Mini-estudio
Ejemplos sorprendentes de profecías que ya se han cumplido
Bienvenido a la quinta lección de la serie “La profecía y usted”.
Esperamos que con esta lección abramos su apetito por un tema que no solo es emocionante sino además muy beneficioso espiritualmente. ¡Fortalecerá su fe en Dios y en la Biblia como la revelación infalible de Dios!
A medida que aprenda cómo algunos eventos de las profecías bíblicas que ahora están en el pasado fueron cumplidos en detalle y con exactitud, ¡llegará a confiar y creer en las profecías de los eventos futuros que se llevarán a cabo!
La misión de los profetas de Dios tenía como objetivo principal predicar sobre el arrepentimiento y la obediencia, más que predecir sucesos futuros. Mediante ambos aspectos definieron el bien y el mal y explicaron los resultados, pero sus profecías y la forma en que se cumplieron son verdaderamente inspiradoras.
¡Cada profecía cumplida exalta y glorifica a Dios! Él es el Creador Todopoderoso del universo que tiene un plan maestro, el mismo que determina los acontecimientos futuros y luego los lleva a cabo exactamente en cada detalle, ¡y en el tiempo exacto!
Todas las profecías que han sido cumplidas son increíbles. Solo Dios puede realmente vaticinar el futuro, ya que solo él tiene el poder para llevar a cabo lo que predice (Isaías 46:9-11).La profecía bíblica comienza con la historia de Adán y Eva en el huerto del Edén. En medio de este hermoso paraje había dos árboles. Dios le había advertido a la primera pareja de seres humanos que no comieran del árbol del conocimiento del bien y el mal; pero el diablo, hablando por medio de una serpiente, convenció a Eva de que Dios estaba mintiendo y los estaba privando de cosas buenas.
“¡No morirán! – Respondió la serpiente a la mujer–. Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal” (Génesis 3:4-5; Nueva Traducción Viviente).
Eva creyó esa mentira. Ella y Adán escogieron desobedecer a su Creador, por lo que Dios les quitó las bendiciones idílicas de su vida en el huerto del Edén y su oportunidad de comer del árbol que representaba la vida eterna. Dios también predijo que ellos –y toda la humanidad después de ellos– tendrían muchas más dificultades en esta vida en cuanto a relaciones interpersonales, teniendo hijos, cultivando la tierra, ganándose la vida y muchos otros problemas relacionados con esto (Génesis 3:16-19, 22-24). Toda la humanidad comparte estas maldiciones porque “todos pecaron” (Romanos 3:23).
Sin embargo, en el juicio que Dios determinó para Satanás, él dio indicios de su plan para “la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:19-21). Le dijo a la serpiente: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella [Jesucristo]; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (Génesis 3:15, Nueva Versión Internacional).
Herir el talón de la Simiente de la mujer era una metáfora de la crucifixión y muerte de Cristo, lo cual no detuvo a nuestro Salvador. Después de tres días y tres noches fue resucitado de entre los muertos, y su sacrificio proveyó la manera de eliminar las penalidades del pecado, y luego de su segunda venida, él eliminará estas maldiciones de la Tierra.
Un ejemplo de profecías ya cumplidas
Ningún ser humano puede “ver” el futuro por sí mismo. Lo máximo que puede llegar a hacer son conjeturas lógicas. A los profetas de Dios (a veces llamados “videntes”) se les permitió ver el futuro a través de la revelación de Dios— ya fuera por medio de la palabra o una visión, y ellos transmitieron lo que Dios reveló. Por lo tanto, las profecías que se han cumplido prueban la suprema divinidad de Dios y la absoluta veracidad y validez de la Biblia.
Las profecías bíblicas han revelado los detalles de dos de los más grandes acontecimientos mundiales, uno en el pasado y otro en el futuro: ¡la primera venida de Jesucristo y su regreso! Nos enfocaremos en ellos en lecciones futuras de esta serie. Esta lección presenta una pequeña muestra de los cientos de otros eventos proféticos que ya han ocurrido.
¿Profetizó Dios un catastrófico diluvio que destruiría toda la Tierra?
“Y vio el Eterno que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió el Eterno de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo el Eterno: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Pero Noé halló gracia ante los ojos del Eterno. . .
“Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo” (Génesis 6:5-8, 17-18).
Debido a la extrema maldad que reinaba sobre la Tierra, Dios decidió destruir a todos los seres humanos mediante un diluvio mundial, excepto a Noé y su familia. Dios le encargó a Noé que construyera un arca y que al mismo tiempo fuera “pregonero de justicia”, advirtiendo a la gente que se arrepintiera de sus pecados (2 Pedro 2:5).
Génesis 6:3 parece indicar que Dios anunció su plan 120 años antes del diluvio, lo cual quiere decir que Noé tuvo 120 años para advertirle a la gente. Este es un notable ejemplo de cómo Dios es misericordioso y “paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Sin embargo, el diluvio finalmente llegó.
