran establecer la cabeza de puente” (History of the English-Speaking Peoples Since 1900 [Historia de los pueblos de habla inglesa desde 1900], 2007, p. 340). (Para más información sobre este tema, lea “El Día D y la intervención divina”, comenzando en la página 9).

Los soldados canadienses que desembarcaron en la playa Juno lucharon valientemente. Sus tropas avanzaron más de 11 kilómetros tierra adentro, más que cualquiera de las otras. Roberts dice que las tropas canadienses “fueron las únicas que lograron todos sus objetivos en el Día D” (p. 342). Él incluye además una cita poco conocida del general Eisenhower, quien dijo: “De todos los soldados bajo mi mando, los canadienses fueron los mejores” (p. 343). 

La resistencia francesa, a sabiendas de que se acercaban los Aliados, jugó un rol crucial en la liberación de su país. Alrededor de 3000 miembros de la resistencia cortaron 950 líneas de comunicación ferroviarias y camineras, lo que retrasó considerablemente a los refuerzos alemanes que habían sido enviados a Normandía desde el suroeste de Francia. 

El Nuevo Mundo libera al Viejo

Bajo el liderazgo del primer ministro Winston Churchill, Gran Bretaña y los miembros del Imperio británico habían protegido firmemente sus territorios hasta que la armada invasora pudiera ser organizada. Al visitar los Estados Unidos y Canadá, Churchill pudo asegurarse garantías de financiamiento y material bélico, conocidas como Ley de Préstamo y Arriendo, del presidente Franklin Roosevelt y del primer ministro canadiense McKenzie King. Durante una cena en Ottawa el 30 de diciembre de 1941, se le informó a Churchill que Canadá le daría mil millones de dólares directamente y que convertiría la deuda británica de 700 millones de dólares en un préstamo libre de intereses.

Churchill entendió la especial conexión que había entre los pueblos de habla inglesa. Él sabía también que Estados Unidos no podría mantenerse indefinidamente al margen de la lucha europea. Además, él sabía que los británicos necesitarían el poderío de los Estados Unidos para que acudieran a ayudarlos si querían sobrevivir y para que hubiera alguna esperanza de aplastar la siniestra tiranía que había descendido sobre Europa y otras partes del mundo. Se hallaban en juego las libertades duramente ganadas de la civilización occidental. 

Al pronunciar ante la Cámara de los Comunes el 4 de junio de 1940 el que tal vez fuera su discurso de desafío más famoso, Churchill sabía que podía contar con las otras naciones de habla inglesa (Canadá y Estados Unidos). En su famoso discurso “Lucharemos en las playas”, él concluyó con lo que podría considerarse una profecía: 

“Llegaremos hasta el final. Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera sea el costo. Lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos, e incluso si, cosa que ni por un momento creo que suceda, esta isla o una gran parte de ella fuera subyugada y estuviera hambrienta, entonces nuestro imperio más allá de los mares, armado y protegido por la flota británica, cargaría con el peso de la resistencia hasta que, cuando sea la voluntad de Dios, el Nuevo Mundo, con todo su poder y su fuerza, avance al rescate y a la liberación del Viejo”.

Y en efecto, el “Nuevo Mundo” tomó la iniciativa para la liberación. El Día D fue la mayor campaña militar organizada por los pueblos de habla inglesa del mundo. 

El Muro del Atlántico por fin es derrumbado

El ejército nazi de Hitler sabía de la posible invasión aliada desde hacía algún tiempo. La Segunda Guerra Mundial había durado casi cinco años desde que Alemania había invadido Polonia en septiembre de 1939. Francia había caído en la primavera de 1940, y los países de Europa Central y Occidental se hallaban bajo el control de las potencias fascistas del Eje, Alemania e Italia. Hitler intentó someter a Inglaterra mediante una campaña de bombardeos aéreos conocidos como “la batalla de Inglaterra”, pero los ingleses se resistieron valientemente. Después de este fracasado intento, Hitler se propuso fortificar la frontera atlántica del continente europeo, desde Normandía hasta los Pirineos en España.

