El odio de Martín Lutero por los judíos
Martín Lutero era un hombre complicado. Sus escritos en contra de quienes consideraba enemigos del evangelio están llenos de declaraciones rencorosas. Él frecuentemente escribió que aquellos que se le oponían hablaban de parte del diablo mismo, y uno de sus libros en particular tuvo un terrible impacto en la historia, tanto en ese tiempo como siglos después.
En la primera fase de su carrera, Lutero exhortó a los cristianos a ser amistosos con los judíos porque creía que necesitaban oír el evangelio de Jesucristo. Incluso escribió un ensayo llamado El hecho de que Jesucristo nació judío.
Él pensaba que una vez que las falsedades del catolicismo romano fuesen eliminadas y se les mostrase a los judíos que Jesús era el Mesías profetizado en las Escrituras hebreas, ellos obviamente verían la luz y se convertirían y unirían a la iglesia reformada (a pesar de haber sido perseguidos por siglos en el nombre de Cristo). Cuando no se convirtieron como él esperaba, Lutero atacó su religión e hizo un llamado a actuar violentamente en contra de ellos.
La arremetida de Lutero en contra de los judíos no fue motivada por su raza. El libro que escribió al respecto fue titulado Sobre los Judíos y sus Mentiras. Su ataque fue motivado por lo que él consideró un rechazo a Cristo. Los vio como blasfemos y una amenaza para el cristianismo. La única manera de tratar con esta amenaza, decía él, era expulsarlos de Alemania.
En su libro, él exhortó a incendiar con violencia las sinagogas y escuelas y declaró que los escritos judíos debían ser retirados de estas. A los rabinos se les debía prohibir enseñar, e inducía a los cristianos a ahuyentar a los judíos de sus vecindarios.
El reprochable antisemitismo de Lutero no era de ninguna manera justificado o bíblico. Su deseo de erradicar a los judíos de Alemania sería un instrumento utilizado por los nazis siglos después como parte de su propaganda, la que conllevó a crímenes horrendos en contra de la humanidad, incluyendo el genocidio.
A continuación se encuentran algunas lamentables declaraciones de su libro Sobre los Judíos y sus Mentiras.
“Expulsémoslos del país para siempre. Porque, como sabemos, la ira de Dios contra ellos es tan intensa que la piedad diplomática solo hará que sean cada vez peores, en tanto que una piedad estricta no los reformará más que un poco. Por tanto, de cualquier modo, ¡afuera!”
“Una y otra vez dejamos que se enriquezcan a costa de nuestra sangre y sudor; se chupan la médula de nuestros huesos y nosotros permanecemos pobres.”
“En suma, queridos señores y príncipes, quienes tienen a los judíos bajo su gobierno: si mi consejo no os agrada, buscad mejor asesoramiento a fin de que tanto vosotros como nosotros podamos deshacernos de la insoportable, diabólica carga de los judíos . . . No les otorguéis protección, ni les permitáis el libre tránsito ni la comunión con nosotros . . .”
“En primer lugar, que sean quemadas sus sinagogas y que todo el que pueda arroje azufre y brea; también estaría bien si alguien pudiera arrojar fuego del infierno. Eso le demostraría a Dios nuestra seria determinación y serviría de evidencia para todo el mundo de que fue por ignorancia que toleramos estas casas, en las cuales los judíos han injuriado del modo más vergonzoso a Dios, nuestro querido Creador y Padre, y a su Hijo hasta el día de hoy, pero que ahora les hemos dado su merecida recompensa.”
“Deseo y pido que nuestros gobernantes, que tienen súbditos judíos, muestren una aguda piedad hacia esta maldita gente, como fue sugerido más arriba, para ver si esto les es de ayuda (lo cual es poco probable). Deben actuar como un buen médico que cuando se encuentra frente a un cuadro de gangrena, sin piedad procede a amputar, serrar o quemar carne, venas, hueso y médula. Este tipo de procedimiento debe seguirse del siguiente modo. Incendiad sus sinagogas, prohibid todo lo que enumeré anteriormente, obligadlos a trabajar, y tratadlos con rigor, como lo hizo Moisés en el desierto masacrando tres mil no fuera que pereciera el pueblo entero. Seguramente no saben lo que están haciendo; además, como gente poseída, no desean saberlo, oírlo o aprenderlo. Por tanto, no estaría bien ser piadosos y confirmarlos en su conducta. Si esto es en vano, tendremos que expulsarlos como perros rabiosos a fin de no convertirnos en cómplices de su abominable blasfemia y todos sus otros vicios y por ello merecer la ira de Dios terminar malditos junto a ellos” (herenciacristiana.com/luther/html, caps. 11 y 12, trad. Elías Bernard). BN