La confirmación de este suceso la proporcionaron Jesucristo, los profetas y los apóstoles, todos los cuales se refirieron a Noé y al diluvio como hechos históricos. Podemos aprender grandes lecciones espirituales de esta serie de eventos, incluyendo una que Jesucristo explicó en Mateo 24:37-39.
¿Predijo Dios enormes bendiciones para los descendientes de Abraham?
“Pero el Eterno había dicho a Abram [quien más tarde pasó a llamarse Abraham]: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:1-3).
“Luego vino a él palabra del Eterno, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia” (Génesis 15:4-5).
“Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció el Eterno y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera.
“Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.
“Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos” (Génesis 17:1-8).
“Y llamó el ángel del Eterno a Abraham por segunda vez desde el cielo, y dijo: Por mí mismo he jurado, dice el Eterno, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:15-18).
Dios predijo que Abraham tendría un hijo en su vejez, que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas del cielo y que él sería “padre de muchedumbre de gentes”. El cumplimiento de las numerosas promesas que Dios hizo a Abraham, Isaac y Jacob es en sí mismo un tema muy emocionante.
Dios también le dio una vital promesa espiritual a Abraham. Cuando Dios dijo en Génesis 22:18 y 26:4 que “en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra”, estaba prediciendo principalmente las bendiciones que vendrían por medio de un descendiente –Jesucristo, la Simiente única– quien sería “el Salvador del mundo” (Gálatas 3:16; 1 Juan 4:14). ¡Dios entregó esta profecía casi 1900 años antes del nacimiento de Jesucristo!
¿Le dijo Dios a Abraham que en el curso de 400 años sus descendientes serían peregrinos y más tarde esclavos en una tierra extranjera, y que después saldrían “en libertad y con grandes riquezas”?
“El Señor le dijo: Debes saber que tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. Pero yo castigaré a la nación que los esclavizará, y luego tus descendientes saldrán en libertad y con grandes riquezas” (Génesis 15:13-14, NVI).
Esta extraordinaria profecía indudablemente suscitó muchas preguntas inquietantes en la mente de Abraham: ¿Por qué y cómo serían esclavizados? ¿Cómo los iba a librar Dios? ¿Cómo iban a poder salir de la esclavitud con grandes posesiones?
La profecía fue cumplida mediante la migración de los descendientes de Abraham a Egipto, donde más tarde fueron esclavizados, y finalmente liberados por Dios bajo el liderazgo de Moisés. La liberación de los israelitas está descrita en el libro del Éxodo (vea especialmente Éxodo 3:20-22).
¿Le dijo Dios a Moisés que se valdría de portentosos milagros para sacar a Israel de Egipto y llevarlo a una maravillosa Tierra Prometida?
“Dijo luego el Eterno: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. . .
“Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir (Éxodo 3:7-8, 19-20).
“El Eterno dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales, y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy el Eterno” (Éxodo 10:1-2).
¡Efectivamente, Dios hizo todo lo que había prometido hacer! Aplastó el descomunal poder de los egipcios, liberó a los israelitas y los guio para que salieran de Egipto. Él proveyó todo lo que necesitaban los israelitas en un desolado desierto por cuarenta años, y después los ayudó a conquistar la tierra de Canaán. ¡Estos acontecimientos increíblemente milagrosos y espectaculares habían sido anunciados con mucha anticipación!
Los libros de Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio y Josué están dedicados principalmente a estos sucesos, que aparecen además en muchas referencias a lo largo de la Biblia. Exactamente como dijo y de acuerdo a su propósito y plan, Dios llevó a cabo innumerables milagros para mostrar que las grandes habilidades nacionales y militares no son nada comparadas con su poder supremo.
¿Predijo Dios que el reino de Israel sería conquistado y su pueblo deportado por causa de sus pecados?
“El Eterno sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Eufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando al Eterno. Y él entregará a Israel por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel” (1 Reyes 14:15-16).
Después de la muerte de Salomón, las diez tribus norteñas de Israel se separaron de Judá para formar el reino de Israel (Judá y Benjamín pasaron a constituir el reino sureño de Judá). Jeroboam, rey de Israel, alejó a la nueva nación de las leyes de Dios y la sumió en la idolatría. Por tanto, Dios inspiró al profeta Ahías para que predijera lo siguiente: “El Eterno sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas, y los esparcirá más allá del Eufrates” (v. 15). Al otro lado de este río se encontraba la cada vez más poderosa Asiria, que sería el instrumento usado por Dios para castigar a Israel.
“El Eterno amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas” (2 Reyes 17:13). Después que los profetas de Dios advirtieran a Israel por cerca de 200 años, el rey de Asiria sitió durante tres años a Samaria, la capital de Israel, la conquistó en 722 a. C. y “llevó a Israel cautivo a Asiria”, donde su pueblo fue esparcido entre otras naciones (2 Reyes 17:5-7, 23).
La mayoría del mundo moderno considera que los israelitas y sus descendientes –las diez tribus perdidas de Israel–, fueron llevadas cautivas y desaparecieron. Sin embargo, ellas en realidad no están “perdidas”.