Asegurar Europa mediante este “muro” era un proyecto masivo y prácticamente imposible. Hitler sabía que en algún momento habría una invasión al continente que intentaría revertir todos los avances nazis. Su fracasado esfuerzo por derrotar a la Unión Soviética finalmente lo llevó, en 1941, a dedicar toda su atención a defenderse de una inminente invasión de las tropas aliadas occidentales.

Cuando el sol se puso en el Día D, “el día más largo”, las tropas aliadas ya habían traspasado este aclamado muro defensivo. Aún les esperaban días y meses de enconada lucha, pero ya habían asegurado la cabeza de playa. En menos de un año, los Aliados cruzaron Europa Occidental y llegaron a Alemania. A principios de mayo de 1945 el ejército alemán se rindió, Hitler cometió suicidio y la guerra en Europa llegó a su fin.

Envueltos en algo de mayor envergadura

Anteriormente mencioné el pequeño rol de mi padre en este gran conflicto, y ahora reitero la pregunta: ¿de qué cosa fue parte él? Mi padre llegó a conocer la guerra en todas sus crueles formas, y cuando fue dado de baja no quiso tener más parte en asuntos bélicos; pero él no entendió verdaderamente todo el alcance de este conflicto.

Lloyd McNeely era un joven granjero del sureste de Missouri. Junto a tres de sus hermanos respondió al llamado y marchó a la guerra, pero desconocía todas las fuerzas políticas e históricas que se concertaron para crear este conflicto mundial. Él, al igual que millones de otros soldados y la población civil, se vio envuelto en una conflagración mucho mayor que la suma de todas sus vidas, el suceso decisivo de su generación.

He descrito brevemente la historia de la invasión. El Día D fue un momento crucial en la Segunda Guerra Mundial, que en cierto modo fue el segundo capítulo de la Primera Guerra Mundial que había destrozado Europa una generación antes. Estos masivos conflictos fueron los más grandes de la historia, tanto en envergadura como en implicancias.

Daniel y su visión de los tiempos modernos

La profecía bíblica no predijo específicamente estas dos guerras, pero sí entrega un bosquejo del ascenso de algunas potencias en la era moderna que encajan con lo sucedido en Europa y Asia.

La profecía muestra el surgimiento de grandes poderes que son descritos como “bestias”. El profeta Daniel vio una visión de los cuatro vientos agitando un “gran mar” (Daniel 7:2). Las aguas representan las naciones de la Tierra, y los vientos son las fuerzas que actúan entre estas naciones para impulsar su ascenso y caída y también las guerras libradas entre grandes potencias. “Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar. La primera era como león, y tenía alas de águila” (vv. 3-4).

Daniel miró y vio otras tres bestias que surgían de las “aguas”. La segunda era “semejante a un oso” (v. 5). La tercera era “semejante a un leopardo” (v. 6), y la cuarta era “espantosa y terrible y en gran manera fuerte” y “tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies”. Esta bestia “era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos” (v. 7). Daniel enfoca su atención en esta bestia.

Más adelante dice: “Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras”
(v. 19). Y se le dijo: “La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará. Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes” (vv. 23-24).

Daniel estaba observando el desarrollo de la historia desde sus días en el siglo siete a. C. hasta el tiempo del fin, es decir, hasta el tiempo que conducirá a la venida de Cristo y que incluye su retorno. Se considera que la cuarta bestia es el imperio de Roma, y los diez cuernos son los renacimientos sucesivos de un sistema político y religioso modelado según el Imperio romano.

Un estudio de la historia muestra el cumplimiento de estas extraordinarias profecías en forma de renacimientos sucesivos del Imperio romano. Este imperio recibió una “herida mortal” cuando el Imperio romano de Occidente cayó en 476 d. C., pero esa herida sería sanada (vea Apocalipsis 13:3, 12). El noveno cuerno de esta bestia comenzó a desarrollarse antes de la Primera Guerra Mundial. Su manifestación más aterradora se produjo en la década de 1930 con el surgimiento de una Alemania nazi bajo Adolfo Hitler y el gobierno fascista en Italia liderado por Benito Mussolini. Ambos hombres firmaron acuerdos con la iglesia romana que le otorgaron legitimidad a su régimen fascista. 

