#041 - Éxodo 10-12
"Las últimas plagas contra Egipto"
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#041 - Éxodo 10-12: "Las últimas plagas contra Egipto"
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Aun así, el Faraón se niega a rendirse. Dios se aprovecha de esa testarudez para dejar una huella imborrable en la mente de Israel. "El Eterno dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales, y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy el Eterno" (Éxodo 10:1-2).
Ante la amenaza de la invasión de las langostas, los consejero del Faraón le ruega que acepte la salida del pueblo de Israel, pues le preguntan… ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está destruido?" (10:7) El Faraón cede, pero sólo en parte. Permite que, los varones adultos salgan para hacer el sacrificio en el desierto… El Faraón pensó que esto era razonable, pues eran las cabezas de la familia las que siempre ofrecían el sacrificio, pero cuando Moisés le dijo que debían salir con las mujeres, niños y todo el ganado el Faraón se enfureció. "¡Así sea el Eterno con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros hijos? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro! (10:10).
El Faraón sospechó que en vez de hacer un sacrificio y volver a Egipto, la intención del pueblo de Israel era otro, el salir en forma permanente y así dejar a Egipto casi sin ninguna mano de obra esclava, que era un desastre laboral y económico para un país que dependía enormemente de los esclavos para mantener su vida cómoda. Echaron a Moisés y Aarón bruscamente de la presencia del Faraón (Éxodo 10:11). “En Oriente, cuando una persona de autoridad o rango se siente molestado por una petición que no esté dispuesta a conceder, hace señal a sus servidores, que se lanzan adelante, y asiendo al suplicante ofensor por el cuello, lo arrastran fuera de la cámara en violenta precipitación. De semejante carácter fue la escena apasionada en la corte de Egipto” (Comentario Exegético, p. 71).
Así llegó la octava plaga, la de las langostas. Un pariente de la langosta, es el saltamontes, no son idénticos pues no anda en manadas como la langosta. Este insecto es el más mencionado en la Biblia y las plagas de estas criaturas eran tan temidas que se usan como un símbolo bíblico de una destrucción total por los ejércitos enemigos (Joel 1-2 y Apocalipsis 9). Esta plaga puede haberse dirigido contra la diosa egipcia “Min”, protectora de los granos y símbolos de la fertilidad.
Aun en tiempos modernos aparecen las plagas de langostas y dejan vastas áreas completamente devastadas. En 1889, un enjambre de langostas cruzó el Mar Rojo y cubrió una zona de Egipto de unos 3000 Km2. Más recientemente, otra invasión de las langostas cubrió un área de 15 por 30 Km.
Sin embargo, no todo era negativo de este insecto pues es el único que Dios permite que se coma. “Hasta hace pocos años, la langosta servía como alimento para las tribus que viven en el desierto. Durante algunas temporadas era la fuente principal de proteína (75%) carbohidratos (7.5%) y grasas (3.4%)” (Diccionario Bíblico Revisado, p. 48). Los que han probado dicen que su carne asada tiene un gusto parecido al pollo.
Luego de la terrible devastación de la plaga de las langostas, el Faraón se “apresuró a llamar a Moisés” (Éxodo 10:16), pues toda hoja y fruto fue devorado por los insectos. Otra vez se manifestó arrepentido, pero tan pronto como desaparecieron las langostas, de nuevo se endureció su corazón.
La siguiente plaga fue terrible, pues ¡se oscurece el sol en pleno día! “Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones” (10:23). Esta oscuridad era un golpe a la adoración egipcia del sol, cuyo dios era “Ra” o Re. Más tarde los egipcios lo fusionaron con otro dios solar llamado Amón y así tenemos a Amón-Ra.
Esto es importante, especialmente cuando se considera que desde antaño el faraón era considerado como el hijo del dios Sol. Amenohotep (II), el faraón de esta historia significa “¡Amón (el dios sol) está satisfecho!”. De modo que para este Faraón, su “padre”, el dios sol, le parecía invencible, pero también fue derrotado.
“El caso del Sol es algo diferente. Sin duda, la potencia irresistible de sus rayos, la regularidad imperturbable de su curso, despiertan la admiración de los hombres, pero principalmente se lo ha venerado por sus beneficios, que dan al mundo los medios y la dicha de vivir. El astro del día es, con el Nilo, uno de los elementos naturales cuya intervención alcanza en Egipto el máximo de amplitud. No es sorprendente que, con diversos nombres se le haya asignado el primer lugar en la jerarquía religiosa…Casi en todas partes el Sol fue adorado con el nombre de Re, que designa a la vez el astro y su divinidad” (La vida religiosa en el antiguo Egipto, Garnot, p. 33).
Luego de quedar atónito al ver al dios egipcio supuestamente invencible ser “humillado” así, el Faraón de nuevo llama a Moisés y esta vez cede para que se vayan todos, adultos y niños pero que dejen el ganado en Egipto, pues casi no les quedaba ninguno. Al insistir Moisés en llevarse todo, el Faraón otra vez se empecina y niega la salida a Israel. Los amenaza de que no vuelvan más ante su presencia o morirían. De modo conveniente, el Faraón se olvidó de que había sido él quien había llamado urgentemente a Moisés.