¿Predijo Dios que el reino de Judá sería conquistado por Nabucodonosor y llevado en cautividad a Babilonia por 70 años debido a sus pecados, pero que más tarde serían liberados para volver a su patria?
“Por tanto, así ha dicho el Eterno de los ejércitos: Por cuanto no habéis oído mis palabras, he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice el Eterno, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua.
“Y haré que desaparezca de entre ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz de desposado y la voz de desposada, ruido de molino y luz de lámpara. Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años.
“Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho el Eterno, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre” (Jeremías 25:8-12).
“Porque así dijo el Eterno: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar” (Jeremías 29:10).
Estas profecías tan extraordinariamente específicas se cumplieron al pie de la letra. Durante más de 300 años, Dios envió profetas para que advirtieran al reino de Judá sobre sus pecados, pero tales admoniciones fueron mayormente ignoradas. El periodo de 70 años se refiere a múltiples cosas: la duración de 70 años del Imperio babilónico, la cautividad de Judá durante 70 años antes de que algunos retornaran y un periodo de 70 años sin un templo que funcionara en Jerusalén. Estos acontecimientos no tuvieron lugar en el mismo periodo de 70 años, pero se entrelazaron notablemente.
Examinaremos la caída de Babilonia en la última pregunta de esta lección. La proclamación que liberó a los cautivos judíos está registrada en 2 Crónicas 36:20-23.
¿Utilizó Dios un sueño de Nabucodonosor para predecir cuatro imperios sucesivos, seguidos por el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra?
“Este es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey. Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro.
“Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo.
“Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación” (Daniel 2:36-45).
Usted puede leer todo el segundo capítulo de Daniel para entender todo el contexto. Dios inspiró a Daniel para que interpretara correctamente el sueño de Nabucodonosor respecto a una gran imagen en forma de ser humano compuesta de diferentes metales. Daniel le dijo al rey “tú eres aquella cabeza de oro” (v. 38), así que Babilonia era el primer imperio en la secuencia.
Después, durante el reinado del rey babilonio Belsasar, Daniel tuvo una visión mediante la cual se le reveló que los siguientes dos imperios que gobernarían al mundo serían los reinos “de Media y de Persia” y luego el reino “de Grecia”, que se dividiría en cuatro reinos más pequeños (Daniel 8:1-8, 20-22).
El siguiente gran imperio que sucedería a estos dos sería el Imperio romano, con sus consiguientes resurgimientos. La mayoría de los eruditos bíblicos está de acuerdo con esta interpretación de las cuatro partes de la imagen, puesto que es bastante evidente cuando se hace una comparación histórica.
Pero la parte verdaderamente emocionante de la profecía es que todos estos reinos humanos algún día serán reemplazados cuando “el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido” (Daniel 2:44). ¡Es asombroso cómo en un solo capítulo Dios entrega un resumen de los siguientes 2500 años hasta la venida de Cristo para establecer el Reino de Dios!
¿Predijo Dios con unos 150 años de anticipación el nombre de quien conquistaría Babilonia, liberaría a los cautivos y hasta los ayudaría a volver a Jerusalén para reconstruir la ciudad y su templo?
“Yo, el que despierta la palabra de su siervo, y cumple el consejo de sus mensajeros; que dice a Jerusalén: Serás habitada; y a las ciudades de Judá: Reconstruidas serán, y sus ruinas reedificaré; que dice a las profundidades: Secaos, y tus ríos haré secar; que dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado” (Isaías 44:26-28).
“Así dice el Eterno a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy el Eterno, el Dios de Israel, que te pongo nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste. Yo soy el Eterno, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo el Eterno, y ninguno más que yo. . .” (Isaías 45:1-6).
“Yo lo desperté en justicia, y enderezaré todos sus caminos; él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos, no por precio ni por dones, dice el Eterno de los ejércitos” (v. 13).
¡Isaías registra la predicción de Dios de que Jerusalén y su templo serían reconstruidos incluso antes de que fueran destruidos! ¡Predijo la liberación de los judíos cautivos incluso antes de que fueran llevados en cautiverio! ¡Predijo el nombre de Ciro mucho antes de que este naciera!
Dios incluso dijo “tus ríos haré secar” (Isaías 44:27), una profecía acerca de una de las estrategias de Ciro: desviar las aguas del Éufrates de manera que sus soldados pudieran vadear el lecho del río hasta entrar en la ciudad de Babilonia para capturarla. Dios hasta predijo que esa noche alguien abriría las puertas que daban al río (45:1). Parte del cumplimiento de la profecía de Dios tenía que ver con la proclamación de Ciro de reconstruir el templo de Dios (vea Esdras 1:1-4).
Los capítulos 40 al 48 de Isaías dejan claro que la predicción del futuro es una contundente prueba del poder único y supremo de Dios. ¡Las detalladas profecías concernientes a Ciro muestran cómo Dios tiene dominio absoluto sobre su creación! Dios resume esto muy bien en la profecía de Ciro en Isaías 46:11 (que también habla en sentido dual de la futura venida de Cristo): “Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré”.
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