La semilla de mostaza: Una proclamación de fe
Hace algunos años me regalaron una semilla de mostaza. Se encuentra en una pequeña cápsula transparente, y puedo fijarla en la solapa de mis chaquetas de vestir o deportivas. Muchas personas me preguntan, “¿Qué es eso?”
Contestarles que es una semilla de mostaza me da la oportunidad de relatar una breve parábola de Jesucristo, en la cual usó una semilla de mostaza para explicar el Reino de Dios (Mateo registra que Jesús usaba el término “reino de los cielos” como un eufemismo para “reino de Dios”, porque los judíos religiosos de aquella época no pronunciaban el nombre de Dios por reverencia y para no quebrantar el tercer mandamiento, que prohíbe usar el nombre de Dios en vano).
Esto fue lo que Jesús dijo en esta corta parábola, que se encuentra en Mateo 13:31-32: “Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”.
La parábola es muy corta, y la semilla de mostaza encaja bien con su brevedad. No obstante, como de costumbre, el mensaje es muy amplio y lleno de profundo significado. Examinemos lo que podemos aprender de esta parábola.
Un inicio modesto en medio de muchas dificultades
La parábola de la mostaza en Mateo 13 sigue a continuación de la extensa parábola del sembrador y la semilla, y de la parábola de la cizaña plantada por el enemigo entre la buena semilla en el campo. Las primeras parábolas de este capítulo se centran en el resultado de la siembra de la semilla del evangelio, o las buenas nuevas del reino, a través de la predicación de la Palabra. Algunas semillas caen sobre terreno rocoso y no brotan, otras caen en un terreno un poco mejor y crecen por un tiempo, pero se marchitan con el calor del día. Y por último, otras semillas caen en buena tierra y rinden mucho fruto.
La parábola de la cizaña muestra la oposición específica de Satanás el diablo al propósito de Dios de “llevar a muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10). Pero el plan de Dios no será saboteado. En la cosecha, Dios hará recoger la cizaña separándola del buen grano y su propósito prevalecerá.
Ahora, con la parábola de la semilla de mostaza, Cristo agrega otra dimensión a la comprensión de su enseñanza acerca del reino. En el mundo actual el reino comienza pequeño, entre las cosas más insignificantes, pero su poder es fuerte y eterno, y crecerá hasta convertirse en algo mucho más grande.
Otra lección sobre comienzos insignificantes
En los días en que los judíos regresaron a reconstruir Jerusalén y el templo, Dios envió al profeta Zacarías para animar al pueblo a completar esta importante misión. Habían dejado de trabajar en la reconstrucción del templo, propósito específico de su regreso del cautiverio en Babilonia.
El pequeño grupo de judíos era una fracción de lo que había sido antes de su cautiverio. Desmoralizados por los años en Babilonia, su confianza, tanto en su capacidad como en la presencia de Dios entre ellos, se había debilitado. Comenzaron la obra de reconstrucción, pero habían permitido que la oposición de los pueblos vecinos paralizara el proyecto. Por tanto, Dios envió a los profetas Hageo y Zacarías para exhortarlos a renovar su esfuerzo.
En una visión del templo Zacarías vio candeleros, un tazón y dos olivos. Era una visión que Dios quería transmitir al líder de la comunidad judía, Zorobabel. El mensaje intentaba darles la confianza de que Dios estaba con la incipiente comunidad y que la misión de la gente prosperaría; sin embargo, tenían que continuar.
“Esta es palabra del Eterno a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Eterno de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella . . . Las manos de Zorobabel echarán el cimiento de esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que el Eterno de los ejércitos me envió a vosotros” (Zacarías 4:6-9).
Dios hace su obra entre los hombres mediante el poder de su Espíritu Santo. El poder de los judíos que regresaron del exilio era muy reducido en ese momento, ya que la oposición y la crítica los habían amedrentado. Dios estaba diciéndoles enérgicamente a los líderes: Han comenzado la obra; persistan y la acabarán. ¡Estoy con ustedes, pero tienen que trabajar!
A continuación, el profeta añade otro pensamiento de Dios: “Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos del Eterno, que recorren toda la tierra” (v. 10, énfasis nuestro en todo este artículo).
El mensaje de Dios para Zorobabel y para el pueblo fue claro: no debían preocuparse por ser tan pocos en número ni por su debilidad. Esa pequeña avanzada de judíos estaba completamente a merced del gran Imperio persa y de su rey, Ciro. Pero Dios inspiraría a Ciro para permitir que los judíos regresaran a Jerusalén. Dios era superior al rey de Persia.
No era necesario temer al rey ni a ningún otro adversario. ¡Aunque eran pocos, Dios estaba con ellos!