Al declarar la reaparición del Imperio romano, Mussolini formó una alianza con Hitler y dio origen al Eje Roma-Berlín. Hitler proclamó orgullosamente el Tercer Reich de Alemania, imaginando un nuevo imperio alemán comparable al Sacro Imperio Romano de la nación germana establecido por Otto el Grande. Desde 1939 hasta 1945, los Aliados y las Potencias de Eje se enfrentaron en la Segunda Guerra mundial, luchando y ensangrentándose mutuamente por toda Europa, África, Asia y los océanos Atlántico y Pacífico. El sueño de Alemania de una Europa unida bajo un nuevo imperio casi se hizo realidad, pero a un costo horrendo.

Y todavía debe surgir el décimo cuerno. Una potencia final parecida a una bestia y modelada una vez más de acuerdo a Roma, sumirá nuevamente al mundo en la guerra — sin embargo, este periodo de conflictos del fin de los tiempos será mucho peor que la Segunda Guerra Mundial o cualquier otra guerra. ¿Cuál será el resultado?

El Día D: comienzo del fin

El Día D fue un asalto a una potencia tiránica y déspota del continente europeo cuyo surgimiento fue profetizado hace largo tiempo en su Biblia. Si los planes de la maquinaria nazi hubieran tenido éxito, estaríamos viviendo en un mundo completamente diferente. Líderes como Winston Churchill comprendieron lo que estaba en juego y por qué era necesario responder para derrotar a aquella bestia “espantosa y terrible” que había surgido de entre las naciones.

La coalición de naciones de habla inglesa que coordinaron el asalto al Muro del Atlántico y la Fortaleza Europa [término de propaganda militar usado por ambos bandos en la Segunda Guerra Mundial para referirse a las áreas de Europa continental ocupadas por la Alemania nazi] fue única en la historia del mundo. Primero, porque se logró gracias a la riqueza combinada de Gran Bretaña, los Estados Unidos y Canadá. Estas naciones representan a los pueblos que heredaron el derecho a primogenitura incluido en las promesas que Dios le hizo al profeta Abraham. El hecho de que hayan tenido riqueza y poder en aquel crucial momento histórico no fue una coincidencia. Dios proveyó para su intervención en el escenario mundial y les dio el poder para hacer lo que hicieron (vea Hechos 17:26).

Esta alianza de naciones pudo arrojar una flecha al corazón de esta bestia y matarla, revertiendo así su poder. Los estadounidenses en particular tenían la capacidad industrial para preparar una campaña bélica y producir tanques, aviones, armamentos y municiones a fin de librar una guerra total. Podían cultivar los alimentos, fabricar la ropa y producir los materiales necesarios para equipar y apoyar a los soldados a lo largo de los océanos Pacífico y Atlántico. Al principio esta nación se mostraba reacia, pero una vez que fue provocada, su arsenal militar hizo la crucial diferencia e inclinó las balanzas a favor de los Aliados.

Qué significa esto actualmente

Todo esto parece una gran paradoja; la guerra es el azote de la humanidad. Más de 60 millones de personas murieron durante la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, muchas más hubiesen muerto si este poder mundial no hubiese sido derrotado. Las naciones libres del mundo combatieron esta tiranía, pero surgió otra en la Unión Soviética. Con el término de la Segunda Guerra Mundial el mundo se sumió en una “Guerra Fría” que duró otros 40 años.

En Asia se libraron dos guerras más, primero en Corea y más tarde en Vietnam. Ambos conflictos dejaron temas sin resolver: la guerra, sin importar cuán “justa” parezca, sigue siendo guerra. La gente sufre, se arruinan muchas vidas y se engendran aún más conflictos. 

