Primer Mes
La necesaria presencia del Profeta
El llamamiento de Elías no fue nada tranquilo en absoluto, ni libre de conflictos. No obstante, como vamos a ver luego, este hombre fue ejemplo de un auténtico heroísmo y de genuina humildad, en medio de la brutal presión de la batalla a la que tuvo que hacer frente. En un mundo que ha perdido la senda correcta debido, en parte, a la falta de liderazgo equilibrado y piadoso, Dios necesita más que nunca de unos cuantos hombres y mujeres que sean como Elías, que no tengan temor de vivir con coraje y valentía delante de sus contemporáneos, caminando humildemente delante de Dios. Por eso todos, tanto mujeres como hombres que fueron grandes experimentaron el calor del fuego purificador, ya sea que hayan sido soldados, estadistas o gobernantes como el caso de la Reina Ester. En pocas palabras ellos son el martillo de la historia. Por esa razón, es esencial que entendamos los tiempos dificiles durante los cuales Elías se presentó en el escenario bíblico. Y una vez que veamos el contexto de su vida, podremos comenzar a apreciar la fortaleza de este personaje singular, tan rudamente moldeado por Dios para enfrentar los rigores de su tiempo.
Sabemos que por 120 años los israelitas habían vivido bajo el continuo reinado de tres monarcas: Saúl, luego David, y finalmente Salomón. Estos tres gobernantes fueron grandes y famosos en muchas formas, aunque ninguno de ellos estuvo libre de fallas y pecados. Y al final de la vida del rey Salomón, estalló un conflicto en el reino que había permanecido unido bajo el liderazgo ungido por Dios. Entonces, la nación se dividió en el reino del norte, más conocido como Casa de Israel, y el reino del sur, generalmente llamada Casa de Judá. Esta división se mantuvo hasta que ambos reinos cayeron en poder de invasores extranjeros, primero, la Casa de Israel en manos de los invasores asirios y más tarde, también los judíos quienes fueron llevados a Babilonia, como cautivos por 70 años.
Desde el comienzo de la división hasta el cautiverio de Israel, que abarcó un período de más de 200 años, el reino del norte tuvo 19 monarcas y todos ellos fueron perversos y malos. Se trata de 19 líderes nacionales en sucesión, gobernando uno tras de otro, quienes "hicieron lo malo ante los ojos del Eterno". Ese ambiente de maldad prevaleció en Israel hasta que los asirios invadieron el norte del país en el año 721 a.C. Por otra parte, la Casa de Judá estuvo bajo el liderazgo de 20 gobernantes por más de 300 años. Ocho de los monarcas "siguieron al Eterno su Dios", pero doce de ellos fueron malos, porque no sirvieron a Dios, ni anduvieron con él. De esa manera la Casa de Judá terminó con la destrucción de Jerusalén durante el año 587 a.C. Durante este periodo, debido a la iniquidad de varios reyes del norte y del sur y de la apostasía del pueblo, Dios envió a sus profetas para que todos se arrepientan, pero una buena parte de los reyes no quisieron tener nada que ver con los mensajeros ungidos por el Eterno.
Entonces Elías apareció en el momento crítico de Israel. Él fue como un relámpago en la negra oscuridad espiritual de Israel. Nadie podía haber manejado a Acab y Jezabel mejor que Elías. De esa manera el profeta se convirtió en el instrumento divino de confrontación.