En ese momento, los judíos eran el remanente del pacto con la nación de Israel. La nación tenía un propósito especial en las manos de Dios, y aunque habían pecado y caído, el propósito y el plan de Dios estaban a salvo. En ese momento era crítico para el propósito de Dios que la nación se repoblara y persistiera.
Las profecías sobre el nacimiento, vida y muerte de Jesús el Mesías aún no se habían cumplido. El propósito de Dios se mantendría, y aunque en su momento parecía pequeño, ¡Dios estaba trabajando!
Cómo sembrar la semilla de mostaza en su vida
Aquí hay una lección para nosotros. Cuando Jesús enseñó que el Reino de Dios es como una pequeña semilla de mostaza que crece considerablemente, estaba mostrando el poder de Dios para hacer su obra a través de cualquier instrumento que elija. ¡Él a menudo comienza las cosas de manera humilde, pero es para su gloria!
El apóstol Pablo escribió algo similar: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados” (2 Corintios 4:7-8).
Dios da el poder del Espíritu Santo para desarrollar la fe y la justicia en su pueblo elegido. Este magnífico poder es el mismo por el cual resucitó a Jesús de entre los muertos y que puede actuar en nosotros a fin de que produzcamos frutos para el Reino de Dios.
Ese poder es extraordinario y trascendental, aunque comienza pequeño, como una semilla de mostaza. Este poder de vida y fe está disponible cuando las personas se dan cuenta de que no tienen el verdadero poder de Dios inherente en ellas, sino que deben recibirlo de Dios.
¿Qué hay de usted? ¿Ya llegó a ese punto? La clave para vivir por cada palabra de Dios y enfrentar los retos de la vida con valor y confianza es tener dentro de sí el Espíritu de Dios, la garantía de la vida eterna en el reino venidero.
Para ser honestos, sin ese poder ninguno de nosotros puede aspirar a entrar al Reino de Dios. El Espíritu de Dios debe ser parte de nuestra vida y, tal como la semilla de mostaza, debe ser plantado dentro de nosotros y comenzar a prosperar para producir crecimiento espiritual.
Dónde y cómo comenzar
¿Cómo empieza? Dios promete darnos el poder para apartarnos del pecado y obedecerle en todas las áreas de la vida. Encontramos el mandato inicial del plan de Dios en el sermón de Pedro en el día de Pentecostés, donde pronunció las convincentes palabras que conducen a la vida: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
¿Se ha preguntado qué quiere decir “arrepentimiento”? Esta no es una palabra que escuchamos con frecuencia. Significa dejar de vivir de la manera que acarrea problemas, angustia y tragedia, y acaba en vidas destrozadas que difícilmente se arreglan. Arrepentirse significa cambiar el comportamiento destructivo y adictivo que no solo daña la propia vida, sino además la de sus familiares que lo aman y se preocupan por usted.
Arrepentirse, en un sentido bíblico, significa mirarse en el espejo de la perfecta ley de la libertad de Dios y preguntarse si uno es oidor o hacedor de la Palabra de Dios (Santiago 1:22-25). Significa hacer una evaluación honesta de nuestra vida, incluso si uno siente que es cristiano y conoce a Dios, para compararla con el estándar de justicia definido por la ley de Dios.
¿Le ayuda esto a darse cuenta de lo que puede estar faltando en su vida actual? Si ha estado luchando como una persona temerosa de Dios y se pregunta si algo anda mal en su vida, entonces saque una lección de esta parábola.
El Reino de Dios es como un grano de mostaza. Ha tenido un comienzo muy pequeño, no obstante, tiene el más grande alcance y potencial. ¡No menosprecie el poder del Espíritu de Dios!
Observe la respuesta de Cristo ante la confusión de sus discípulos por su falta de poder espiritual. Ellos no habían sido capaces de superar el tenebroso poder del mundo demoníaco, y acudieron a Cristo para preguntarle qué estaban haciendo mal. Su respuesta tiene que ver con nuestra parábola. “Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto osdigo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte [un obstáculo que impide hacer algo]: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género [demonio poderoso] no sale sino con oración y ayuno” (Mateo 17:20-21), o sea, acercándose más a Dios.
Nunca subestime el poder del Espíritu de Dios para comenzar y terminar su obra perfecta en usted. Cristo está preparando puestos para sus seguidores en su reino venidero. Por ahora él está trabajando dentro de su Iglesia, compuesta por un pequeño cuerpo de creyentes (Lucas 12:32), pero ese cuerpo más tarde será real y evidente cuando los seguidores de Dios sean transformados y su reino gobierne sobre todas las naciones