Todo está listo para la última y más terrible de las plagas, la muerte de los primogénitos. Dios le confirma a Moisés que con esta décima plaga sí saldría el pueblo de Israel. Por eso le entrega unos planes detallados de cómo protegerse de la décima plaga, ¡que llegaría a ser la primera celebración de la Fiesta de la Pascua!
Así comienza el “nacimiento” de la nación de Israel, pues antes eran una insignificante raza esclava sin país. Primero Dios les entrega es un nuevo calendario. El calendario egipcio fue uno de los primeros en la historia del mundo y era motivo de gran orgullo por su precisión; pero tenía una semana de 10 días y comenzaba en el otoño, según la posición vertical de la estrella Sirio, la más brillante en el cielo. Además, el calendario egipcio estaba plagado de fiestas paganas.
“Los egipcios celebraban muchas fiestas relacionadas con la renovación de las estaciones del año. Estas cobraron un significado sagrado entre las cuales figuran las dedicadas al dios Osiris, Amon-Re (el dios sol), Horus y Hathor, la diosa del cielo representada por una vaca” (Enciclopedia Británica, Tomo 7, p. 199).
En cambio, el calendario bíblico no contiene ninguna mitología, sino es luni-solar, pues se apega a los ciclos lunares con ajustes periódicos para mantenerse en las estacione según el año solar. Tiene una semana de siete días, tal como se le dio a Adán en Génesis 1. Además, tendría siete Fiestas sagradas dedicadas no a algún ídolo, sino a las siete etapas de la salvación física de Israel y de la salvación espiritual de toda la humanidad (vea el folleto “Las fiestas santas de Dios” y el Estudio No. 7, para mayor información).
Dios es enfático al decirles: “para vosotros será éste el primero de los meses del año”. Así comienza la limpieza religiosa que Dios planea para su pueblo, el sacar el “Egipto” del corazón de ellos. “Este Moisés...que recibió palabras de vida que darnos; al cual nuestros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto” (Hechos 7:37-39).
Cada hogar debía tomar un cordero o si no lo tenían, un cabrito y guardarlo desde el décimo día del primer mes, llamado ABIB (Éxodo 13:4). Así podían ver si era saludable y sin mancha para sacrificarlo en el día catorce. El sacrificio se llevaba a cabo en la tarde del día catorce y se asaba al final del día. Luego se ponía un poco de la sangre en el dintel de la puerta, y así el ángel de la muerte pasaría por algo esa casa. De ese modo, la fiesta se llamaría PASCUA o Pasha en hebreo, que significa “pasar por alto”.
Al llegar la medianoche, el ángel de la muerte pasó por alto los hogares de Israel y mató a todos los primogénitos “desde el primogénito de Faraón…hasta el primogénito de la sierva que está tras el molino, y todo primogénito de las bestias” (Éxodo 11:11). “La molienda de la harina para el uso diario en toda familia, es hecha comúnmente por las esclavas y es considerada como el empleo más humilde. Para esta tarea se usan dos piedras de molino portátiles, de las cuales a la de arriba se da vuelta por una manija de madera y durante la operación la sierva se sienta tras el molino” (Comentario Exegético, p. 70).
Un punto que muchas veces se pasa por alto es que no sólo vendría el castigo sobre los egipcios sino sobre sus dioses. “Heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto” (Éxodo 12:12). En Números 33:4, se lee “mientras enterraban los egipcios a los que el Eterno había herido de muerte de entre ellos, a todo primogénito; también había hecho el Eterno juicios contra sus dioses”. Aquí vemos como las plagas efectivamente fueron dirigidas contra los dioses egipcios, en parte para que el pueblo de Israel nunca confiara en ellos, y para demostrar la superioridad del Dios Eterno. “Según la tradición judía, los ídolos de Egipto fueron todos rotos en pedazos aquella noche de la Pascua” (Ídem. p. 71).
Además de la Pascua, Dios ordenó guardar la Fiesta de los Panes sin Levadura, durante los siguientes siete días. Era la segunda etapa de la limpieza de su pueblo, el sacar la levadura “egipcia” de sus vidas.
Así llegó el momento fatídico para los egipcios, y esa noche murieron todos los primogénitos de Egipto, quizás una cuarta parte de la población. Con esto el Faraón por fin se rindió, por el momento, pues convoca a Moisés y por fin no pone ninguna condición para que pueda salir.
Conforme a la promesa hecha a Abraham, Israel saldría con gran riqueza (Génesis 15:14). Los egipcios les entregan sus tesoros, pues ya no resisten una plaga más. “E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés, pidiendo de los egipcios alhajas de plata, y de oro, y vestidos. Y el Eterno dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios” (Éxodo 12:35-36).
“Los israelitas habían estado en gran pobreza, habiendo recibido poco pago, o ningún pago, por sus trabajos. Ahora insistieron en una remuneración completa por toda su labor, y les fue pagada en artículos livianos y de valor, fáciles de llevar” (Ídem. p. 72).