Desafíos de los inmigrantes
Mi esposa y yo, ambos estadounidenses, hemos estado viviendo en Tel Aviv, Israel, durante más de un año mientras realizo estudios posdoctorales. Dado el carácter temporal de nuestra estancia, caeríamos bajo la categoría bíblica de nokriy. A pesar de la gran influencia occidental sobre la cultura israelí, hemos aprendido de primera mano que la vida en una tierra extranjera puede ser estresante.
Aparte de lidiar con las molestias ordinarias de mudarse a un nuevo lugar, se agrega el choque cultural. Todo es diferente: el dinero, el lenguaje, la comida, los estándares de cortesía y un millón de pequeñas cosas que pueden afectar la mente. Ante la constante exposición a caracteres crípticos hebreos y árabes a cada paso, y el ruido de numerosas lenguas ininteligibles, algo tan simple como comprar alimentos puede llegar a ser intimidante y engorroso.
En un reciente vuelo a Israel, conversé con una joven cuya familia huyó de la inestabilidad en Irak a mediados de los años noventa. Ellos buscaron refugio en la vecina Arabia Saudita, pero se encontraron con un ambiente hostil. Los funcionarios sauditas les quitaron todo lo de valor, incluyendo las joyas de su madre. Me contó cómo violaron a varias mujeres refugiadas y niñas que conocía.
Finalmente, su familia fue sacada de Arabia Saudita por trabajadores de derechos humanos estadounidenses. Otros miembros de su familia también se establecieron en Estados Unidos, pero el programa de reubicación los dispersó por todo el país. Su padre tenía solo 500 dólares cuando llegaron.
Sin embargo, su caso tuvo un resultado mucho mejor que el de la mayoría de los refugiados en el mundo. Los refugiados en Estados Unidos pueden solicitar la ciudadanía después de cinco años. Ella se ha convertido en geren los Estados Unidos (usando el término hebreo bíblico explicado anteriormente), y disfruta de todos los derechos y privilegios que se otorgan a los ciudadanos estadounidenses.
Sus circunstancias son las mismas de cientos de miles de estadounidenses hoy en día. Según estima la Organización de las Naciones Unidas, más de 20 millones de personas en todo el mundo han sido obligadas a abandonar sus hogares por la guerra, y de ellas, 4.5 millones son refugiados de la reciente guerra civil siria.
La mayoría de los refugiados sirios han encontrado acogida temporal en los Estados musulmanes vecinos del Líbano, Jordania, Turquía e Irak, lo que ha generado un intenso debate en esos países sobre si se debe permitir que un número tan grande de ellos se establezca permanentemente allí.
Cerca de 1 millón de refugiados sirios han viajado por Turquía a Europa buscando una reubicación permanente, habiendo renunciado a cualquier esperanza de regresar a sus hogares. Canadá ha admitido a más de 40 000 de ellos, mientras que Estados Unidos ha recibido más de 16 000.
Con tantas dificultades en el mundo, muchos sienten la obligación moral de aceptar a tantos refugiados como sea posible, independientemente del peligro potencial y de los efectos a largo plazo que ello pueda provocar a la cultura y estabilidad de una nación. Todas las naciones occidentales están actualmente librando su propio debate interno sobre cuántos refugiados pueden y están dispuestas a aceptar, y en qué términos.