Y como ya he mencionado, la profecía bíblica muestra que un día se levantará otra potencia global y procurará apoderarse de “seres humanos, vendidos como esclavos” (Apocalipsis 18:13, Nueva Versión Internacional). ¿Podrían Estados Unidos y Gran Bretaña coordinar otra campaña de oposición para derrotar a esta superpotencia venidera? La profecía muestra que no. Muchos factores les están jugando en contra a ambas naciones. Sí, Estados Unidos todavía tiene el ejército más fuerte del mundo, y las dos naciones son potencias nucleares, pero también están profundamente divididas internamente y enfrentan futuros muy inciertos.

Gran Bretaña está en el proceso de abandonar la Unión Europea, y al hacerlo fracturará su propia estructura política. Más de la mitad de la nación votó a favor de retirarse de la UE, pero quienes desean permanecer en ella son los más ricos y políticamente poderosos. El proceso de dejar la UE está abriendo grandes heridas en la nación, que posiblemente no sanarán. El intento de Gran Bretaña de salir de la UE, comúnmente llamado “brexit”, hará que Europa se reconstituya como potencia continental, su rol histórico en el mundo.

El presidente estadounidense Donald Trump ha presionado para que Europa se haga más responsable de la carga financiera que implica su defensa. Y si bien esta posición de Estados Unidos con respecto a Europa no es nada nuevo (otros presidentes recientes han dicho lo mismo), la personalidad del Sr. Trump y su agresivo enfoque y postura en relación a varios temas disgusta a los líderes europeos. Sus palabras y políticas han tenido el efecto de crear lo que se percibe como brechas entre Estados Unidos y Europa.

Ambos hechos podrían provocar cambios suficientemente drásticos como para despertar las actitudes agresivas de antaño. Europa experimentará cambios para preservarse y reinventarse, volviendo a establecerse en el mundo como una potencia que habrá que tomar en cuenta. Resurgirán los fantasmas históricos del pasado; la integración europea se ha complicado; la demografía cambiante y la inmigración masiva no asimilada están provocando mucho temor. Y si combinamos todo esto con una sensación creciente de que las élites no se interesan por la gente común y corriente, la mezcla resultante puede ser muy volátil. Agreguemos a esto una crisis de fuente desconocida, y en el continente europeo podría surgir un poder que asombrará al mundo. 

Europa no es un museo irrelevante, viejo y polvoriento visitado por los turistas, y es mucho más que un paraíso escénico y culinario para quienes gustan de viajar y descansar. Europa es el lugar donde murieron cerca de 345 000 soldados estadounidenses durante el último siglo, y sus numerosas y bien cuidadas tumbas dan testimonio de ello. Lo que sucede en Europa le concierne a Estados Unidos y a todas las otras naciones del mundo.

Una Europa unida es mucho más grande en territorio y población que los Estados Unidos. Sus problemas y ventajas tienen un impacto directo sobre la economía y las políticas estadounidenses y también sobre lo que sucede en el Medio Oriente, Asia y lo relacionado con el terrorismo islámico. El continente europeo es importante para todos nosotros, y debemos entender su rol histórico y profético.

La profecía bíblica nuevamente nos muestra que en el mundo surgirá otro renacimiento del Imperio romano. Esta gran potencia tendrá como meta la consolidación del poder político en Europa. Al aliarse con la iglesia romana, formará lo que la Biblia llama “Misterio, Babilonia la Grande”, y es descrita como un poder global político, económico y espiritual.

Cuando recopilamos y examinamos todas las profecías acerca de este acontecimiento, pareciera que dicho sistema será percibido como la solución a todos los problemas mundiales. La gente será víctima de un engaño masivo, y esto incluye a quienes estén pendientes de su aparición. Incluso algunos cristianos verdaderos y con buen discernimiento podrían ser engañados (vea Mateo 24:24). Cuando se desenmascare este engaño, este poder se dará a conocer por lo que verdaderamente es: una manifestación satánica que provocará guerra y sufrimiento a niveles sin precedentes.

