¿Por qué es importante el matrimonio?

Usted está aquí

¿Por qué es importante el matrimonio?

Además de mis responsabilidades como editor de Las Buenas Noticias, enseño a estudiantes universitarios y sirvo como pastor voluntario. En esas funciones (¡además de estar casado durante cuarenta y dos años con una mujer maravillosa!) he aprendido mucho acerca del matrimonio. ¿Cuáles son algunas de esas lecciones?

Aunque lo que mencionaré a continuación ocurrió hace varias décadas, recuerdo haber aconsejado a una pareja en la víspera de su boda, cuya ceremonia oficié. Siendo esta la primera boda que llevaba a cabo, era una experiencia nueva para mí. Juntos leímos Efesios 5:22-23, donde el apóstol Pablo da instrucciones matrimoniales tanto a los esposos como a las esposas.

“Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor”, les dice Pablo a ellas (Efesios 5:22, Nueva Versión Internacional). “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella”, les dice a ellos (v. 25). “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”, les dice a ambos (Efesios 5:31).

Luego analizamos exhaustivamente estos versículos, haciendo énfasis en los altos estándares matrimoniales que Dios establece para ambos cónyuges.

Después, en el siguiente versículo (como a menudo sucede cuando estoy contemplando profundamente el significado de un pasaje en particular), vi algo que nunca antes había entendido a cabalidad.

Al concluir sus instrucciones sobre el matrimonio, Pablo escribe: “Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia” (Efesios 5:32, énfasis nuestro en todo este artículo). En retrospectiva esto es obvio, pero en aquel momento capté por primera vez una verdad que para Pablo era muy clara cuando escribió acerca del matrimonio: que este existe para enseñarnos una lección acerca de nuestra relación con Jesucristo.

Intentemos asimilar esto.

El matrimonio es mucho más que un acuerdo social, un emparejamiento físico y emocional, o una sociedad financiera. Es también una experiencia de aprendizaje y crecimiento que tiene el objetivo de inculcar en nuestras vidas lecciones de carácter y verdades espirituales que sería difícil aprender de otra manera. Y aun cuando podemos aprender estas cosas intelectualmente por nuestra cuenta, mediante el matrimonio las aprendemos por experiencia y a un nivel mucho más profundo.

¿Cuáles son algunas de estas lecciones?

En un mundo que actualmente toma el matrimonio demasiado a la ligera, el matrimonio enseña compromiso. Pero, ¿de qué compromiso estamos hablando, cuando aproximadamente la mitad de los matrimonios en primeras nupcias termina en divorcio (porcentaje que aumenta aún más en los matrimonios subsecuentes)? ¿O, aún peor, cuando tantas parejas deciden cohabitar sin considerar siquiera la posibilidad de casarse?

Jesucristo mostró su compromiso con nosotros ofreciendo su supremo sacrificio: no solo despojándose de la gloria, el poder y esplendor que compartía con Dios el Padre antes de venir a la Tierra en la carne, sino también entregando su propia vida y asegurándonos que nunca nos dejaría ni abandonaría (Filipenses 2:5-8; Hebreos 7:25-27; Hebreos 13:5).

Él es el ejemplo viviente del tipo de compromiso que los cónyuges deben practicar en su matrimonio, y el ejemplo perfecto de la clase de compromiso que debemos tener hacia él.

La segunda lección es que el matrimonio nos enseña que hay cosas más importantes que nosotros mismos. Incluso las personas más obstinadas aprenden –aunque no siempre– que el universo no gira en torno a ellas. Jesucristo, a fin de llevar a cabo el gran plan suyo y de su Padre, vino en la carne para “llevar muchos hijos a la gloria” a la familia de Dios (Hebreos 2:10-13).

Para que un matrimonio dure, tanto el esposo como la esposa en algún momento deben aprender que no se trata del bienestar de él ni el de ella, sino del de ambos, y de “estimar a los demás como superiores a [uno] mismo” (Filipenses 2:3-4). No hay ningún ejemplo mejor de esto que Jesucristo (Filipenses 2:5).

La tercera lección es que el matrimonio enseña a compartir y sacrificarse. Comúnmente se supone que el matrimonio es un acuerdo de 50/50. Y si bien algunos pueden considerarlo así, un matrimonio verdaderamente sólido aplica la fórmula de 100/100, es decir, ambos dan cien por ciento de sí a la otra persona. Cuando los cónyuges se enfocan en las necesidades, la felicidad y el bienestar de su pareja, ¡es asombroso lo bien que pueden llevarse! Ninguno prioriza sus propios deseos por sobre los del otro, sino que se esfuerza por compartir y sacrificarse.

¡Y qué ejemplo más magnífico sobre compartir y sacrificarse que el que nos ha dado Jesucristo, quien lo dio todo, incluso su propia vida, para que nosotros pudiésemos disfrutar de vida eterna con él en la familia de Dios, cuando “seremos semejantes a él”! (1 Juan 3:2; Romanos 8:29; Hebreos 2:11; 2 Corintios 6:18).

En resumen, el matrimonio nos enseña cómo amar. ¿Y cuál es la característica que define a Dios, y que sus hijos deben imitar? “Dios es amor . . .” (1 Juan 4:8, 16). El amor es la preocupación genuina por los demás, es decir, lo opuesto del egocentrismo.

En efecto, el matrimonio es uno de mejores regalos que Dios nos ha dado. ¿No deberíamos cuidarlo como se merece? BN