Breve introducción al mensaje de los profetas
Según el Diccionario Léxico de Strong, la palabra “Profeta” proviene de la palabra hebrea “Nably” que significa un portavoz, es decir, se refiere a alguien que anuncia o proclama un mensaje. Normalmente las Escrituras hablan de los profetas de Dios, quienes actuaron bajo inspiración divina y algunas veces también se refiere a falsos profetas.
Los primeros fueron portavoces que anunciaron y proclamaron una verdad al pueblo acerca de un determinado tema ya sea de cautividad, de destrucción, de conversión, de los últimos días, del Dios, del Señor, de la conversión de gentiles, de la futura persecución de Israel y la Iglesia y su futura reunificación en la tierra prometida después de la venida del Mesías, derramando su Santo Espíritu sobre todo ser.
En el Nuevo Testamento encontramos la misma palabra “profeta” cuya definición mediante el Diccionario de Strong lo define como un interpretador de predicciones o de cosas que todavía permanecen ocultas a los demás. De modo que un profeta de Dios es un siervo que movido por el Espíritu, como su portavoz, declara solemnemente a los hombres que ha recibido inspiración en relación a futuros eventos que tienen que ver principalmente con la segunda venida de Jesucristo para restablecer definitivamente un mundo nuevo bajo el gobierno de Dios, para salvación de toda la humanidad.
La razón es evidente, porque casi todo el Antiguo Testamento dirige su mirada hacia el porvenir. Basado en lo que Dios ha dicho y hecho en el pasado, proclama la esperanza del cumplimiento pleno de todas sus promesas. En ese sentido, el Día del Eterno anima no solo a la mayoría de los libros proféticos sino también a los libros históricos y aún poéticos. El Nuevo Testamento, a su vez, ve en Jesucristo al hijo unigénito y amado del Padre, es decir, el cumplimiento de todas las promesas y por ello valora altamente aquellas profecías que apuntan maravillosamente hacia la consumación del Reino de Dios. Jesucristo lo dejó bien en claro que toda promesa se cumplirá en su debido tiempo cuando dijo: “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido (Mateo 5:18). Más tarde, el apóstol Pedro resumió la intención del mensaje profético para la Iglesia, al escribir “escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles (1 Pedro 1:11-12).
De modo que las Escrituras nos muestran claramente que “El Día del Eterno” no habría de venir en tiempo de los profetas, sino mucho más tarde. En la relevación que tuvo el apóstol Juan en la isla de Patmos, encontramos valiosos detalles acerca de este grandioso día. Por eso Juan empezó a escribir: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:1-3). Dios le reveló al apóstol Juan las cosas que había visto, luego las que son y finalmente, las que han de ser después de estas, en relación a tres etapas de revelación acerca del destino final del hombre (Apocalipsis 1:19; 4:1).
De esa manera, cada año que transcurre, el Cuerpo de Cristo se siente muy animado y fortalecido espiritualmente, mediante un continuo avivamiento de fe y crecimiento, porque sabe que un día no muy lejano Dios va a cumplir con la promesa de su galardón. Como está escrito: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15:4-6).
Sin duda alguna, la predicación del evangelio del Reino es una parte muy importante dentro del Plan de Dios, porque nos manifiestan dones que nuestro Padre quiso que tengamos a cerca del maravilloso futuro que nos espera.
La intención del presente Calendario Sagrado 2015-2016, no consiste en mostrar todos y cada uno de los detalles proféticos que ciertamente encierran las profecías, principalmente y sorprendentemente en su orden bíblico que todos conocemos, pero es importante recalcar el extraordinario encadenamiento, sucesión, ciclos, y orden, que existe en cada profecía desde un mismo principio hasta concluir con los acontecimientos que tienen que ver con el juicio ante el trono Blanco y los relatos que encierran los extraordinarios hechos que tienen que ver con el Último Gran Día de Dios.
1° de Nisán (Sábado 21 de Marzo de 2015)