¿Podrán Estados Unidos y Gran Bretaña detener la tiranía venidera?

La tragedia en este momento de la historia es que los pueblos de habla inglesa no serán capaces de organizar otro ataque al estilo del Día D para detener esta tiranía, porque el tiempo de su poder e influencia habrá pasado. La profecía muestra que los descendientes de Jacob experimentarán un periodo nunca antes visto de dificultades devastadoras y que su poder será un fracaso (Jeremías 30:7).

La creciente guerra cultural en Estados Unidos es solo un síntoma de una enfermedad espiritual peor, una herida incurable gravísima, para la cual no hay sanidad posible. No habrá ningún tipo de medicina que pueda sanar y corregir el deterioro moral de esta nación. Sus aliados le darán la espalda y no levantarán ni un dedo para aliviar su dolor. Dios dice que esta será la consecuencia del pecado, grandes pecados nacionales que para él son una afrenta. Aunque sea difícil creerlo, Dios dice que habrá un tiempo en el que la nación en general perderá su oportunidad de arrepentirse y que él no escuchará el lastimero clamor de los pueblos que han sido bendecidos por él sino hasta después de que sean castigados (Jeremías 30:12-15).

Es probable que Estados Unidos y otras naciones de ascendencia británica todavía estén a tiempo de volverse a Dios. ¿Lo harán? Podrían, pero la posibilidad parece muy remota. Sin embargo, usted sí puede volverse a Dios y cambiar su vida. Puede llegar a comprender el plan de Dios para las naciones, incluyendo a las de habla inglesa. Si desea ayuda para ello, asegúrese de solicitar nuestro folleto gratuito Los Estados Unidos y Gran Bretaña en la profecía bíblica. En sus páginas encontrará la historia bíblica sobre el futuro de los pueblos de habla inglesa.

La mayor liberación todavía está por venir

Una vez que las naciones de habla inglesa traspasaron el Muro del Atlántico en el Día D, el reino del terror de Hitler en Europa básicamente llegó a su fin. El Tercer Reich fue derrotado en menos de un año, y Europa comenzó la reconstrucción. La suerte de Hitler fue sellada a la puesta del sol del Día D. 

El resultado del plan de Dios es aún más seguro, porque Dios ha establecido su promesa de redimir a la humanidad. En Génesis 12 él le prometió a Abraham: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición . . . y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis12:2-3). Esta promesa incluía aspectos físicos y espirituales.

La dimensión espiritual de esta promesa se refiere principalmente al envío de Jesucristo a la Tierra. Su vida, muerte y resurrección hicieron posible la salvación liberadora para toda la humanidad, y él reemplazará todos los gobiernos humanos a su segunda venida: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).

Jesús no ha regresado aún, pero su venida y su victoria son seguras. El reinado de Satanás como “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4) está por concluir y no queda mucho tiempo.

La parte física de la promesa ha sido cumplida en gran medida con las naciones de habla inglesa del mundo moderno, dirigidas por Gran Bretaña y los Estados Unidos. El hecho de que Dios haya cumplido las promesas físicas de la simiente de Abraham en esta era es una señal de que él cumplirá todas las promesas espirituales a toda la humanidad por medio de Jesucristo a su segunda venida. El mundo experimentará entonces la liberación de la perversa influencia de Satanás. Como se expresa en Isaías 35:10 y 51:11, “y huirán la tristeza y el gemido”.

Mi padre se vio envuelto en una enconada lucha por la libertad. Yo no seguí sus pasos marchando a la guerra en el escenario humano; en cambio, me he visto envuelto en una causa espiritual mucho más sublime: el Reino de Dios.

Siempre me pregunté qué pensaría él de mis decisiones de vida, pero en su lecho de muerte me dio su bendición. Creo que sabía que mi elección proclamaba un mundo mejor, una solución superior a los problemas de la humanidad. Él se levantará de la tumba en un día futuro y podrá entender los segmentos más grandes de la historia y también la Biblia. ¡Que Dios traiga pronto ese día de libertad para todos!  BN