La vida heroica y humilde de Elías
Sabemos que muchos de los acontecimientos registrados en la biblia, tienen un gran significado espiritual para nosotros, como Iglesia de Dios. Eso mismo nos animó a escudriñar y repasar la vida del profeta Elías. Su vida nos muestra y nos enseña que la autoridad espiritual y la firme convicción son producto de la obediencia conforme a lo que nos dice la Palabra de Dios.
Por eso, como ocurrió con Elías, uno mismo tiene que ganarse el carácter de Dios, por su propio ejemplo y mérito personal, para que en el futuro uno pueda ser revestido de poder, bajo la autoridad de nuestro hermano mayor, Cristo Jesús. Esa autoridad siempre debe ser ejercida en contra del reino de las tinieblas, pero a favor del Reino de Dios. Por eso, el estudio de Elías nos ofrece la oportunidad de ver destellos singulares de Jesús, reflejados en la vida del profeta.
También la vida heroica y humilde de Elías nos exhorta a que todos los miembros de la Iglesia, vayamos imitando el carácter de Jesucristo, levantando nuestros ojos muy por encima de las penas y problemas de esta vida, prestando atención en la esperanza de gloria de un mundo nuevo que nos traerá nuestro redentor y Rey Jesucristo. Y en medio de nuestra predisposición mental, debemos volcar nuestra visión espiritual a quién emana la gloria a través de su gracia.
Por eso, la vida del profeta Elías es digna de imitar, mucho más en este siglo malo en que nos ha tocado vivir, donde la idolatría, la concupiscencia y los falsos valores, cada vez más abundan por doquier, en medio de gente que equivocadamente piensa y cree que es seguidor de Cristo. Elías pasó mucho tiempo completamente solo pero no se olvidó de entregar el mensaje de Dios a los reyes malos de su tiempo. También mostró compasión por la aflicción de la viuda de Sarepta, al resucitar a su hijo. Y finalmente partió al primer cielo en vista de algunos testigos. Por eso no debería sorprendernos que cuando nuestro Salvador preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas”. (Mateo 16:13-14). Por entonces, muchos pensaban que Cristo era Elías, porque sus vidas fueron parecidas en muchas maneras. Y cuando Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y se los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y ahí aparecieron Moisés y Elías, hablando con él” (Mateo 17:1-3). Por eso, cualquiera que haga una lista de los grandes hombres de la Biblia, aunque sea una lista breve, con toda seguridad incluirá al profeta Elías.
Pocos hombres pueden ser considerados modelos de heroísmo y humildad, como lo fue Elías. También podemos preguntarnos ¿Dónde están los grandes líderes como Elías, fuertes con dominio propio, disciplinados e indulgentes, osadamente valerosos pero magnánimos? ¿Que sean heroicos en medio del ardor de la batalla, pero humildes después de su desenlace? Claro que hoy vemos a pocos hombres y mujeres así, y lamentablemente la lista no es muy grande. En realidad, son pocos los que modelan tan bien estas invalorables cualidades, como las del profeta Elías, cuyo llamamiento vimos que no fue tranquilo ni libre de conflictos. Y al explorar las profundidades de la fascinante vida de Elías, como profeta de Dios, no podemos pasar por alto sus debilidades humanas, porque, al contrario, más bien presentan un retrato vivo y sincero de un hombre común y corriente, a quién Dios lo transformó en su portavoz personal para confrontar la idolatría y la iniquidad de los reyes de entonces. Por eso, de todos los personajes que fueron respetados por considerarse varones de Dios, hombres ungidos para desarrollar una labor encomendada por el Eterno Dios, de todos ellos, de sus experiencias y de su carácter de siervos podemos tomar sus herramientas más útiles para desarrollar en nuestro tiempo obras exitosas.
Dios nos da la oportunidad de conocer más al profeta Elías, considerando algunos aspectos importantes de su carácter. No debemos olvidar que Elías no fue un súper hombre diferente a nosotros, por eso el apóstol Santiago señala que Elías era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, por supuesto que esto no quiere decir que vivía pecando, sino que el profeta experimentaba momentos difíciles, temores, desánimos, opresiones, dolor, hambre, inclusive dudas. Sin embargo, el relato bíblico nos muestra que cuando Elías oró fervientemente, sucedieron cosas extraordinarias. A veces la falta de oración en nuestras vidas nos puede impedir que podamos mirar cosas extraordinarias que suceden en nuestro derredor, porque tal vez aun no nos hemos dado cuenta de que la oración es un arma poderosísima y que todo lo que Dios hace, lo hace a través de la oración persistente. Es imposible vivir una vida victoriosa alejados del altar de la oración, por eso Dios nos fortalece cuando nos acercamos a él en oración, y de pronto él se revela a nosotros, haciéndonos entender sus planes.
También Elías fue un hombre revestido de autoridad nacida de Dios para ser utilizada contra el reino de tinieblas en busca del Dios verdadero. Es que la autoridad espiritual nace de la obediencia y de una firme convicción de lo que nos dice la Palabra de Dios. De ahí que la palabra “autoridad” se define como: “el carácter o representación de una persona por su ejemplo y mérito, también como: “persona revestida de algún poder”. A su vez “autoridad” es sinónimo de “dominio”. Jesús dijo a los setenta que volvieron después de haber sido enviados por él, que les había dado potestad, de ollar serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo. (Lucas 10:19). Por eso cuando estudiamos la vida de los personajes bíblicos, también debemos estudiar su historia. Esto es particularmente cierto cuando analizamos las vidas de los siervos, sean hombres o mujeres cuyos logros han soportado la prueba del tiempo y cuyos nombres se encuentran registrados en los anales bíblicos. Podemos separar a las personas del contexto de su tiempo porque el acero del carácter se forma a martillazos sobre el yunque del tiempo y se fragua en la trama de la historia.
Finalmente podemos parafrasear las palabras del rey David, quien dijo: “Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios del Eterno; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán” (Salmos 63:1; Salmos 84:2-4).